El guantanamero Yusmani GaÃnza Sánchez asegura que no dejará de dirigir la banda de conciertos, de enseñar, de formar instrumentistas, pero se resiste a dejar que le borren su sueño mayor.
Yusmani GaÃnza Sánchez supo desde siempre que querÃa ser músico, pero no consiguió empezar a amasar ese sueño hasta que cumplió los 20 años.
«UbÃcate: nacà en Niceto Pérez, en una comunidad nombrada Mártires de la Gloria. Desde pequeño me incliné por el arte, pero no encontraba adónde acudir. En esa localidad, en la que hay solo 54 casas, viven muchos profesionales, pero ninguno tiene que ver con lo artÃstico… Yo no lo recuerdo, pero mi mamá me cuenta que yo hacÃa una canción de cualquier cosa. Me soltaban una palabra y allà iba yo a inventar una letra y a cantar, como si me hubieran dado un pie forzado. En lo más profundo de mi ser estaba la convicción de que ahà estaba mi camino. No me preguntes por qué, pues en Mártires de la Gloria aquel sueño era la mayor de las utopÃas».
Casi resignado, después de cursar la Secundaria y el Preuniversitario, Yusmani optó por la carrera de Derecho, mas no le gustaba en lo absoluto. «Empecé, pero las clases me resultaban insoportables, ni siquiera iba a la escuela. No querÃa saber de Derecho ni de Medicina, que era el deseo de mi madre, para que siguiera la lÃnea familiar. Por la radio me enteré de la convocatoria para aquellos que aspiraban a integrar bandas de conciertos que se crearÃan. Nunca se me habÃa ocurrido tocar algún instrumento y mucho menos que me convertirÃa en director. Eso jamás me pasó por la cabeza. ¿Do, Re, Mi, La? ¡No, hijo, no! No sabÃa qué cosa era nada de aquello. Ya te digo que no conocÃa de la existencia de Bach, Beethoven, Mozart… Lo único que yo escuchaba era Nocturno, que me encantaba, porque mi mamá me cantaba las canciones de Juan y Junior, y muchas otras que fueron armando mi sueño. Yo querÃa ser cantante sobre todo».
¿Y entonces qué ocurrió?
Me presenté en un lugar llamado La Yaya, en el museo, donde se estaban realizando los exámenes que me hicieron los maestros Conrado Monier, Antonia Luisa Cabal «Tusy» y Adonis Fernández. Fue Monier quien me dijo que tenÃa posibilidades. Pero luego me olvidé. TenÃa 17 años cuando aquello y pensé que esa historia no iba a conducir a ninguna parte. Sin embargo, al finalizar el Servicio Militar en La Habana me encontré la sorpresa.
«Antes, en la capital, como la música era una idea fija, me dirigà a la escuela Alejandro GarcÃa Caturla, donde conocà a una directora de coro, Oriana Pérez, quien comenzó a impartirme algunas clases para que educara mi voz. Fue ella quien me habló de un curso nocturno, el cual comenzaba a las seis de la tarde y terminaba a las diez de la noche, pero no lo conseguà por el tema de la dirección. Sin embargo, la maestra, en un acto de amor tremendo, sin cobrarme ni un centavo, se dispuso a darme clases particulares. Me ayudó mucho y alimentó mi confianza».
¿Cómo fuiste a parar a la dirección de una banda?
Con 20 años, terminado el Servicio Militar, de regreso a Guantánamo, matriculé en la escuela de bandas. Yo querÃa estudiar percusión, mas como no fue posible, me propusieron trompeta. Pero sucedió que ese instrumento no tenÃa nada que ver conmigo, asà que me cambié de especialidad y me fui por el clarinete. De todas maneras, la primera vez que lo tuve en mis manos no supe qué hacer con él. Era incapaz de extraerle sonido. ¡Terrible! Pero después resultó divino, porque empecé yo mismo a descubrir notas, a experimentar intentando sacar canciones…
«Ya luego, cuando se iniciaron las clases (por suerte me tocó como profesor el director del Cuarteto de Clarinetes de Guantánamo, Rayder Pacheco) me percaté de que era más que eso, que se trataba de adueñarse de la técnica del instrumento, hacer bastantes notas largas, enfrentarse a un mundo superraro, y de mucha paciencia y dedicación, algo que al principio no se llevaba muy bien con mi juventud. Pero poco a poco el clarinete me fue cautivando, hasta que me apasionó. Tanto, que siempre estuve en la delantera entre mis compañeros. No pocos me ayudaron, como la maestra Carmen —en la lectura musical—, esposa de Monier, profesor que fue un puntal en mi carrera, al igual que Tusy; también Agianit Paján Trejo, directora entonces de la Banda Provincial de Conciertos, que confió en mÅ».
¿Cómo se produjo ese cambio en tu carrera, si amabas tanto el clarinete?
En tercer año ya tocaba y hacÃa prácticas en la Provincial de Conciertos de Guantánamo, bajo las órdenes de la maestra Agianit. Fue en ese tiempo que me propusieron estudiar Dirección, algo que era completamente nuevo para mÃ. Yo era el clarinetista principal de la banda de Niceto Pérez y me desempeñaba también como su administrador, y en una ocasión en que el director se tuvo que ausentar por una reunión a la que lo citaron y yo me quedé al frente, me puse a dirigir un himno, recuerdo que era El miliciano, justo en el momento en que pasaba por allà la profesora de dirección. Al rato me mandó a buscar para proponerme que dirigiera la banda de Caimaneras… Como vivo más cerca de allà que de Niceto Pérez… «Tú tienes para eso», trató de entusiasmarme. «Mire, profe, es que no puedo dejar el clarinete», que era la pura verdad, pero ella logró convencerme. Asà terminé las dos carreras al mismo tiempo.
¿Pero la Dirección te llegó a conquistar?
Desde que la batuta cayó en mis manos, aunque no he dejado nunca de tocar.
¿Cómo fuiste recibido en Caimaneras?
Esa banda se formó cuando todavÃa estábamos en la escuela. De sus integrantes solo dos me conocÃan, aunque el resto conocÃa de mi trabajo. De cualquier modo no fue fácil. Apenas habÃa visitado ese territorio en una o dos ocasiones, y era un extraño que llegaba allà a dirigirlos. Para colmo no solo pensaban diferente a mà sino que eran mayores que yo. SÃ, fue muy difÃcil empezar a enseñarlos, incluso a cómo debÃan sentarse, a pesar de que yo aún estaba aprendiendo y todos habÃan sido compañeros mÃos y hasta nos graduamos juntos.
«Hubo momentos muy duros, porque la banda comenzó a asumir un repertorio de mayor rigor y, por tanto, de mayor complejidad técnica, y habÃa instrumentistas que no poseÃan las condiciones, que ya no eran buenos, y no quisieron estudiar más, superarse; algo que era inadmisible. La vida le pasa la cuenta al músico que no estudia todos los dÃas. Y me busqué muchos problemas. Bueno, aún me los sigo buscando, aunque ya no intentan tirarme sillas… Ahora hay otra cultura. Quienes conforman la banda en la actualidad están graduados, evaluados incluso. El pensamiento es otro».
¿HabÃa en Caimaneras hábito de escuchar retretas?
HabÃa cultura de escuchar ese tipo de música, sobre todo las obras de Glenn Miller, que traÃan en LP los trabajadores de la Base, sin embargo, a mà me tocó fundar en Caimaneras una banda, que allà nunca habÃa existido. Pero sÃ, el público caimanerense tiene cultura musical. Ahora se ha perdido mucho eso, mas la gente tiene un amor increÃble por su banda. Cuando esta no se presenta los viernes y los sábados en el parque, me busco un lÃo con el Partido y el Gobierno. A veces organizo conciertos didácticos en el Centro de Promoción Cultural, donde la gente va, comparte y aprende sobre autores, instrumentos, la música… En ocasiones nos subdividimos en diversos formatos: un quinteto de saxofón, un dúo de clarinetes, un solo de flauta… También hemos pensado en invitar a algún cantante que pueda interpretar los arreglos de piezas que están en nuestro repertorio y que pueden ser cantados».
¿Cómo montas el repertorio?
Ensayamos por la mañana. Lo vamos haciendo con calma porque como mis músicos no tienen formación académica, hay que estudiar bien cada partitura, lograr que primero ellos se escuchen bien para luego poder lograr un empaste sonoro con toda la banda. Ello exige que ensayemos mucho por cuerdas, lo cual permite que ellos puedan dominar sus partes y escuchar al otro compañero. Es un trabajo muy complejo.
Pero igual te da muchas satisfacciones…
Por supuesto, justo por esa razón después que me gradué el primer proyecto que hice fue crear una academia de música, la Antonia Luisa Cabal, en honor a Tusy, de la cual egresaron muchos de los músicos actuales de la banda, formados en instrumentos de viento. Es difÃcil, porque yo solo toco clarinete, flauta y saxofón, y tengo que enseñar trompeta, tuba, trompa, lo que me ha obligado a estudiarlos con detenimiento, a adentrarme más en la teorÃa, para que luego sean capaces de leer las partituras. No tenemos local, damos clases en la calle, donde se pueda, pero no nos detenemos.
¿Y qué ocurrió con tu pasión por el canto?
Fundé un proyecto, Catarsis, que integramos cinco instrumentistas de la banda, quienes nos reunimos para interpretar nuestra propia música, asà como versiones de temas de Noel Nicola, Juan Formell, Raúl Torres… Ahà me doy la oportunidad de cantar y de tocar la guitarra de vez en cuando. No quiero dejar de dirigir la banda de conciertos, de enseñar, de formar instrumentistas, pero ¡quiero cantar! Ese es mi gran sueño. Creo que es una oportunidad que me merezco.
Tomado de: http://www.juventudrebelde.cu/
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