Los acordes de la guitarra de Ramón David Fuentes López convidan al más exigente de los públicos a detenerse y escuchar su canto de denuncia social y de amor. Este novel cantautor, de 29 años de edad, y miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), no descansa su musa y de ella nacen atrevidos y curiosos temas que lo hacen brillar en disímiles escenarios del país.
Él, a fuerza de empuje, sacrificio y golpes de cuerdas de su guitarra ha iniciado un «viaje» por múltiples espacios culturales de la nación, gracias al arte auténtico que emana de su voz, de su inspiración y del instrumento que siempre lo acompaña.
Como un artista sin rumbo, solo el que la suerte le ha elegido, Ramón David ha vivido en Bayamo y en un pueblito muy pintoresco: Maffo, localidad de Contramaestre ubicada en Santiago de Cuba; lugares que le han aportado esencias indelebles a su obra.
Este granmense devenido santiaguero que, por su originalidad y sus probadas dotes para el canto, debería ser tomado como referencia por decisores de la promoción de la música en la Isla y las disqueras, busca sus formas de expresión a través de su poesía y de las raíces más autóctonas del cubano, aquellas que rozan el doble sentido, la picaresca y hasta el choteo.
«Mi manera de decir es irremediablemente a través del folclor que me identifica -dice- y el son y la guaracha me sumergen en un mundo de cubanía muy difícil de salirme de él, pues junto a su atrayente aroma salvo mi espíritu de trovador».
«También prefiero -acotó- el son montuno, ese que llevan muy adentro todos los guajiros y cada vez que me sumerjo en su tonada es como si viviera gracias a él».
Defiendes estilos tan distantes como el danzón y el rock and roll. ¿Cómo logras esa la variedad de géneros?
Todo aquello que enriquece mi obra es una fuente inevitable para la creación. Defiendo al danzón, pero de vez en cuando me sale algún rock and roll o una balada pop, pero lo que realmente define mi espíritu creador; lo que más impera en mí, es la música tradicional.
El secreto para tanta variedad consiste en respetar las cualidades de cada uno de los estilos musicales y no forzar ni agredir la fusión que debe nacer por sí sola. De cada cual tomo los elementos que los distinguen, hasta que nace la nueva obra, durante un proceso de creación que no se detiene, porque forma parte de mi razón de ser y de mi existencia.
¿La guitarra y Ramón, una relación para toda la vida?
Confieso que soy un apasionado de la música, porque es universal. Recuerdo que la primera vez que cogí una guitarra en mis manos fue cuando estudiaba teatro en la Escuela de Instructores de Arte, en Santiago de Cuba, en el año 2005, y desde ese instante la hice mía.
Un trovador sin guitarra es como un cuerpo sin corazón. Ella es mi amante fiel, la que me complace a pesar de mis inconformidades, la que tiene el don de enamorarme y hasta de ensimismarme. Sin ella, no sería el Ramón David que soy.
¿Conforme con quien eres?
Cada vez que me miro al espejo soy el hombre que siempre soñé; y más, porque he superado esa mirada infinita sobre mi posteridad, aunque quisiera parecerme más a un viejito de mi tierra, a Oscar Mora Fornaris, Cachao, como le llamábamos todos sus amigos. Él fue mi maestro desde siempre, en él vi quién yo quería ser: el hombre humilde, amante de sus hábitos y tradiciones.
¿Cómo nace y forma el trovador en Ramón?
Con Cachao conocí lo que era amar la música espontáneamente, esa que sale del corazón. Él estaba siempre en la casa con un trío de guitarras, y entre jugadas de dominó y tragos, nacía una canción. En ese ambiente me crié y conocí lo que era la descarga musical.
A mi abuelo le agradezco mucho lo que soy, porque desde chiquito me llevaba a este mundo de las descargas. Así fui creciendo; en una tradición que me embriagó y me forjó en lo que luego me convertí, en un músico espontáneo, que aún tiene mucho que andar y aprender.
¿En tu obra defines como esencial al público?
Me gusta analizar como norma inviolable el ambiente frente al cual actuaré, porque soy un atrevido para la improvisación y las palabras me nacen a partir del tipo de público que me escucha y porque a mi gente nunca la defraudaría, sino encantarla.
¿La lejanía de la capital y de los grandes sellos discográficos impactan en la promoción de tu obra?
En mi caso esa lejanía no ha mellado mi obra, pues a pesar de la distancia grabé un demo en los estudios de Pablo Milanés y he cantado con Verónica Condolí; una de las principales voces contemporáneas en Argentina, con Raúl Torres y Pedro Luis Ferrer, y he participado en los principales escenarios de la trova cubana como el evento de la Canción Política en Guantánamo; la Cruzada Literaria en Camagüey y en otros espacios concebidos para la Trova, pero lo más importante es hacer y cultivar este don que la vida me regaló.
¿Cómo valoras este movimiento? ¿Está en crisis…? ¿Qué le urge?
Aunque respeto a quienes opinan de esa manera, creo que el asunto que más lacera al género radica en quiénes la cultivan y cómo se le promociona. Para que este movimiento brille hay que alejarla del facilísimo creador y promocionarla tanto localmente como en los medios nacionales. Si conociéramos quienes hacen buena trova en cada pedacito de Cuba, entonces nadie se atrevería a decir que la Trova está en crisis.
Hay muchos creadores que están haciendo cosas muy interesantes, desde lo más tradicional, hasta lo más contemporáneo y existe además una preocupación constante por hacer buena música, pero todo ese esfuerzo queda en silencio cuando no se conoce o cuando lo que se conoce, lo que se promociona, no es lo mejor, lo más profesional.
A la trova debería dársela más espacio en los medios audiovisuales y dentro de la política cultural del país debería ser priorizada porque está muy ligada a nuestras tradiciones. Ella es símbolo de resistencia cultural, condición que la distingue y merece una atención especial.
Experimenta el género un escenario complejo para la promoción. La Trova es parte de un proceso político cultural que está dirigido por decisores que no tienen idea de lo que hacen, o sí la tienen, están violando las reglas. Por ejemplo, la manera de atender al género y sus cultivadores en Casas de la Trova del país es totalmente inexplicable, porque aún hay creadores que no pueden acceder a este espacio ni gozan de la promoción que en ella se desarrolla. Habría que analizar qué problemas enfrentan los trovadores dentro de sus casas, las que sí fueron creadas para este género, y hoy no es un secreto que en algunas de estas se promociona todo tipo de música, muchas veces en detrimento de la Trova; en otras hasta se les cobra la entrada a los trovadores, hecho que no contribuye a sentir esta institución como la casa de los trovadores cubanos y muy especialmente hay que revisar ¿cuán beneficiados son los jóvenes trovadores en las decisiones que toman las direcciones de estas casas?
La promoción o la muy escasa promoción para quienes somos trovadores y en especial para los jóvenes trovadores del interior hay que transformarla en su propia concepción. Es tan importante salir en Juventud Rebelde como en el periódico de la provincia donde uno se desenvuelve y vive, o actuar en el Teatro Nacional como en las peñas de la localidad.
En mi caso tengo los espacios Café con cuerda y Contraste; ambos me permiten desenredar la muy alargada y compleja madeja de la promoción y la visualización.
Carmen es tema obligado en tus presentaciones. ¿Quién es esa mujer que mereció tanta poesía?
Carmen es una mujer común, sencilla y humilde, como muchas cubanas y esa condición por sí sola la hace grande. Es una dama que tiene un espíritu abrazador, como si no fuera de este lugar. De hecho no amo a Carmen, sino su canción, y lo que deja en mí su poesía cada vez que la canto es pasión y admiración.
¿Y los temas con los que más te identificas?
No podría escoger, todo lo que hago es porque lo siento; nada es obligado y eso me inspira constantemente. Sin embargo, ahora estoy muy complacido con Laberinto y Cancioncilla, porque son temas para siempre, para los que aman. Igual ocurre con el montuno Son a Maffo, de Oscar Mora Fornaris, que hace poco interpreté y ha tenido gran aceptación.
Muchos te califican como una «revelación», otros como la «reencarnación de Ñico Saquito», pero te niegas a aceptar esos calificativos. ¿Por qué?
Como joven trovador me gusta mirar hacia atrás para saber de dónde vengo y con ese conocimiento saber hacia dónde voy. Prefiero ser Ramón David, uno de los que defiende este género preñado de raíces. Cuando canto siento que le estoy cantando a Matamoros y a Ñico Saquito.
También he tenido mucha influencia de Sindo Garay y de Cachao, el viejito de mi tierra, al tiempo que encuentro muy interesantes las propuestas de la música más contemporánea como la de los Van Van, Cuba Libre, La Camerata del Son, Interactivo, X Alfonso, Pancho Amat y Tony Ávila.
Yo prefiero homenajearlos a todos con mi música y rendirles el eterno agradecimiento que merecen, porque todos los artistas estamos en deuda con esos maestros.
¿Los noveles trovadores tienen que beber de esa tradición?
Y quien no beba sería otra cosa menos trovador. El artista, aquel que se siente artista, tiene la responsabilidad de conocer sus raíces. Lo bueno y lo bello es sublime y como decía El Principito: «lo esencial es invisible para los ojos».
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