Licenciada en Periodismo, egresada en el año 2008 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Anneris Ivette Leiva García es una joven profesional que tiene la responsabilidad de dirigir el Centro de Comunicación Cultural del Ministerio de Cultura y además, una de las publicaciones digitales más prestigiosas en el ámbito intelectual: La Jiribilla.
Es muy joven, pero tiene una vasta experiencia en el ejercicio del periodismo, producto de sus años de trabajo en el periódico Granma, donde se desempeñó como jefa de información durante dos años y publicó más de doscientos artículos. Textos suyos aparecen en varias revistas y publicaciones.
Para comenzar, acércanos al momento cuando consideras que se definió tu vocación por el periodismo.
Bueno, ese límite de cuándo empezó o dónde definí que quería ser periodista es un poco impreciso en mi memoria, pero sí recuerdo que desde que comencé a acercarme a los textos de la literatura clásica y a los autores que han marcado una pauta en la historia de la literatura, me dije a mí misma que lo que yo quería hacer era escribir. Quería tener una profesión que me obligara a escribir toda la vida.
Por ahí, poco a poco fui definiendo qué perfiles profesionales podían ayudarme en esa intención hasta que descubrí que el periodismo estaba muy cercano a esa voluntad.
¿En la decisión de dedicarte al periodismo de forma profesional influyó alguien?
Siempre hay influencias de personas cercanas que te aconsejan. Guardo un especial recuerdo y agradecimiento para el periodista Joel Mayor, quien ahora se encuentra trabajando en el periódico de la nueva provincia Artemisa, quien en aquel momento era reportero del periódico El Habanero y hacía algunos años se dedicaba a preparar a jóvenes que aspiraban a aprobar las pruebas de aptitud de la carrera de Periodismo, que son bastante intensas. Para él todo mi agradecimiento porque me ayudó a prepararme, a enfrentar estas pruebas y porque también definió, si quedaba alguna duda, mi vocación por el periodismo.
Durante tus prácticas laborales tuviste la posibilidad de transitar por diferentes medios de prensa informativos, sin embargo vas a un periódico. ¿Por qué escoges la prensa plana?
Esta pregunta tiene que ver un poco con la primera. En principio, porque me gustaba escribir; entonces la prensa plana era el lugar ideal para empezar a ejercer esta profesión. Además, tuvo que ver con una situación coyuntural que me dio la posibilidad de ir para el periódico. Cuando nos graduamos, tenemos que satisfacer las necesidades que tenga el mercado laboral en ese momento e ir a trabajar donde nos ubiquen. En mi caso, fui ubicada en un periódico y yo quería ejercitarme en el periodismo impreso.
Después de unos años en la redacción del periódico Granma, asumes la responsabilidad de ser Jefa de Información Nacional. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Cómo asumiste ese reto?
En principio con muchísimo temor. Imagina lo que significa tener la responsabilidad de decidir lo que su publicaba en el órgano oficial del Partido en nuestro país, el periódico más seguido, más leído, el que todo el mundo busca porque es un referente de lo que es verdad. Tenía a mi cargo como Jefa de Información de la Redacción Nacional tres páginas, pues esta es la redacción más grande del periódico, la que más reporteros tiene. Empezaba además a dirigir un colectivo, o sea que no solo tenía la responsabilidad de decidir qué se iba a publicar, cómo hacerlo, sino también saber trabajar con lo que uno edita o no, el reto de dirigir a un colectivo de personas de los cuales muchos habían sido mis maestros, como el profesor José Antonio de la Osa y otros eran mis compañeros, que se habían formado y habían entrado junto conmigo y me tocaba guiarlos a partir de ese momento.
Después de estos años en Granma, ¿qué experiencias te ha nutrido, desde el punto de vista profesional, este órgano de prensa?
Ante todo le agradezco a Granma y a las personas que trabajaron conmigo allí, a mis compañeros, a mis jefes en aquel momento, el haber aprendido la responsabilidad con el trabajo. Trabajando en Granma uno tiene que cubrir determinada información que se te asigna como reportero y tienes que hacerlo lo mejor posible porque al otro día todo el mundo te va a leer, todo el mundo va a buscar esa información. Más allá de la persona que la publique, Granma va a ser el referente.
Esa responsabilidad con lo que uno escribía; esa responsabilidad con el tiempo en que tienes que hacerlo porque trabajas contra un horario de cierre; la responsabilidad de que no es posible la página en blanco… O sea, uno no se puede enfermar en el periódico, pero tiene que dar el paso adelante y quitarse los malestares, dejar de pensar en eso y escribir lo mejor posible porque al otro día no puede salir un recuadro en blanco con tu nombre que diga: “La compañera estaba enferma”.
Entonces, esa responsabilidad con el trabajo, el saber que no se pueden dejar cosas para mañana, ni dejarle cosas a otro creo que fue la enseñanza más grande que me dejó el periódico. Y por supuesto, el haber aprehendido las rutinas productivas, porque en la academia tenemos una formación muy vasta en los saberes de la comunicación pero sin dudas la experiencia profesional termina de formarnos como reporteros, como periodistas que somos.
Nos quedamos en el 2013, luego de los años de experiencia que pasaste en el periódico Granma, después asumes un rol en el Ministerio de Cultura, específicamente con el grupo de Comunicación. Llama la atención que tras haberte dedicado tanto tiempo a la redacción nacional abordes temas culturales. ¿Qué motivó esta transición?
Realmente la decisión fue bastante drástica, pero hay momentos en la vida en que uno tiene que decidirse a dar el paso para hacer lo que sueña. En mi caso, mi voluntad de formarme como periodista también tenía que ver con acceder a varias áreas del conocimiento, de la formación, de la vida. Ya había atendido bastantes tipologías temáticas en el periódico Granma en los temas nacionales; también tuve una pequeña incursión en la redacción internacional; me faltaba algo por hacer en los deportes, que los respeto mucho, pero no me voy a decidir nunca a enfrentarme a ese campo de conocimientos.
Decidí explorar el mundo de la cultura no solo desde el punto de vista de abordar un nuevo sector, un nuevo campo cultural, sino también una nueva forma de hacer comunicación. Soy formada en Periodismo, me declaro periodista, pero decidí ver qué podía hacer en el campo de la comunicación institucional que creo es algo que debemos dominar los comunicadores. Nuestra carrera, nuestra profesión, nuestro desempeño, deben ser lo más abarcadores posibles y la comunicación me quedaba como terreno pendiente por explorar.
¿En qué consiste el trabajo que realizas en el Centro de Comunicación Cultural del Ministerio?
También es de mucha responsabilidad, pero en otra latitud, en otro ámbito. El Centro de Comunicación Cultural se encarga de proponer, implementar y monitorear la política de comunicación del Ministerio de Cultura, que a su vez tiene mucha responsabilidad y visibilidad en nuestra nación.
Tenemos un equipo de desarrollo de las estrategias que se encarga de la implementación junto a los medios de comunicación sin los cuales no podríamos hacer nada; y un equipo que tiene que ver con la implementación de determinadas acciones específicas.
¿Cómo se articula el Centro de Comunicación del Ministerio de Cultura con las secciones que también abarcan esa área del conocimiento en otras ramas?
En los medios de comunicación, por ejemplo. Por supuesto que en tanto política del Estado, o sea, la política cultural y su expresión en la promoción, debe ser de cumplimiento para el resto de las instancias del país como mismo son las políticas en otros ámbitos de desarrollo social. Pero eso no sucede naturalmente, uno tiene que fomentar las relaciones personales. Las relaciones públicas son, por supuesto, un eje dentro de la comunicación y no son una ciencia que existe por gusto. Tenemos que tener muy buenas relaciones con los medios de comunicación, conocer sus particularidades, sus complejidades, las características de las personas y del trabajo que en ellos se desarrolla y tener una relación de negociación a la hora de gestionar nuestros intereses profesionales. Estos la mayoría del tiempo coinciden con los de los medios de comunicación porque la política informativa del país no está ajena al resto de las políticas. Eso pasa por un proceso de comprensión entre las personas que las implementan.
En el año 2013, además de la dirección del Centro de Comunicación del Ministerio de Cultura, asumiste la dirección de una prestigiosa revista digital que es una de las más leídas en el ámbito cubano: La Jiribilla. Cuéntame de esa experiencia y cuánto te ha aportado desde el punto de vista profesional.
Fue toda una sorpresa que me propusieran dirigir en paralelo la revista. Partió de una situación coyuntural de la dirección que la había fundado y dirigido hasta ese momento durante casi quince años y me tocó asumirla.
Ahora me desempeño en el campo de la comunicación institucional, pero por las venas me corre la sangre de periodista y me dije, bueno, lo voy a hacer y vamos a ver cómo sale. Es muy complicado, porque están en espacios físicos totalmente diferentes, son dos colectivos diferentes a pesar de que en su mayoría están compuestos por personas jóvenes, pero los perfiles coinciden absolutamente. Al final tengo que ejercer dos roles: uno de comunicadora de los intereses del Ministerio de Cultura, y otro como la directora y periodista de las políticas informativas de La Jiribilla, que a veces tienen que ver con los intereses de las instituciones culturales pero otras tiene una función de crítica; de señalar o resaltar cuándo algún proceso no está siendo eficiente. A veces se contraponen, la mayoría del tiempo no, y puede ser bastante complicado pero interesante como reto.
En tu opinión, ¿en qué se diferencia el periodismo que haces hoy en La Jiribilla del que ya habías desarrollado en otros medios de prensa?
Fundamentalmente, las diferencias tienen que ver con dos aspectos. Uno es el tiempo: en el periódico se trabaja con mucho dinamismo, para el ahora o para el ayer en realidad; los trabajos tiene que procesarse, redactarse, editarse, imprimirse, publicarse con mucha agilidad. En el caso de la revista publicamos un dosier semanal; también tenemos una sección de noticias diarias pero los trabajos profundizan en determinados procesos que uno elabora con un poco más de tiempo. Eso no significa que te puedas sentar a descansar, al contrario, estos trabajos nos exigen que sean más profundos, más investigativos, que tengan una mayor carga de juicios de opinión, que en el periódico a veces solo tienes tiempo para hacer una nota para mantener objetivamente informada a la población pero no para reflexionar sobre determinados procesos.
La Jiribilla nos exige todo el tiempo ese conocimiento, la profundización en determinados temas y la responsabilidad de emitir un criterio.
Hablamos de las exigencias que impone La Jiribilla, pero ¿qué oportunidades le brinda a una periodista joven como tú que se adentra en los caminos de la cultura?
-Posibilidades infinitas; creo que mis compañeros de la revista también comparten esta percepción. Todo el tiempo estamos interactuando con personas de muchísimo prestigio que contribuyen y han contribuido históricamente a los dossiers que saca la revista. Es una publicación de muchísima responsabilidad en el campo del consumo de medios digitales. Tenemos también impacto en públicos que están fuera de Cuba y eso nos da la posibilidad de visibilizarnos hacia el exterior del país, sabemos que somos portadores de la visión sobre la realidad cultural cubana que tienen las personas fuera del país.
Recuerdo la anécdota de una de las muchachas que se había desempeñado allí durante mucho tiempo y ya estaba tomando otro camino, que me decía “Yo decidí quedarme en la revista una vez graduada porque un día publiqué un trabajo y mi firma estaba debajo de la de Retamar. Entonces pensé que no merecía esto, pero era donde quería estar”.
Y eso es lo que nos pasa todo el tiempo. Publicamos de Grazziela Pogolotti, de Fernando Martínez Heredia, de Aurelio Alonso y qué privilegio mayor que ese.
Hacer periodismo desde La Jiribilla te da una posición privilegiada. ¿Cómo evalúas la calidad del periodismo cultural que se hace hoy en Cuba?
Evaluar la calidad del periodismo cultural es una pregunta bastante comprometedora. Creo que el periodismo está demandando, y eso lo han reconocido nuestros escritores, intelectuales y artistas en los foros de debate en los que se han proyectado (congresos de la AHS y la UNEAC), mucha más crítica, mucha más valoración; ir hacia los procesos culturales con una mirada más profunda que exprese un mayor conocimiento sobre el tema que se está abordando.
Hay muchos jóvenes iniciándose en el camino del periodismo cultural y se puede tender hacia el facilismo que asimilan un poco mejor otros sectores de la vida económica y social. Uno puede hacer una nota más o menos objetiva de determinado hecho, de un acto, del cumplimiento de alguna meta de una empresa. Eso puede ser más o menos objetivo, aunque siempre el conocimiento de apoyatura del periodista le dará más valor a la nota que haga.
En el caso del periodismo cultural no funciona igual que uno vaya a un espectáculo teatral, por ejemplo, y decir que el espectáculo se realizó tal día, en la sala tal y participó tal compañía. No es eso lo que demanda nuestro público, que son los propios intelectuales y artistas, además de la población. Tenemos una mayor responsabilidad con la evaluación de esos procesos culturales sobre la base de un conocimiento profundo de lo que se está observando.
¿El periodismo cultural que se hace en nuestro país está a la altura del lector y de la demanda del público?
Aquí lo engañoso está en centrarse en lo que el público demanda. Hay que cumplir con determinadas expectativas de lo que uno publica, pero también tenemos una misión social, de formar públicos, conocimiento.
En este momento en que son tan fuertes los procesos globalizadores y hay tanto conocimiento y pseudo cultura moviéndose alrededor nuestro, con más razón uno no debe responder siempre a lo más popular, sino también a lo que más necesiten los públicos (esos límites son complicados, pues quién determina lo que el público necesita o no, pero para eso están los estudios y las investigaciones sobre consumo cultural).
Uno tiene una función orientadora en ese camino de hacer el periodismo y de decidir qué es lo que se publica o no.
Tanto desde el Centro de Comunicación del Ministerio de Cultura como de la revista cultural La Jiribilla se ha ejercido y estimulado cotidianamente el ejercicio de la crítica, que según especialistas, está un poco ausente de los medios de difusión. ¿Qué importancia le concedes a la crítica y cómo la evalúas en el entorno actual?
La crítica tiene una función formadora y orientadora. Uno, como actor de los procesos culturales -ya sea desde el campo artístico-literario, o desde el campo de los propios trabajadores de la cultura- está más comprometido con lo que hace y puede que a veces deje de ver las posibles ineficiencias o aspectos en los que determinados procesos pueden mejorar o perfeccionarse, aunque por lo general los trabajadores de la cultura son bastante autocríticos con su trabajo. Pero sin dudas la crítica ayuda mucho a visualizar esos momentos de debilidad que pueden no funcionar en estos procesos.
Creo que la crítica tiene que ir más a esa visión orientadora y formadora. A veces nos encontramos con determinadas expresiones que dicen ser críticas y al final son reflejo del saber particular de la persona que la escribe y no está en función de propiciar una mejoría, un desarrollo en el tema que está abordando.
Hemos visto en el transcurso de la entrevista que eres una periodista que siempre está envuelta o generando proyectos. ¿En qué piensas o sueñas trabajar en un futuro inmediato?
-Mis sueños siempre vuelven a la génesis, a la semilla, y yo siempre sueño con poder escribir más. A veces las responsabilidades administrativas me lo impiden, pero sueño con ser la periodista que desde el inicio, desde que elegí la profesión quise ser: una periodista que escribe, que lee mucho, que se involucra en muchos temas sin aspirar, por supuesto, a ser una especialista en todo, es imposible. Pero quiero estar siempre retándome con cosas que desconozco y que mediante el periodismo y el ejercicio de la investigación, de la seducción y luego del procesamiento de esos datos que debo hacer llegar al público, pues pueda aprender un poco más de cada cosa.
Conductora: Maurín Delgado
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