Para Elizabeth Reinosa Aliaga (Bayamo, 1988) la décima es una forma de expresión ilimitada en constante resurgir. No solo para los poetas de anteriores generaciones que ven en ella parte del sólido engranaje que conforma la identidad nacional, sino, además, para los jóvenes poetas que encuentran en el verso octosilábico una manera de expresar con completa libertad creativa sus obsesiones poéticas.
Para Elizabeth, el escritor tiene un poco de Sísifo: sube una pesada piedra a la cima de una colina y poco antes de llegar, cuando se vislumbra la cumbre, la piedra siempre rueda hacia abajo, perpetuamente, a manera de castigo divino. Así «el camino del aprendizaje es interminable» y a la vez constante, de la misma manera que «el vacío es imprescindible, porque hace que luego todo tome sentido».
Ingeniera de profesión, miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y egresada del XIII Curso de Técnicas Narrativas Onelio Jorge Cardoso, Elizabeth ha obtenido, entre otros, los premios de poesía José Antonio Echeverría (2006), Décima al Filo en el XI concurso Ala Décima (2011) y Nieves de Mayabeque (2011). Además, el segundo lugar en los concursos Regino Pedroso (2012) y Ala Décima (2013) y mención en los premios Wolsan-Cubapoesía (2012) y Emilio Ballagas (2013).
Recientemente resultó ganadora del IV Concurso Toda luz y toda mía, en Sancti Spíritus, con la obra Fugas (2015) y del V Concurso de Décima Escrita Francisco Riverón Hernández, con Formas de contener el vacío (2016). Tiene publicado por Ediciones La Luz el cuaderno En la punta del Iceberg (2011).
Elizabeth, como en uno de sus poemas, en el que se evidencia cierto influjo de la argentina Alejandra Pizarnik, quiso fundar una palabra y resultó un disparo. Un disparo poético. De esos en los que el poeta entrega parte de su vida en la escritura y con el que, a manera de inmerecida recompensa, obtiene, a pecho abierto, la plenitud del verso.
Ganaste recientemente el V Concurso de Décima Escrita Francisco Riverón Hernández con Formas de contener el vacío. ¿Por qué, cuando la joven poética cubana parece alejarse de la tradición rimada, apuestas todas las cartas por el verso octosilábico…? ¿Crees que hay un detrimento de la décima en los autores jóvenes o ves un constante resurgir del género?
Creo que, efectivamente, estamos en presencia de un momento luminoso para la poesía rimada en sentido general. Confieso que hace diez años veía la décima con cierto escepticismo, me acerqué a ella jugando, conociendo apenas los elementos técnicos, pero quedé enamorada del verso octosilábico, y en la actualidad lo disfruto y lo considero un recipiente más en el cual los poetas pueden verter su poesía. Pienso que es una estructura muy flexible desde el punto de vista temático y también formal porque no la veo como una caja cerrada en sus estrofas de diez versos octosílabos, son muchos los experimentos alrededor de la métrica y de la disposición y ruptura de los versos. Percibo un resurgir de la décima no solo entre los autores jóvenes que la consideran una forma de expresión ilimitada, sino además entre muchos de generaciones anteriores que la siguen concibiendo como una estructura nueva y de larga vida todavía.
José Luis Serrano, comenta en una entrevista que «escribir décimas o sonetos posee una estructura similar al suicidio». ¿Hasta qué punto un poeta va «dejando su vida» en la escritura, en el enfrentamiento constante y desgarrador con la página en blanco…?
El enfrentamiento cotidiano con la página en blanco puede ser una muerte desgarradora, pero dulce; electrizante, pero divina. Sospecho que el escritor tiene un poco de Sísifo, dejando la vida en cada paso sin llegar nunca a la cima, porque toda obra es perfectible y el camino del aprendizaje, interminable. Pero el escritor también tiene de Zeus, padre de todos los dioses a los que logra dar vida. Yo sufro mucho cuando no tengo historias para entregarle a la página en blanco, pero pienso que el vacío es imprescindible, porque es lo que hace que luego todo tome sentido. Como Serrano, yo a veces quiero fundar palabras, pero resultan disparos.
¿Podrías hablarme, a simples rasgos, de Formas de contener el vacío? ¿Cuál es el hilo conductor de este texto? ¿Qué te preocupa, qué deseas expresar y qué esperas recibir con la escritura?
Formas de contener el vacío es un libro bastante heterogéneo desde el punto de vista temático y esto se debe a que recoge poemas escritos en diferentes etapas de mi vida. En Formas… hablo de amores, de pérdidas, de anhelos, de cicatrices. Es un libro con muchas zonas oscuras pero con algunas (por suerte) luminosas y está cargado de elementos autobiográficos, aunque esto no me asusta, porque creo que toda obra parte, de alguna manera, de la experiencia del autor.
Por eso precisamente me interesa expresarme acerca de lo que me afecta, de mis circunstancias (que pueden ser reales o no) y de mis aspiraciones (me encanta fabular). De la literatura no espero nada y a la vez lo espero todo. Contradictorio ¿verdad? Solo deseo poder encontrar siempre la libertad que me brindan las palabras.
¿Cuándo sabes que un poema está terminado? ¿Y aún más, cuándo sabes que un libro ya ha cobrado su forma, su cuerpo, su consistencia…?
Imagino que eso es un sexto sentido que desarrollamos los escritores y se deriva del estudio de las obras de otros autores y, sobre todo, de la propia experiencia. A mí me cuesta mucho trabajo asumir que un libro ya está listo, despegarme de él, dejarlo ir… Comparto (en parte) la opinión de Oscar Wilde de que «no existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo». Creo que en principio es así de simple… pero el proceso de escritura se hace más complejo en la medida que buscamos la forma ideal de expresar el contenido. Después de esto tenemos nuestro primer borrador y ahí es donde comienza verdaderamente el oficio.
¿Cómo llegaste a la poesía y te supiste poeta? ¿Cuánto influyó Holguín en tu formación literaria?
Comencé a escribir mis primeros poemas mientras estaba cursando la escuela primaria, quizás desde ese momento supe que quería ser escritora, pero no lo asumí inmediatamente. Cuando tenía 16 años comencé a asistir al taller literario municipal de Holguín: Pablo de la Torriente Brau. Este fue el momento en que me identifiqué verdaderamente como poeta. Muchos escritores no ven con buenos ojos los talleres literarios; por mi parte, aunque creo firmemente en la vocación que debe poseer cada escritor, pienso que los talleres literarios permiten no solo la apropiación de herramientas necesarias a la hora de escribir, también hacen posible el intercambio con otras personas que sienten la literatura de la misma manera y eso es bueno al menos para no sentirnos tan solos. A Holguín le debo muchísimo, primero porque me parece una ciudad muy propicia para desarrollar la vocación de poeta, el solo hecho de caminar por sus calles me sigue llenando hoy de un sentimiento que no he logrado encontrar en otro sitio. Además, le agradezco los buenos amigos que me han dado —a través de los años— excelentes lecciones de literatura y de vida. Si tuviera que dejar una parte de mi cuerpo en cada lugar de la Isla donde he vivido, en Holguín dejaría, indiscutiblemente, mi corazón.
También has incursionado en la narrativa… ¿Qué te aportó cursar el Curso de Técnicas Narrativas Onelio Jorge Cardoso?
He incursionado muy poco en la narrativa (algunos cuentos y una novela para niños). Me concibo más como poeta. Pero la experiencia que aporta el Centro Onelio Jorge Cardoso va más allá de la etiqueta de narrador. Siempre digo que llegué al Onelio con la ilusión de tener en mis manos Los desafíos de la ficción, un libro de técnicas narrativas que considero una joya. Viviendo todavía en Holguín recuerdo que muchos amigos, que ya habían pasado por este taller y que por supuesto tenían el libro, se negaban a prestármelo. Yo tomaba esto en broma pero también muy en serio y les prometí a ellos y a mí misma que me ganaría el derecho de tener en mis manos Los desafíos… Este fue el primer impulso para apostar por el Onelio. Ya dentro, supe que ese era el lugar donde quería estar. Allí encontré respuestas, amigos, herramientas… Traté de sacarle el mayor provecho no solo a las excelentes conferencias, sino también al intercambio con jóvenes que como yo tenían deseos de contar historias y de compartirlas.
¿Qué autores consideras imprescindibles a la hora de conformar una antología de influencias en tu obra? ¿Por qué?
Es difícil pensar en los autores que deben estar en esa antología, porque son muchos los que han aportado si no ideas quizás ciertos estados de ánimo que han permitido el nacimiento de algún texto. Prefiero identificar a los que están más cerca de mi corazón, por el impacto que me han producido sus obras en determinados momentos de mi vida. En esta lista incluyo a Gabriel García Márquez (Cien años de Soledad), Mario Vargas Llosa (La Fiesta del Chivo), Hemingway (El viejo y el mar), Dostoyevski (Crimen y Castigo), Tolstói (Ana Karénina), Flaubert (Madame Bovary) y Clarice Lispector (Cerca del corazón salvaje). Leyéndolos me di cuenta de que las posibilidades que brinda la literatura son infinitas.
En materia de poesía no puedo dejar fuera a Dulce María Loynaz, Emily Dickinson, Sylvia Plath y Alejandra Pizarnik, tampoco a Vallejo, Martí, Rilke, Rimbaud, Tagore y muchos otros. En fin, que la antología es bastante concurrida.
¿Cómo ves la poesía escrita por los jóvenes de tu generación?
Actualmente nos encontramos en medio de un momento de experimentación bastante interesante. Existe una pluralidad de voces jóvenes con estilos bien definidos y obras consolidadas. Creo que mi generación está tomando conciencia del momento que nos ha tocado vivir y esto es algo que evidentemente se refleja en la poesía que se está escribiendo. Solo espero que los espacios críticos literarios tomen un papel más protagónico en el acercamiento de los lectores a las obras de estos noveles autores.
El año pasado obtuviste el premio principal en el IV Concurso Toda luz y toda mía, en Sancti Spíritus, con la obra Fugas. Eres una autora, además de joven, prolífica en la creación poética y en la décima escrita. ¿Cuál ha sido la mayor satisfacción que te ha aportado la literatura?
La literatura me ha brindado grandes satisfacciones, pero la mayor es precisamente el descubrimiento de nuevos universos ajenos y propios, que a través de la palabra se van instalando en mis estilos de expresión y de vida.
Publicaste en 2011: En la punta del Iceberg, en la colección Analekta de Ediciones La Luz… ¿Cómo valoras el trabajo de las editoriales de la AHS en relación con la promoción de la joven literatura cubana?
El trabajo de las editoriales de la AHS es invaluable en la promoción de la joven literatura cubana. Creo que a fuerza de voluntad y amor por lo que hacen están entregando libros hermosos al público lector. Ahora mismo estoy pensando en diferentes propuestas de las editoriales La Luz (Holguín) y Áncoras (Isla de la Juventud) y es gratificante saber que han logrado despertar el interés y la preferencia no solo de los lectores, sino también de los escritores (incluso de amplia trayectoria), que desean el nacimiento de sus libros bajo estos sellos.
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Bonita entrevista. Conocí a Eliza el pasado año 2015 en la edición del evento Décima al filo. Me sorprendió gratamente su poesía, sus décimas. Si nos guiamos por Serrano, nuestro fraterno hermano y colega en las palabras, ¿cuántas veces nos hubiésemos «suicidado» en nuestros versos? ¿De cuántos disparos octosilábicos o endecasílabos?? Amo al soneto como al octosílabo, y me place compartirlo contigo, Eliza. tú lo sabes. Recibe mis afectos.