Volumen III
¡Clara busca profesor de inglés!
Andreas Bauer, uno de los directores escénicos del Theater Konstanz en Alemania, decidió tomar el texto Ayer dejéde matarme gracias a ti Heiner Müller de Rogelio Orizondo para llevarlo a escena. ¿Cómo fue este proceso que suponía otro contexto y otros idiomas?
Al principio fue muy difícil, sobre todo por el inglés. Ahora me siento más segura y lo domino mejor, pero cuando fui para Alemania no sabía prácticamente nada. Yo no entendía lo que me decían. ¡Y en alemán menos! Ahí es cuando la mente te hace «Pum» y te quedas en blanco. A toda hora escuchaba a la gente hablando alemán y por si fuera poco, también en el teatro. Afortunadamente, tuve una traductora que me ayudó muchísimo, y poco a poco me fui acostumbrando. Tuvieron mucha paciencia conmigo y yo también con ellos. (Risas).
¿Pero decías el texto en español?
Sí, yo decía mis textos en español. Pusieron atrás unas pantallas con subtítulos en alemán. Cuando los actores alemanes hablaban en su idioma, pasaban los subtítulos en español. No obstante, tuve que aprenderme algunas frases en alemán, pero con la estancia fui mejorando la pronunciación. Después estuve un mes en Cuba, fue el tiempo que más trabajé con Rogelio, me habló muchísimo del personaje Braz, me pasó música y la grabación del montaje que hizo Mario Guerra en Cuba. Luego regresé a Alemania, terminamos el proceso, e hicimos 15 funciones. Estando allá me hicieron la propuesta de cantar en La noche cubana, un café teatro que prepara el grupo. Interpreté cinco canciones a capella, y al director del teatro se le ocurrió que yo hiciera María de Buenos Aires, un tango ópera de Horacio Ferrer y Astor Piazzolla. Cuando me dijeron que me contratarían pensé: «cuando llegue a Cuba tengo que decírselo a Carlos para que me dé permiso y su bendición».
Aquí estuve tres meses dando clases con el grupo Neotango, dirigido por Rosa Elena Álvarez, y me estudié la obra. No había un texto para María de Buenos Aires, es un disco con un libro que tiene las canciones, la historia se cuenta a través de las coreografías y de la música. También fue muy difícil al principio, porque la coreógrafa era norteamericana. ¡Y de nuevo el inglés! Eran cinco bailarinas: dos alemanas, una de Francia, una de Italia y una sueca.
De ahí saliste con un Técnico Medio en Lenguas Extranjeras. (Risas).
Sí, estoy encantada con los idiomas, pero todavía me falta muchísimo, a veces me enredo cuando estoy hablando. Imagínate que en María de Buenas Aires, la directora y un actor eran de Austria, y los músicos eran del Congo, de California y de Alemania. Aprendí muchísimo con ese equipo de trabajo, de los músicos y de las bailarinas que eran geniales. Todas las noches pasaba algo distinto, y entonces tenía que comunicarme en otro idioma, aunque pensara en español, fue muy interesante.
Volumen IV
La actriz toma el sol y corre
Hay actrices que aseguran ser stanislavskianas, grotowskianas, brechtianas, performáticas, postdramáticas, etc. ¿Por qué formación o escuela de actuación te inclinas, y qué importancia le concedes al entrenamiento?
Entrenar para mí es primordial. Desde que empecé en la ENA entrené mucho, mi primera maestra fue Lisette Silverio, y comenzamos con Stanislavski; fue lo primero que escuché de teatro en mi vida. A lo mejor no sé hacerlo bien, pero yo soy stanislavskiana. Todavía escribo en un papel las preguntas que según Stanislavski debe hacerse el actor a la hora de construir un personaje, todo ese proceso de biografía de un personaje me da seguridad. Tener a Stanislavski en primer lugar, y luego todo lo que se deriva de él, Lee Strasberg, Uta Hagen, lo que después aprendí con Alexis Díaz de Villegas en el ISA, más psicofísico, el entrenamiento actoral viewpoint, la kinesis, son pautas esenciales para mí. Sobre todo porque después que te gradúas ya no puedes hacer esos entrenamientos con tus compañeros, y tienes que hacerlos tú solo. Esos son nuestros instrumentos: el cuerpo, la voz y el alma. Tenemos que estar puliéndolos todo el tiempo. Cuando a uno le toca trabajar solo, se convierte en su propio maestro, escuchando las voces de los maestros que ha tenido en la vida, y por eso hay que prepararse.
¿Cómo una actriz le da solución en escena al abismo que hay entre teóricos y creadores a propósito de la representación/presentación? Trabajas con autores que como Rogelio Orizondo quiebran en su dramaturgia las nociones de fábula, personaje, conflicto. ¿Cómo haces esos monólogos largos, donde no representas un personaje entendido con la definición más convencional?
Hace un tiempo hablaba sobre ese tema con Osvaldo Doimeadiós. La primera vez que leí un texto de Rogelio, yo me pregunté: «¿y ahora cómo hago esto?». Cuando tienes un espectador delante, ellos esperan ver algo, sentir algo, que les cuentes algo. Los textos de Rogelio no tienen una historia, no es como Noche de reyes, donde vas a disfrutar una historia de principio a fin. He tenido que llevarlo a mi experiencia, lograr que me toque emocionalmente. Cuando estoy haciendo un texto de Rogelio, intento también llevar el mismo proceso que propone Stanislavski. Es muy complicado lo que estoy diciendo, a lo mejor es una locura, pero así lo hago, malo o bueno es lo que me guía. Tengo que encontrar la verdad en ese texto, descubrir mi conexión con el discurso, para luego encontrar la motivación, el resorte, la rabia suficiente para pararme y decirlo. Todo lo que he hecho con Rogelio se llama rabia, sacarse el dolor de adentro y ladrarlo, que ese que está ahí sentado reaccione conmigo para compartir juntos ese momento. Intento buscar los puntos que me hagan tener fe en lo que estoy diciendo.
Por ejemplo, con el monólogo de El Negrón en Perros que jamás ladraron,mi mamá me decía: «Ay, Clarita mija, pero, ¿qué cosa es esa que tú estás diciendo?» (Risas). Al principio yo no entendía nada, pero después mi imaginación empezó a ver a Las Gemelas, a El Negrón. Rogelio me pasó videos de Macho Fucker y tuve que sentarme a ver todo eso. ¡Imagínate! (Risas). Debía decirlo un poco distanciada, con las gafas y con el micrófono, pero conectándome con todo, y tratando de contárselo al público.
Creo en los jóvenes dramaturgos que están buscando un camino y tienen convicción en lo que están haciendo. Si te hace feliz y tienes fe en eso, pues hazlo. Trabajo esos textos desde Clarita, con mi historia y mi experiencia. Aunque tengan malas palabras, un lenguaje raro y no siempre cuenten una historia, los hago míos. Si hay algo que quiero agregar o cambiar lo consulto con Rogelio. En Perros… no represento un personaje, soy yo, es Clarita con determinada energía, con una motivación particular. Quiero que la gente se vaya para su casa con algo cambiado. Angélica Liddell siempre es ella misma en escena, es su dolor, su voz, aunque camine o hable diferente, use un micrófono o una pantalla, siempre es Angélica.
Marina Abramovic dice que un artista no debe convertirse en ídolo, y que necesita lo mismo que un monje tibetano para hacer su ritual: una bata y unas sandalias. ¿Qué piensas tú que no debe faltarle a un artista?
¿Te digo lo que yo creo? (Pausa). Bueno, pienso que no puede faltarnos la sensibilidad y la humildad. Como dice Marina, «si te piensas como un ídolo» y se te sube la fama para la cabeza, te embarcas.
A muchos les sucede, ¿verdad?
La Actriz: Sí, sucede a menudo, y les pasa casi sin quererlo, porque se olvidan de lo verdaderamente importante. Creo que debemos tener la mente y el corazón abierto al arte, para compartir nuestra pasión y empeño, lo mismo para hacer un personaje protagónico que para hacer de una de las flores de Alicia en el país de las maravillas. A veces perdemos demasiado tiempo juzgando. No pueden faltarnos los deseos de crear, porque el arte necesita de mucha motivación.
Los artistas también necesitan alimentarse y tener casas para vivir. Tener lo material es indispensable para poder trabajar, Marx lo dijo. Cuando a Meryl Streep le dieron el Premio Oscar por su actuación en La dama de hierro, se refirió a la importancia de los amigos, de la familia, del amor y de trabajar muchísimo. Pero si tuviera que elegir, yo creo que el punto más importante es la fe. Cuando un actor no tiene fe es como si estuviera enfermo. Si yo creo ahora, en este momento que estoy teniendo contigo, en el que me siento feliz, tengo que estar abierta y ser sincera. Debemos pensar que si la vida nos pone a trabajar con alguien, hay que confiar y pensar que eso dará buenos resultados. Tenemos que ponerle fe a lo que hacemos, puede parecer muy espiritual, pero también es objetivo. No parar de aprender, leyendo, estudiando, viendo buenas películas, conociendo a buenas personas, hacer cine, televisión, hacer mucho teatro, todo lo que aporte una experiencia.
Uno de los 83 preceptos de Gurdjieff dice: «fija la atención en ti mismo». Otro aconseja hablar de las cualidades positivas de los demás, no concentrarse en lo negativo.
Clarita, ¿qué proyectos tienes más adelante?
El grupo Theater Konstanz de Alemania viene al Festival Internacional de Teatro de La Habana con Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller. Es un montaje completamente diferente a lo que hizo Mario Guerra en Cuba, espero que todo nos salga bien. ¡Ay, me pongo nerviosa de pensarlo! Ellos están muy felices de conocer Cuba. Estoy feliz cuando tengo mucho que hacer. Ahora estoy descansando del trabajo y pasando unos días con mi familia, dedicándole tiempo a mi jicotea, a mis perros; pero aun así no puedo estar quieta. Me encierro en el cuarto y me pongo a correr, hago ejercicios. También estoy viendo un ciclo de películas de Bergman, estudio un poco de piano y de inglés. (Pausa). Aunque verdaderamente necesitaba unas vacaciones, pasé mucho tiempo en Alemania, sin mi familia, trabajando a toda hora, los idiomas, el cambio de alimentación, la nieve, la nostalgia. Añoré tanto estar aquí que a veces, cuando me siento ansiosa, me digo: «tranquila, que estabas allá extrañando esto, así que ahora coge tu sol y corre». (Risas). ¡Esta ha sido la entrevista de la risa!
Me quedé con preguntas para Clara de la Caridad, actriz joven y multipremiada. Deseaba saber lo que había sido de todos estos años en su vida de campaña, con la mochila al hombro literalmente, presentándose en los mejores teatros de La Habana; por cuántos lugares había pasado y en qué condiciones había vivido; pero preferí preservar la risa que acompañó nuestro diálogo, no hablar de lo que cuesta mantener los buenos ánimos, la voluntad a prueba de bala. Hablamos sobre lo que inspira, para no correr el riesgo de echar a perder la buena energía, el entusiasmo estudiantil que nos acompañó durante aquella conversación, en la que el ISA permaneció como un testigo inmutable o quizá pendiente de cada una de nuestras palabras.
La primera parte de esta entrevista aquí
(1) Hedda G (por Hedda Gabler, nombre del personaje que da título a una obra de Henry Ibsen) fue interpretado por Clara de la Caridad González para Rogelio Orizondo.
Foto de portada: Tomada de UNEAC
Foto 2: Cortesía de la entrevistada
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