Hacía mucho calor. Sentada en una mesa esperé unos minutos. Lázaro llegó bajo el sol de la tarde, que siempre es molesto, pero con la energía misteriosa que la música ofrece. Nunca había conversado con él. Fue aquel el primer encuentro con el hombre y el cantautor cienfueguero de la Nueva Trova.
Viajamos rápido en el tiempo, si acaso eso es posible solo a través de las palabras. Hasta el año 1986 y el surgimiento de la Asociación Hermanos Saíz. En aquel entonces Lázaro García Gil formaba parte del ejecutivo Nacional de la Nueva Trova. Y desde esa perspectiva vivió los momentos de la unificación de esta última con las brigadas.
«Nosotros siempre coexistimos con los jóvenes pues teníamos perfiles comunes en casi todas las manifestaciones. Cuando la Nueva Trova se fusionó para crear la AHS, muchos de nosotros teníamos más de 35 y estuvimos un poquito flotando. En el caso de Cienfuegos, la Casa de la Trova se convirtió en la sede de la nueva organización y allí dimos algunos conciertos y descargas y mantuvimos una estrecha relación. Tiempo después ellos me hicieron miembro de honor, condición que con mucho gusto y satisfacción acepté.»
«En síntesis todos teníamos los mismos objetivos: la lucha por la estética, la buena canción, la buena poesía, la plástica… Personalmente he visto, durante este tiempo, el trabajo de la AHS y sé que se esfuerzan mucho, mantienen esta lucha, que es bastante difícil, con la mediocridad, para elevar el gusto estético. A nosotros nos tocó una época en la cual se combatía por otras cosas; este es otro escenario, pero el arma es la misma. Yo sigo sintiendo que tengo el cordón umbilical con la AHS, igual lo siento de la trova tradicional, pero también en estas generaciones que me sucedieron».
La filial de la AHS cienfueguera ha mantenido durante los baches y los años un festival de trova que se esfuerza por conservar los legados de la buena música. El nombre escogido fue Al sur de mi mochila, precisamente una canción de Lázaro García. «Fue una total gentileza ponerle ese nombre al festival», me dice muy efímeramente, como evadiendo lo importante de este gesto y prosigue contando algunas anécdotas que recuerda con nitidez.
«Me acuerdo, cuando de una manera muy elegante, nos informaron de la división, entonces un compañero dijo: ya estamos oliendo a viejo, pero jocosamente, claro, esa, en definitiva, era la lógica de los tiempos. A partir de ahí se sucedieron otras burlas, nos referíamos a nosotros mismos como inservibles. Aún así, de inmediato, en La Habana, hicimos actividades conjuntas. No hubo aspereza ni ruptura generacional, ni indisposición, solo un sentimiento veterano, pero que no deja de ser pueril.
»Pienso que el batón está muy bien tomado por la AHS. Se trata de un escenario complejo, donde hay que practicar mucho la inteligencia y no podemos enclaustrarnos en una verdad absoluta, se debe coexistir. Tenemos, además, la necesidad de abrirnos al mundo, estuvimos mucho tiempo encerrados y los prejuicios que nos dieron ciertos hábitos hay que eliminarlos».
La conversación se nos termina en un aparente corto tiempo, uno físico. Pero en realidad desandamos varias décadas. Con el peso de esos años nos despedimos. Antes, Lázaro García me había dicho: «la cultura es más que política e ideología porque las lleva implícitas». La defensa debe seguir siendo sagrada. Los pentagramas de Lázaro, y tantos otros músicos jóvenes cubanos, han dejado sus huellas, su aporte, la belleza de su lucha traducida en claves y notas.
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