La costumbre la establecieron los romanos, estructuras temporales que celebraban los grandes triunfos de generales en batallas. Más tarde formaron parte de agasajos a los gobernantes del Imperio y aquellas construcciones ciclópeas comenzaron a tener carácter permanente, recordatorio eterno de la grandeza de tal o más cual emperador. Este es un caso singular, pues el arco triunfal de Elaine se halla ubicado en un tiempo anterior a la hazaña que motivará su erguimiento. ¿Qué esperar, si no, de una escritora que vive anteponiéndose a su espacio y realidad circundante? ¿Qué mejor antesala para otra entrega de su exclusiva, exquisita, manera de escribir Ciencia Ficción (CF)?
Mientras tecleo estas líneas no puedo dejar de pensar que quienes las lean se hallarán en posición desventajosa debido a que el título bajo mi lupa ha visto retrasada su salida al público por las ya famosas problemáticas poligráficas que desde el pasado año persisten negándonos el placer de libros tan esenciales como Los arcos del norte, de la editorial Gente Nueva y su notoria colección Ámbar. Elaine Vilar Madruga, la autora, es protagonista de los catálogos anuales de varias editoras nacionales y foráneas. Sin embargo, es mi parecer de colega y hermano de trinchera, que guarda siempre algo de lo mejor para Ámbar y Gente Nueva o al menos una línea argumental que apuesta a lo más alto, como expondré más adelante. Indispensable es también mencionar la publicación en el presente año por la editorial José Martí de Culto de acoplamiento, obra que si bien difiere en sentido con respecto a Los arcos… resulta necesaria para comprender y evaluar el trabajo artístico de Elaine en el momento de encarar las temáticas de la CF y la Fantasía.
Por mi parte quisiera permitirme una breve «oreja peluda» como forma de acercar un poco al lector al plano escritural desde el cual analizo la prosa y la dramaturgia de Elaine: hacer reseñas puede parecer fácil; en teoría es solo leer un libro y comentarlo con un interlocutor imaginario, así pensaba yo hasta encontrarme en la situación de realizar un artículo sobre la obra de esta escritora. Descubrí entonces que conocer al autor, sus textos, su forma de ver el arte y la literatura, es tan importante como la exploración de capítulos, párrafos y oraciones con las que armoniza sus historias. Verán, Elaine es multifacética, puesto que escribe tanto CF, como mainstream, como poesía, teatro, ensayos, artículos y cuanto Dios creó en el ámbito de las letras. Pero sobre todas las cosas, Elaine ama el arte y lo devora y estudia con la misma pasión con que deshace una página en blanco para llenarla con su íntima poética. Es por eso que nadie que no haya seguido sus pasos durante esta última década puede coincidir conmigo en las afirmaciones que expongo a continuación, nadie que no comparta su círculo lo entenderá del todo y es debido a que comparto esos honores que me atrevo a declarar lo siguiente:
Impresionismo literario de CF, no hay otra forma de enmarcar la narrativa de Elaine y nada lo demuestra mejor que esta saga fantástica que, por falta de nombre autoral y en conjura con la autora, llamaré «el multiverso de los solipdistas»; saga que tuvo sus primeras entregas en Promesas de la tierra rota (Gente Nueva, 2013) y en Salomé (Ed. Abril, 2013). Impresiones, detalles, recuerdos aislados, angustiosos sentimientos, retrasos de leyendas, retrasos tecnológicos, retrasos mágicos; retrasos de momentos capitales de la historia de este universo, múltiple de variables y submundos, y subtramas tímidas; gracias a las cuales un ojo entrenado puede enlazar los títulos afines dentro de la marea de publicaciones de Elaine. Impresionante la apuesta, el riesgo de pasar desapercibido este despliegue lumínico, pues es tan basto el óleo y tan cercana la distancia de observación que apenas distinguimos alguna forma perdida del panorama general. Imprescindible se hace entonces la siguiente entrega de la saga «El trono de Ecbatana», trilogía que amenaza con estremecer los pilares de la colección y los métodos ortodoxos con lo que hasta ahora hemos analizado la CF cubana.
Cuando Monet y Degas consolidaron el impresionismo en la pintura, su objetivo radicaba en la representación de la luz reflejada en las formas más que en las formas propiamente para así dejar una impresión determinada, valga la redundancia. Luego, Proust, al llevar dicha técnica a la literatura, basó su prosa en la percepción de la realidad a través del efecto que causa ésta en la sensibilidad, la imaginación, pensamiento y memoria. A tono con el francés, Elaine no centra su narrativa en la sucesión de sucesos encadenados, por el contrario adopta el impresionismo para conformar su manera única de escribir CF, sustituyendo la sensibilidad y la memoria por dos elementos futuristas que dan el toque de lejanía característico del género: consecuencias y secuelas.
Son estos componentes los principales antagonistas de las historias de Los arcos… Consecuencias habrá del uso excesivo de la magia en el cuento homónimo que abre el volumen; secuelas sobran en el «Khatakali», uno de los relatos más conmovedores que he leído de Elaine. La guerra, como parte de ambos elementos, coprotagoniza la mayoría de los textos del libro, su importancia en la toma de acción de los personajes es decisiva y en varias ocasiones catastróficamente real, letal. En el multiverso de los solipdistas no hay solipdistas, solo los remanentes humanos que dejan tras de sí esos magos tecnológicos, leyendas materializadas en pecios y gadgets que constituyen el entorno diario de cada mundo. Interrogante vital deriva entonces la cronología oculta de los solipdistas que cabalgaron dragones en la «…tierra rota» y profetizaban esplendidos futuro a quienes integraran sus filas en Salomé. Cronología que desde ahora exijo a la escritora ver narrada en la trilogía anunciada. Otros componentes, cual engranajes de una maquinaria mayor, veremos repetirse en las páginas de Los arcos…: el mal de Nake, imperecedero, incurable; los medcs y sus domos y factorías; la magia moribunda ante el avance destructivo de la tecnología; y muchos más que prefiero dejar a la búsqueda ávida, cual piezas extraviadas, de los lectores.
No obstante, me atreveré a sugerir algunos puntos de contactos de este multiverso, como por ejemplo el relato minimalista: «Todos los dragones deben morir» y «Promesas…» o quizás la asociación que hago de «La maldición de la espina» y «Khatakali» siendo, para mí, una la historia marítima y otra la terrestre de un mismo mundo, separadas ambas tal vez por la distancia de un continente gigante, unidas por medcs, magos y el Nake o sus sucedáneos. En contraparte, «La última» y «Mariposas del oeste» dan dos visiones perpendiculares de universo; en la primera los hombres repudian y asesinan por brujas a todas las mujeres y se hace imposible no alegar el magnífico homenaje a Carpentier en una escena que evoca con maestría la muerte de Mackandal en El reino de este mundo; en el otro extremo «Mariposas» es una sociedad de mujeres donde los pocos hombres que restan son víctimas de Nake, siempre inexorable, como secuela inmortal por haber besado a la guerra y un Dios escoge mujeres de alas tecnológicas para procrear futuras esposas de alas naturales en una trama semi-cíclica con final trágico.
Ya en otras ocasiones he mencionado la crudeza poética con que Elaine Vilar cabalga los géneros narrativos. No es necesario repetirlo ahora, pero sí establecer que si en otras obras como la primeriza Al límite de los olivos y en la contemporánea Culto de acoplamiento los temas de CF eran un poco más puristas, en el sentido de que no se hallaban contaminados por la particularidades del fantástico, en el multiverso los solipdistas son tanto científicos como hechiceros y las calamidades pueden llegar tanto por la senda mágica como por la carretera tecnológica. En este sentido, Elaine realiza una fusión más sólida de sus textos con la science fanstasy, subgénero que posee elementos de ambas tendencias, CF y Fantasía, y que en los últimos años y entre los escritores más jóvenes del gremio y sus publicaciones ha ganado adeptos y preferencia. Difiere Elaine en estilo con otros autores que cultivan esta temática como son el binomio Carlos Muñoz y David Alfonso o Alejandro Martin y Malena Salazar de los más recientemente premiados; y es que el impresionismo en las páginas de Elaine es, cuanto menos, casi imposible de repetir, que no igualar, nunca superar.
No obstante, a pesar de todo lo escrito, siento que aún no he sido capaz de expresar todas las lecturas que pueden hallarse en las cuartillas de Los arcos…. Dejo de lado, por falta de espacio, los dramáticos entornos de los mundos narrados, las campañas bélicas apenas esbozadas en medio de los conflictos personales de los protagonistas de cada historia o la efectiva manera de enfrentarse a los personajes masculinos; a veces con sentimientos y mentalidad muy cercana a la del género opuesto, otras totalmente desiguales.
A modo de cierre, no quisiera abandonar el presente trabajo sin agradecer de nuevo la labor de Gretel Ávila Hechavarría, editora del título y cuidadora madrina de la colección. Agradecer también la labor del colectivo de amigos de Gente Nueva y del ilustrador del libro, Luis Martínez Brito. Por último, no creo que deba solo impulsarlos a la búsqueda de Los arcos del norte en cuanto salga a la venta, sino además recomendarles que traten de encontrar y leer cada uno de los títulos que conforman el multiverso y hacerles especial hincapié en «El trono de Ecbatana» donde se avizora una apoteosis de la saga. Por eso, repito mi teoría inicial: los arcos triunfales han sido erigidos para que por ellos transiten las huestes victoriosas del mañana, solo debemos esperar por la llegada del futuro, allí sonriente tras la gloria alcanzada, nos aguarda Elaine.
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Buenisima reseña de Erick Flores sobre la obra de Elaine Vilar, sin dudas una autora que ya es de una lectura necesaria en la urdimbre escritural de la isla. Desde ya digo: QUIERO LA SAGA DE ELAINE VILAR!!!!!!!