José Ernesto Nováez y los hijos del polvo

El joven escritor y periodista villaclareño José Ernesto Nováez (Santa Clara, 1990) cree, como André Malraux, que toda historia debe tener un vínculo más o menos directo con la condición humana. Así lo muestran los siete cuentos que conforman Hijos del polvo, su primer libro de relatos, publicado por Ediciones Sed de Belleza en 2014.

 «Personajes introvertidos, fuertes y solitarios habitan este conjunto de cuentos. Un adolescente de amor no correspondido y padre alcohólico; un brigadier mambí venerado por sus hermanas; un boxeador de peleas ilegales después del último combate de su vida; un niño que se construye una edificación para jugar solo a la guerra, entre otros, nos dejan esa intensa impresión de apartamiento y tristeza (sutiles modos de la violencia humana), sobrellevados con orgullo, sin lamentaciones, haciéndole el juego a la locura, siempre agazapada y acechante», escribe Ernesto Peña en las palabras de contracubierta del libro.

 José Ernesto Nováez, además de Licenciado en Periodismo, es graduado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso y miembro de la AHS. El Portal del Arte Joven conversa con él, a propósito de su obra literaria.  

Hijos del polvo, tu primer libro, fue publicado precisamente por una editorial de la AHS. ¿Crees que, a través de ellas, los jóvenes pueden ver sus textos publicados? ¿Qué encontraste en ellas que te hizo enviar a su plan editorial…?

 «Las editoriales de la AHS, en particular Sed de Belleza y La Luz, han logrado una calidad de factura que, acompañada de la seriedad con que trabajan, las hacen sumamente atractivas para los jóvenes que pretendan publicar su primer libro.

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Creo que su gestión es democrática, en el sentido de que todos los textos enviados se valoran con el mismo criterio, sin mediar los “sociolismos” y otras prácticas que tanto daño le han hecho a la literatura cubana. Allí se emprende una labor sostenida y profesional que, por desgracia, no se hace extensiva a todas las editoriales del país.»

¿Cuáles son tus títulos de cabecera, esos referentes que, de una u otra forma, han influido en tu escritura?

 «Mi formación como lector es bastante heterogénea, pero está compuesta, en lo esencial, por autores norteamericanos y un gran cubano. Me gusta mucho el estilo sutil de Salinger, pues las grandes transformaciones ocurren tras una superficie en apariencia banal. Me gustan Hemingway y Steinbeck, ambos dueños de una prosa poderosa y única. También me impresiona mucho un francés, André Malraux, con una gran novela llamada La condición humana, uno de los textos más impresionantes que he enfrentado. Pero si tuviera que señalar el referente más importante de mi obra, este sería sin dudas Alejo Carpentier, un autor que no cesa de sorprenderme y que tiene la que, a mi juicio, es una de las mejores novelas escritas en la lengua española: Los pasos perdidos

¿Cuánto y cómo contribuyó en tu  formación como narrador el haberte graduado del Centro Onelio Jorge Cardoso?

 «El Onelio es una experiencia importante para cualquier narrador cubano. Es la posibilidad de coincidir con otros jóvenes con tus mismos intereses y conocer a importantes figuras del panorama literario del país. Además es el placer de conocer a Heras León, quien es un gran pedagogo y un magnífico lector; cualquier cuento leído por él se transforma en algo mejor. También, en el Onelio, uno aprende muchos trucos y técnicas que puedes luego emplear o no, pero que es necesario manejar.»

¿Y cuánto influyó el hecho de ser graduado de Periodismo? ¿Eres un periodista que escribe o un escritor que hace periodismo?

«El periodismo te enseña a manejar la economía del lenguaje, a decir mucho con un mínimo de recursos lingüísticos, pero también crea muchos vicios y predisposiciones. Por ejemplo, en Periodismo, usar un “que” es casi un problema, mientras que en los textos literarios no tiene por qué ser así, y su empleo depende mucho del estilo de cada autor.

Me he visto siempre como un escritor que se graduó de Periodismo. Esto determina todas las decisiones que tomo en mi vida y a qué le dedico más tiempo y trabajo. Me gusta el periodismo, pero como algo más que sé hacer y que me permite escribir y decir cosas que no puedo o no sé en forma literaria. A  veces se quiere expresar alguna idea de manera directa, lograr mayor alcance, y en este sentido, la elación del periodismo con el lector es mucho más concreta. Para nadie es secreto que la literatura es un arte que cada vez llega a un menor número de personas.»

Veo un interés especial en remarcar  el aspecto esencialmente humano de los personajes, no como una justificación sino más bien como eje de la historia… El libro abre precisamente con una frase al respecto… ¿Cuándo te interesa  esto?

«Creo que toda historia que funcione debe tener un vínculo más o menos directo con lo humano, con la condición humana, para decirlo como Malraux. Mi búsqueda está relacionada con eso que constatamos todo el tiempo en la gran literatura, que es el desgarramiento permanente de todo hombre y toda mujer. Vivimos en sociedades enfermas y somos, por ende, seres enfermos. Creo que por ahí va todo, por cómo se refleja la lucha entre el hombre y su esencia, entre él y la sociedad.»

Me parece que, de una u otra forma, tus personajes rozan el sufrimiento, la violencia y, como dice la nota de contracubierta, «la locura, siempre agazapada y acechante». Este fragmento del cuento “La pradera inacabable” resume en parte la idea que te expreso: «Pensó en el hijo, aún pequeño, sacado de aquella casa para que no se familiarizara tan temprano con el dolor». ¿Esto te interesa especialmente?

«Sí, creo que toda interacción social conlleva su dosis de violencia, real o simbólica. Y creo, como Hemingway, que toda historia humana, si se prolonga lo suficiente, acaba con dolor y tristeza. Esto me lleva a indagar constantemente en los grandes motivos del actuar humano. Creo que, junto al sexo y el miedo, son los motores de casi todas nuestras acciones. Tal vez por eso me interesa tanto hurgar en todos estos sentimientos, en sus variaciones, sobre todo en las más sutiles, que son siempre las más interesantes, las más literarias. »

Me llama la atención que el título del libro no es el nombre de uno de los cuentos que lo integra, sino que es una frase que, al parecer, los unifica. ¿Acaso las historias de estos personajes los convierten a todos en “hijos del polvo”?

«Todos somos, de alguna forma, hijos del polvo. La vida surgió del polvo de las estrellas muertas. En ese polvo vino el carbono y el hidrógeno y todos los materiales que nos componen. Somos parte de un ciclo, cuando muramos volveremos al polvo.»

Foto de portada: Tomada de su perfil en Facebook

Foto 2: Tomada de periódico Vanguardia   

 

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