Leonardo García habla con la pasividad de quien tiene todo el tiempo del mundo y todos los problemas resueltos, aunque eso no sea cierto. Es un hombre que, se sabe, siente amor y pasión por casi todas las cosas y esa visión le ha permitido hacer poesía de forma impactante, encontrando, con aparente facilidad, las palabras y su conjugación impecable con la melodía, que es siempre precisa.
Para escuchar a Leo hay que hacerlo desde una lectura creadora y poética, alejada de la lógica. Leo es una especie de griot auténtico que compone sus propias creaciones y las interpreta tan apegadas a la perfección y las ejecuta tan cuidadosamente que uno ya no deja de escucharlas aún cuando sus manos ya no rasgan la guitarra.
Los que lo han escuchado, estoy muy segura, coinciden en otorgarle tantos sustantivos positivos como fuesen posibles, aún cuando, peligrosamente, ello podría volver amargos los elogios; los que no lo han escuchado se pierden una buena parte de la trova cubana contemporánea; aún así, si nadie lo hubiera escuchado nunca, su obra, sola, basta para trascender después de los silencios.
El último disco de Leo: Cara o Cruz (grabado de manera independiente) es un fonograma exquisito, donde las temáticas sociales abundan («Abajo la xenofobia», «A la rueda», «Cambio de tono», «Recreación sana»…), pero armadas con un cemento tan diferente que sobresalen de lo común y se apartan del coro de voces y entonces viene después el ritmo, la melodía, la canción, a golpearte bien fuerte y uno se estremece porque la armonía lograda es una gema fina, difícil de encontrar.
Otros temas como «Témpano azul», «Para Diago», «Llegas o Final de día» traspasan el prisma de las anteriores canciones de Leo y se posicionan en una nueva cima, clara, espaciosa, donde, las lúcidas creaciones, respiran para los demás. Cara o Cruz asombra, pero es que uno ya no espera menos de Leo, y a eso él le teme, aunque muchos de nosotros creamos que no tiene por qué hacerlo.
Saint-John Perse escribió que «en verdad, toda creación del espíritu es, ante todo, “poética”, en el sentido propio de la palabra». Leo, si acaso no te molesta, yo diría que eres un poeta que sabe insertar perfectamente sus creaciones en la música, ¿cuáles son las reales influencias literarias en tu vida?
Las influencias literarias en mi vida son mucho menores que las musicales, dediqué mucho tiempo de estudio a la música cuando era pequeño y luego se fue convirtiendo en una profesión. A la literatura me acerqué por influencia de mis compañeros, trovadores y poetas, con los que compartí en la universidad. Ellos me enseñaron a Jorge Luis Borges, a Fernando Pessoa, a José Lezama Lima, a Cesar Vallejo; no solo en su poesía sino también en ensayos, cuentos y novelas que tienen mucha profundidad filosófica; luego, ya desde la relación con otros en la Asociación Hermanos Saíz, conocí a los poetas de mi ciudad, y del país en general, que tienen una obra muy importante.
Gerardo Alfonso acuñó tu obra como «otro tipo de síntesis entre texto y música», ¿Cómo acontece para Leo ese tránsito hasta la inserción en la escena trovadoresca cubana?
Las primeras canciones que me atreví a cantarles a los amigos eran parecidas a lo que escuchaba, o sea, no tenían un sello mío, luego de dos años comencé a reconocer diferencias en mi obra con relación a lo que conocía, es a partir de ahí que asumo un camino propio y la gente lo va notando. Empezaron entonces las invitaciones a festivales por todo el país y mi presencia en ellos.
La música, como en la poesía el lenguaje, más allá del tema, tiene una importancia infalible, una especie de secreto para el éxito o no de la canción. El ritmo y armonía, es visible, son temas para ti de constante búsqueda; anotando, además, que en tu último disco haces confluir el rock, el rap, la rumba…
La música para mí es primordial, no concibo una canción si no tengo algo nuevo que decir musicalmente, que aporte algo nuevo a mi obra, por eso intento abrir mi repertorio a los ritmos que puedan salir de mi guitarra, eso enriquece mi espectáculo y me ayuda a no repetir fórmulas que han sido exitosas, a buscar otras cosas.
Hay un interés más cierto por las problemáticas sociales en Cara o Cruz…
Son las canciones que he escrito en los últimos años y tengo una preocupación grande por los destinos de mi país, de la gente que vive en él; además, todo el que tiene un problema quiere verse reflejado y no puedo darle la espalda. Siempre trato de hacerlo de manera constructiva, con responsabilidad.
¿Crees que la existencia en Cuba de los estudios de grabación alternativos (sobre todo porque el mayor por ciento de tus CD han sido por esta vía) son algún tipo de solución contra el mal trabajo, que en ocasiones, tienen las disqueras nacionales, amén de que estamos hablando de producciones que no se venden a nivel de país o internacionalmente, con la cuales te arriesgas a una comercialización manual y gratuita, y donde en vez de pagarte a ti por derecho de autor uno tiene que pagar por el producto final, por la grabación?
Yo pienso que las disqueras hacen el trabajo en el que creen, no he insistido mucho en ellas nunca, aunque no he desperdiciado oportunidades tampoco. Cuando he querido grabar mi obra lo he hecho de la forma que he podido y así han salido mis discos.
El sello Unicornio me grabó un CD en el año 2008 (Detrás del tilo) que fue nominado al Cubadisco 2015. Con el sello Colibrí, el problema es que no acaban de salir a la calle los cds con mi música, y entonces todo se vuelve más difícil, tengo el trabajo de dar mi música a la gente a través de las memorias flash y se la pasan de manera digital, ¡mis discos están hasta en el paquete!; eso la verdad me hace feliz porque yo mismo no podría comprar un disco mío en más de 5 CUC.
Lo otro es que para un trovador que quiere ver sus canciones en la gente, lo importante será siempre hacérselas llegar de la manera que sea, no interesa si te pagaron o pagaste para tenerlas grabadas.
¿Crees que en la Cuba de hoy se presta la real atención a la promoción, el cuidado y conservación de la buena trova, y la buena música en general?
Creo que se hace mucho por grabar nuestra música, teniendo en cuenta que en su gran mayoría no es rentable. Se registran cada año varias producciones y después no salen a las tiendas, ese es otro fenómeno; pero las grabaciones están y se pasan de memoria en memoria.
Hay música que se edita en nuestro país porque tienen mucha demanda y a mí puede que no me aporten nada, pero si la mayoría las quiere, deben grabarse. También se graban cosas de mucha importancia cultural que sí me interesan y pueden ser más o menos conocidas; en fin, hay de todo.
¿Conocías que entre las denominaciones de la música actual hay dos referentes para diferenciar al mal y al bien: la metralla y Leonardo García?
No lo conozco, pero es muy injusto y no me permito pensar así, es un criterio superficial, hay muchas cosas de gran valor cultural en el mundo en el que me desenvuelvo.
Una vez dijiste que con Diego y Alain encontraste un nuevo tipo de canción, y que, en la actualidad, tus referentes son esos músicos que cantan todos los jueves contigo, pero ¿existe algún trovador, o agrupación, de tu generación (u otra cercana) fuera de esta órbita cuya obra te llame la atención?
Siempre he tenido varios referentes importantes además de mis compañeros cercanos, incluso los he conocido a través de ellos: el grupo de «13 y 8», los que hicieron el disco Habana Oculta, además: Gerardo, Frank, Carlos, Santiago, Serrat, Pedro Luis, Portillo de la Luz, Marta Valdés, Chico Buarque, Fito Páez, en fin, faltan muchos, todos están de alguna manera en mi obra. De mi generación admiro y disfruto fundamentalmente a Ariel Barreiros, Inti Santana, Roly Berrío, Freddy Lafita, Levis Aliaga y a otros, que no son pocos.
¿Además de la música cubana concurre en ti otra donde encuentres una fuente de necesario consumo?
Por supuesto, la música brasileña, el folclor latinoamericano, disfruto mucho cuando escucho eso.
En una dimensión filosófica y a la vez tan existencial y contundente como la presencia de tus dos hijos, ¿qué es la trova, la música, para Leo?
Por suerte, sigue siendo una obsesión para mí componer, aunque pase algún tiempo a veces sin hacerlo por no encontrar novedades musicales en la guitarra que me seduzcan.
¿Hasta dónde te interesa llegar con tu música?
Hasta lo profundo de cada ser vivo, así que tengo mucho que hacer todavía.
Tu experiencia en Argentina, quizá, no pudo estar marcada por un suceso superior al de cantar junto a Fandermole…
Eso fue un regalo que me dio la vida. Yo conocí su obra cuando no era muy conocido en Argentina, luego canté con él gracias a su representante en Córdoba que me vio en un concierto en el 2012 y le gustó lo que yo hacía. Actualmente, Jorge Fandermole es muy conocido y seguido por allá. Además, tuve el privilegio de cantar con la gran intérprete Liliana Herrero en el teatro Cervantes de Buenos Aires. La verdad no me puedo quejar.
Puede suceder, muchas veces, que mientras más firme y más delineado se encuentre el gusto y proyección estética de una persona, empiece, a la inversa, a no ser tan feliz, En tu escenario, en tu contexto, ¿cómo convive o se refleja esta máxima?
Siento la infelicidad en el tiempo que no tengo para leer los muchos libros que necesito, para escuchar la música que me enriquece y para componer mucho más y mejor.
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