La tarde en la sede de la UNEAC avileña fue la propicia amiga de los trovadores que inauguraron con un coctel de bienvenida este 11 Encuentro Nacional de Jóvenes Trovadores. Fue el momento propicio para que Jorge Luis Neyra, organizador del evento diera las palabras de bienvenida, obsequiara a cada participante el pulóver de recordatorio y el programa del suceso trovadoresco avileño.
Fue la tarde ideal para compartir con trovadores de la altura de Yaíma Orozco, Ariel Barreiro, Nelson Valdés, Yoan Zamora, Héctor Luis de Posada, Yasel Rodríguez y otros más que corrieron a la ciudad de los portales convocados por el 30 aniversario de la AHS y los 50 de la UNEAC.
Se dieron las pautas a seguir para que ninguno de los participantes perdiera el hilo de este suceso tan bien edificado. Se brindó en favor de la paz mundial y con todo el orgullo de ser trovadicto y soñador en la isla cargada de palmas y música.
Entre los amigos, hablamos de lo que usualmente hablamos los amigos: música, deportes, la vida diaria, nuevas canciones, textos por escribir, la familia, de esta ciudad tan hospitalaria como hermosa.
La noche, entonces, fue propicia para comenzar con un concierto de Nelson Valdés, cantautor que tiene muchos seguidores en Ciego de Ávila. La cita estuvo pactada en la sede del guiñol polichinela, la sala Abdala, que reluce sus nuevos afeites y brilla en calidad de ventilación, pintura y luces.
El concierto, con una hora y tanto de duración, estuvo bien construido desde su canción inicial hasta la última que estuvo pendiente de ser solicitada por el público como en efecto ocurrió.
Con el acompañamiento de músicos cienfuegueros de la talla del bajista y director musical Yosmel Jiménez Claro, la guitarra eléctrica de Juan Pablo Estévez Sarduy y la percusión menor y el cajón de Yordanky Sánchez Socas; el concierto brilló en cuanto a sonoridad y color. Con arreglos orgánicos, diáfanos y depurados, tuvo equilibrio en cuanto al orden de los temas y del ambiente sonoro a alcanzar. Pero se pudo construir una mejor estructura con la totalidad de las canciones.
Cuando un trovador se enfrenta a un público por un tiempo bastante prolongado, debe pensar, primero, que las canciones escogidas sean conocidas por ese espectador, o nuevas y de buena pegada como para que no se distienda la noche cual sábana de aburrimiento.
Para eso los arreglistas van pensando en cada momento musical como un micro concierto que, en suma, dan todo un enramado de sueños y canciones que se enfila hacia el interés, lo ameno, a enfatizar en la belleza global del repertorio de ese artista. Y, de alguna manera, a mi parecer, faltó más solidez en la estructura del concierto de Nelson Valdés.
Sus canciones son interesantes porque melódicamente nos recuerdan las canciones cubanas del pasado. Es un trovador joven, pero que ha vivido escuchando a los maestros. Eso es identidad y parte esencial del background cultural en el que descansa cada creación. Eso se llama, también, color local. Y en ese sentido, Nelson Valdés no se desprende de la rutina de su ciudad, de las formas que asume su vida cuando abre los ojos con los primeros rayos del sol y su nené Santiago lo mira feliz. Nelson lleva consigo el sabor del pasado, del presente, ama su apego a la religiosidad de una virgen que vela sus pasos en cada acorde de FA mayor. Entiende a su cultura. Esa cultura que lo vio nacer y hacerse ente socializador. Y en este concierto, Nelson estuvo catalizando el ambiente cultural.
Pero las canciones por sí solas, independientes, no hacen un concierto y en ese sentido, cuando se colocan unas más movidas intercaladas con otras reflexivas o de tema amoroso, se consigue un equilibrio sin igual que permite al espectador el disfrute pleno del arte.
No digo que los asistentes a esta sala Abdala no hayan disfrutado la actuación de Nelson Valdés, todo lo contrario, pero en materia de estética, el concierto hubiera ganado mucho más. Es cierto, y el propio Nelson lo aclaró en su mismo prologar, que estaban cansados del viaje y no habían tenido tiempo de dilucidar un grupo de dudas.
Como fuese, el concierto se dio en unas condiciones inmejorables. El audio estaba a la altura del momento, así las luces y el público que, aunque no fue todo lo numeroso que se esperaba, captó la esencia del suceso y agradeció una vez más la presencia de Nelson en la ciudad de los portales.
Al final de cada canción las ovaciones no se hicieron esperar aunque los temas interpretados fueran nuevos. Este público avileño conoce de trova y ama las melodías de un Nelson Valdés que domina el escenario y el arte de hacer del disfrute, categoría estética, suprema, del arte.
No pudo faltar Labios en cruz, esa mítica canción que nos hace reflexionar con la cabeza apoyada en el hombro de nuestra pareja o sobre nuestro pecho, y nos permite un respiro en medio de los estertores de los tiempos que corren. Labios en cruz no es solo una canción de amor, es la impronta de la arquitectura de Cienfuegos, de sus calles rodeando cada alegría, cada despertar. Es la imagen del sol escondiéndose en el malecón, clamando silencio para pensar en su amada.
Nelson Valdés abrió este TROVÁNDOTE 2016 con un atril de canciones estelares y al nivel que le exigió su público, ese público que siempre lo escucha y lo aclama.
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a mi me gusto mucho el concierto, el tiempo se me fue volando, nelsito vino con canciones nueva de su nuevo disco que de seguro va hacer todo un escandalo musical por tener de invitado a los Muñequitos de Matanza y La Conga Oriental, mucha salud para el trovandote 2016 que todo siga como empezo