Notas para seguir pensando un país

Todo proyecto necesita mirarse constantemente, para evitar caer en la trampa de repetirse o agotarse. Sobre todo si es un proyecto joven, que aún está trazando los derroteros por los que habrá de transitar. Por eso, en este segundo aniversario del espacio de debate La Caldera, que todos los meses convoca la AHS en Villa Clara, aprovechamos la oportunidad para apuntar algunas ideas.

Dos años no es mucho, pero cuando se piensa que implican veinticuatro invitados distintos, entre los que se incluyen figuras como Abel Prieto, Jorge Fornet o Miguel Barnet, cada uno debatiendo desde perspectivas y sobre temas diferentes, vemos también la cantidad de trabajo que implica y la responsabilidad que tenemos de frente a los años por venir.

El principal logro de este tiempo ha sido, sin lugar a dudas, visibilizar el espacio. Construir algo como La Caldera en una ciudad alejada de La Habana implica, entre otros retos, la posibilidad de pasar completamente desapercibidos. El habanocentrismo de nuestra sociedad nos pasa factura constantemente y cuesta hacerse oír y ser tomado en serio, más si es un proyecto tan joven y conducido por jóvenes.

Los medios muchas veces no se acercan a los espacios a no ser que estos tengan como invitados a personas de renombre. Mediocridad constante de nuestra prensa que, salvo honrosas excepciones, desconoce que lo importante de un debate está en la esencia y no en la forma. Está en la calidad de los especialistas que se invite y en la conexión que logren estos con el público, más que en la visualidad mediática de algunas figuras. Lo cual no quiere decir que estas figuras no sean especialistas de puntería y magníficos comunicadores. La crítica no va contra ellos, sino contra unos medios que dan un seguimiento irregular y superficial a los espacios, bordeando muchas veces los temas más espinosos.

Un espacio de debate como La Caldera, debe ser, ante todo, incomodo. Pero incomodo desde una perspectiva revolucionaria, desde la perspectiva de Fidel cuando dijo Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado, lo que implica que Revolución es pensar crítica y constantemente la realidad en la que vivimos, comprender sus contradicciones y, solo a través de esta visión dialéctica, construir el mejor país al que todos aspiramos. Por eso La Caldera es un espacio de la Revolución, donde los jóvenes nos hemos dado a la tarea, desde el compromiso, de pensar críticamente a esa Revolución. Algunos no lo entienden, otros, por suerte, sí.

Todo espacio que se pretenda serio tiene, también, un gran compromiso con su público. Consolidar un público que acuda regularmente, que debata, que se interese por los asuntos que se abordan, no se logra con temas tibios, demasiado oficialistas o bordeando cómodamente los problemas. Un público serio, instruido, requiere de preguntas y temas que lo interesen y atrapen.

Todo espacio joven debe ser, ante todo, agradecido. Es mucho el apoyo que, como AHS y como proyecto, hemos recibido en este tiempo, particularmente del director del Sectorial de Cultura y del presidente de la UNEAC en Villa Clara, sin ellos la logística y muchos otros inconvenientes hubieran resultado insalvables.  

Siempre habrá quien considere al espacio contrarrevolucionario y quien lo considere oficialista. Esas son las posiciones de los que no construyen. Sin pretender empujar una nación, no es tanta nuestra vanidad, si somos parte de aquellos que se sienten comprometidos con su pasado y su presente. Por eso, parafraseando a Barnet, pedimos perdón, pero nuestro deber es seguir pensando un país.

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