Yeney de Armas se ha colado como un duende en el mundo de la literatura durante este último par de años. Ya ha ganado varios reconocimientos y se mueve con igual precisión en el mundo de la narrativa para adultos (hasta ahora ha sido premio Calendario por el libro Rapsodia bohemia y premio Eduardo Galeano por el cuento Encuentre las doce diferencias) y en la literatura para niños y jóvenes (ha obtenido la beca Dador por el proyecto de libro «Un mundo allá afuera» y fue premio Eliécer Lazo por el cuento Primos). Respondiendo a su cariño por las tablas (no las de multiplicar), incluso fue Jefa de Sección de Artes Escénicas en la filial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de la Habana. Por eso ahora le hacemos esta entrevista y tratamos de hacer preguntas originales y un poquito divertidas, porque la literatura, al fin y al cabo, es música para los sentidos y alimento para pensar, pero, en el fondo, también es entretenimiento y diversión.
¿Qué te gusta más: la carne de cerdo, la de ternero o el helado de fresa? En otras palabras, ¿qué género literario prefieres: el infantil-juvenil, la dramaturgia o la narrativa para adultos? Por favor, también especifica por puntos o por comas que es lo que te atrae de la literatura infantil-juvenil, de la dramaturgia y del helado de fresa.
Cuando hablas de comida es difícil concentrarse en otra cosa. Pero haré un esfuerzo. Los géneros vienen como las recetas: a veces es mejor hornear y otras freír. Cuando una historia llega, los géneros me permiten encontrar la mejor forma de contarlas. La dramaturgia me convierte el texto en acción, lo dinamiza. Con la literatura infantil intento acortar brechas comunicacionales entre el ahora y el yo que voy dejando atrás. ¿Sabes lo qué es el arroz con mango? A veces eso también me pasa. Porque hay platos que necesitan hornearse y después pasar por grasa caliente. Vamos a dejarlo ahí que se me derrite el helado de fresa.
¿Te consideras parte de un grupo literario, o algo parecido a una generación? En caso de que pienses que no eres parte de nada: ¿te gustaría pertenecer a un grupo literario, a uno de música o uno de teatro? ¿Qué instrumento tocarías? Y ya que pregunto eso, ¿escribes a mano o directo en el teclado de una PC, máquina de escribir o Iphone de última marca? ¿Tienes alguna hora en específico para trabajar?
Escribo en lo que aparezca, pero por si acaso siempre trato de andar con un bolígrafo y una libreta de notas, no vaya a ser que el móvil se quede sin carga y en la casa no haya electricidad para encender la PC. No me considero parte de ningún grupo literario. Me parece que ahora existe una especie de vacío generacional. Fuera de la parte cronología (fecha de nacimiento, edad) no hay nada más que nos una a los jóvenes que estamos emergiendo ahora. Para mí es una pena porque la historia literaria cubana ha tenido muy buenos grupos literarios que han aportado muchísimo. Me hubiera encantado por ejemplo pertenecer a los «novísimos». Disfruto ese sentido de responsabilidad creativa que observo al leer cosas de esos autores. Es como encontrarle un plus a la creación. Con los textos de algunos escritores de la Generación Cero también me identifico. Ese desenfado en la manera de narrar y la inclusión de códigos de otros lenguajes como la música, el cine o los videojuegos me resulta muy atrayente. Pero yo llegué tarde a esa también. Así que, como no pertenezco a nada, probablemente te siga el consejo y haga las audiciones para ser la voz líder de algún grupo metalero.
¿Qué temas te gusta tocar en tus historias? ¿Cuáles no te gustan?
No me gustan los vivieron felices para siempre. Hay muchas maneras de vivir feliz y nadie tiene el derecho a revalidar o imponer un ideal de felicidad. Los creadores tienen la ventaja de, a través de su obra, romper fronteras comunicativas que a veces de persona a persona es difícil. Entonces, creo que esa ventaja se debe aprovechar para hablar de lo que a veces duele o molesta, pero está ahí. No estoy hablando de obras depresivas, pesimistas o fatalistas. De eso nada. Hablo de otro tipo de literatura nada complaciente, que se parece más a la vida real, como El club de la pelea de Palahniuk, Desgracia de Cotzee o Trilogía de New York de Auster, entre otras.
Recientemente ganaste una beca Dador en el género infantil-juvenil, ¿podrías decir a rasgos generales de que trata tu proyecto de libro «Un mundo allá afuera»? y, de paso, ¿de qué trata Rapsodia bohemia?
«Un mundo allá afuera» intenta recrear la vida de una niña semiadolescente, si es que ese término existe. Es esa edad difícil en la que se está abandonando la infancia pero todavía no se asume la adolescencia. El reto para mí ha significado contar la historia desde el punto de vista de la propia niña sin caer en los clichés literarios que comúnmente se suelen utilizar. Narrar las relaciones que van surgiendo entre ella y su amor platónico (un chico mayor), su madre autoritaria y su padre ausente sin perder el vuelo poético. Por su parte, Rapsodia Bohemia se mueve en otros resortes. Va en busca de una polifonía de voces o (al menos) de temáticas. La soledad, el abandono, la vejez, la pérdida y sobre todo las frustraciones. Los personajes, en su mayoría mujeres, luchan constantemente con ese deseo de querer hacer y no poder o, en el afán de hacer, terminar haciendo otra cosa. ¿Parece un trabalenguas? Por si acaso, te adelanto que un libro y otro no tienen mucho en común, aunque ya el público dará su propia versión.
¿Qué sientes al ganar un concurso? ¿Qué sentiste con el Calendario? ¿Por qué concursar? ¿Crees que hay muchos concursos literarios en Cuba o en realidad son muy pocos?
Sobre los sentimientos no te voy a hablar. Ya los he ido diciendo en el momento de cada premiación y repetirlos ahora sería remarcarlos de forma mecánica. Así que espero no te importe que me concentre en el final de tu pregunta. El propósito de concursar me lo he replanteado varias veces. En ocasiones, en cuanto termino de escribir una historia. Me pregunto si será concursable y, a veces, si no estoy muy cansada, le doy otra lectura poniéndome en posición de posible jurado. Esto está condicionado por las ventajas que te dan los concursos. Por el ejemplo, el propio premio Calendario posibilita que mi obra se ponga en el lapso de un año a dialogar con el público, partiendo de un cuidado con la edición y el diseño atractivo del libro. Además, plantea una visibilidad para mí como autora dentro del mundo literario. Este tipo de concursos que apoyan la creación (sobre todo, si es como en este caso, que imparten un impulso a la creación de los que comienzan) me parecen muy importantes y nunca serán suficientes. Ahora, lo que no creo saludable es que sea esta la vía más expedita y eficiente para que un autor pueda poner a dialogar sus obras o pueda ser tomado en cuenta. Me parece que, a la larga, eso puede crear deformaciones escriturales. Para quién escribimos entonces podría ser la interrogante; para el público común o para otros escritores miembros de un jurado. Sé que estas cuestiones ya se están debatiendo y me parece bien. El creador siempre debe cuestionarse y replantearse sino deja de crear y comienza a reproducir.
Supongo que esta pregunta se ve venir: por favor, mencionar ventajas y desventajas de pertenecer (o haber pertenecido) a la AHS, al Centro Onelio y a alguna otra más que se te ocurra.
Me parece que las reglas hay que conocerlas para poder usarlas y romperlas según se necesite y en eso el centro Onelio me ayudó muchísimo. En la AHS he podido conocer y compartir con otros creadores. También algunos espacios han servido para visualizar mi obra. Los eventos, las peñas. Experimentar ese tipo de intercambio me ha nutrido como creadora.
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