Ostenta tantos títulos y tantos reconocimientos que uno espera encontrarse de frente con una figura hierática e inaccesible. Doña OLGA PORTUONDO, así en altas —como se dice en el ámbito editorial— no fue difícil de encontrar, y tampoco fue difícil lograr que concediera una entrevista, otra más, a una perfecta desconocida.
No tuvo ningún reparo en conversar, ni en hacer declaraciones o establecer juicios contundentes e incontestables, desde la intimidad de su casa, aunque parezca un lugar común, siendo el mismo sitio donde discute con los fumigadores, se queja por los ladridos del perro, tiene dificultades para acceder al correo, se encarga de asuntos tan comunes como la pintura de la casa o la calidad de los mangos y la mermelada que está probando. Ella: una mujer capaz de contar la historia de un barrio de Santiago a partir de datos tan sencillos como una dirección; una investigadora para la que, fiel a su origen como pedagoga, la preocupación por la enseñanza y el aprendizaje de la historia es un tema recurrente.
En los últimos tiempos, el otorgamiento del Premio Nacional de Ciencias Sociales, la dedicatoria de la Feria del Libro junto a Leonardo Acosta y las celebraciones por el 500 Aniversario de la Villa de Santiago de Cuba, la han puesto en el centro estos y otros muchos homenajes en Cuba y otras regiones de América. Y aunque «está demasiado complicada», no rechaza pequeños homenajes y deferencias que suponen para ella seguir trabajando.
Hay una relación estrecha, puesto que yo me dedico a la historia de Santiago de Cuba, de la región oriental en línea general, y este año se ha conmemorado la fecha de la fundación de la villa de Santiago de Cuba. En años anteriores también se celebraron los aniversarios de la fundación primero de Baracoa, después de Bayamo y posteriormente de Puerto Príncipe, de lo que es actualmente Camagüey. Así que, como estoy vinculada con la historia de toda esta región oriental, hay una razón indudable para que este año se me dedicara la Feria.
Hemos tenido un trabajo bastante grande desde el año anterior, porque tuve la oportunidad de contar con una serie de libros, todos ellos relacionados con la historia, no solo de Santiago de Cuba, sino de la región oriental, porque publicamos algunas cosas vinculadas con Camagüey, incluso un libro sobre Manzanillo. Así que creo que fue una oportunidad que se me proporcionó, y además es un reconocimiento que agradezco al Instituto del Libro por el hecho de que nosotros hemos trabajado durante casi toda la vida en esa historia de la región oriental, fundamentalmente la historia regional, de lo que se ha dado en llamar «el interior de Cuba».
¿Cómo usted cree que se puede lograr la concatenación entre ese estudio de la historia local, el estudio de las localidades, y el estudio de la Historia Nacional?
Nosotros, y digo nosotros porque no soy yo la única, durante muchos años hemos trabajado en función de que la Historia de Cuba no solamente sea, no la historia del occidente del país, como se solía decir, sino de la región Habana- Matanzas, que era lo que más se estudiaba para prestigiar, darle auge y brillantez a la época de la producción azucarera con fuerza de trabajo esclava.
En la actualidad, tanto en Camagüey como en todo el país, otros compañeros han trabajado la historia regional, la historia local. Esto, con independencia de que a medida que se ha desarrollado la ciencia historiográfica, ha habido un fomento de lo que se conoce como «microhistoria». Nos valemos de la riqueza de la teoría histórica para darle un viso nuevo a la historia regional. Ya no es la historia que contaban los cronistas de ciudad, muy positivista, muy descriptiva.
A partir del análisis hay que demostrar que en Cuba, por ponerte un ejemplo, no solo existió la plantación esclavista, sino que en otras regiones de Cuba había otras fórmulas económicas que aunque no prevalecieron, tenían una importancia en otras localidades del país. Creo que todavía hay mucho camino por andar en relación con esto, pero con la labor de muchos de nosotros, la Historia de Cuba se ha enriquecido.
Lo que hay es que tener, en la historiografía, una visión mucho más integradora. Mira, aquí en la región oriental lo que más se estudia son las guerras de independencia, pero el hecho de por qué estas se fomentan en la región oriental, y no a partir de la capital supuestamente más desarrollada, eso nunca ha tenido una explicación de la historiografía de la primera mitad del siglo XX.
Porque no es hacer de cronistas, puede haberlos, pero es, sobre todo, hacer, con la información que se nos proporciona, un análisis de la estructura de la sociedad y además tomar en cuenta que estas regiones forman parte del archipiélago de Cuba, forman parte de las Antillas.
Usted habla de «las herramientas que se nos proporcionan…»
Hay toda una serie de recursos de carácter científico, ya no es simplemente hacer un estudio de la política con la información que se proporcionaba, digamos, examinar la documentación sí, pero a partir de elementos que entrecrucen esa información.
Recursos, por ejemplo, de la antropología, de la psicología, de la sociología, que son recursos nuevos que enriquecen el método de la historia. Y la historiografía, incluso fuera de Cuba, en algunos países de Europa, como Italia o Francia, de la propia América, como México, han desarrollado técnicas que permiten darle a la microhistoria una categoría. Que no sea, como algunos suponían, «la hija pobre» de la Historia.
Yo soy del criterio de que todos los recursos de la ciencia historiográfica pueden aplicarse a la historia regional o microhistoria.
¿Cuánto hay de una mirada joven y cuántos jóvenes están participando de este tipo de investigaciones?
Nosotros tenemos, en la Oficina del Historiador de la Ciudad de Santiago de Cuba, un equipo de gente joven que lleva años trabajando en este aspecto; solo que nosotros aún no tenemos el mayor desarrollo dentro de la historiografía. Todavía se es muy remiso a utilizar todas esas técnicas que desde los años 60 del siglo pasado han comenzado a desarrollarse, quizás por falta de un dominio mayor de la teoría científica. Porque nosotros, indudablemente, teníamos los recursos del marxismo, pero este, incluso basándose en los clásicos, ha logrado un mayor desarrollo. Porque ya te digo, la antropología, por ejemplo, que es una ciencia no en pañales pero moderna, ha enriquecido la historiografía, sobre todo la historia de la cultura.
Podemos ahora desentrañar los fundamentos, los orígenes de la religiosidad, del carácter, de la idiosincrasia, del pensamiento de la mujer, de cómo se trataba a la infancia en otros siglos; todo eso a partir de vincular la historia con la antropología. Y con la psicología, pues nos permite hacer estudios más profundos de las personalidades.
Nosotros hemos trabajado algunos textos de personalidades, sus biografías, y hemos tratado de aplicar esos conocimientos teóricos de la psicología del individuo, o también de la conciencia colectiva. Eso me sirvió, por ejemplo, para trabajar el libro de la Virgen de la Caridad, que no es un estudio de la política sino del proceso de formación de un culto. Ese tipo de fórmula histórica solo es posible realizarlo con recursos contemporáneos de la ciencia.
¿Y en qué medida eso se ha incorporado a la formación de los estudiantes de Historia y a los jóvenes historiadores, logrando que sean menos remisos a asumirlos en el proceso de investigación histórica?
Yo creo que todavía tenemos que trabajar mucho en función de eso. ¿Por qué razón? Porque la historia que se nos dio en las universidades, y que todavía se sigue impartiendo en buena medida, es una historia positivista. Utilizamos la bibliografía, esa historiografía, por ejemplo Ramiro Guerra, en fin… que no es que yo lo critique a Ramiro Guerra, que es un hombre de su época y del nivel de desarrollo de la historiografía en su tiempo, que es la primera mitad del siglo XIX y avanzó muchísimo dentro de un sistema de carácter positivista. Después caímos en un positivismo muy marxista, muy doctrinario, a partir de aquel criterio muy famoso de que había que hacer el enfoque, pero este se hacía desde la información que nos proporcionaban los positivistas, y caíamos en la misma trampa.
De manera que a los estudiantes hay que recomendarles que trabajen con la documentación y con los nuevos métodos. Eso no se alcanza en el pregrado, yo creo que en las maestrías es donde se logra el mayor éxito en este sentido. El trabajo de investigación es, sin embargo, una labor ardua, de años, para que un historiador tenga la capacidad, la astucia, para realizar una investigación.
Usted se refiere a que no todo graduado de historia puede ser un investigador, y esta profesión es solo una de las salidas del joven historiador, la más usual es ser profesor en los distintos niveles de enseñanza. ¿Cómo lograr en los jóvenes la aprehensión de la historia, lograr que la historia se vea como algo útil, no solo en el sentido pragmático, aunque también, pero sobre todo en el sentido espiritual?
En toda nuestra investigación, trabajamos en función de ganar en espiritualidad dentro de la sociedad cubana, de darle mayores armas para el afianzamiento de la identidad nacional. En el caso de los profesores, pienso que tienen que estudiar, y tienen que valerse de recursos para transmitir a esos estudiantes el amor que se pueda sentir por la historia del país, o cualquier otro tipo de historia, pero primero se deben tener los conocimientos para impartirla desde la búsqueda de la verdad, del sentido, digamos, correcto, para formar la conciencia política y formar hombres capaces de tener una cultura. Y es que ya sabemos, es la cultura la que da mayor libertad. No hay posibilidad de que el individuo con una cultura restringida tenga libertad de pensamiento.
Eso tiene que lograrse en la escuela desde la primaria. Claro que en cada uno de esos niveles de enseñanza, ha de estar dosificado. Recuerdo la época en que yo daba clases en la primaria: estaba el libro de Marván y Leyva —sí, claro que eso era allá por los años antes del cometa Halley—; te daban una serie de principios del descubrimiento de América, te educaban en por qué se llevaba a cabo la guerra de independencia, pero te lo daban con amor. Y a veces la historia, en la enseñanza primaria y secundaria, yo sé que se da como mecánicamente, y creo eso contribuye a que los muchachos no lo asuman como un elemento de su formación espiritual, como si fuera una prédica religiosa. Porque eso es para fortalecer el espíritu, para dar sentido a la identidad nacional, para que el hombre ame su colectividad. Es un recurso imprescindible, todo el mundo tiene que conocer la historia de su país, porque forma parte de su idiosincrasia, sino, cómo yo me diferencio del otro.
Los acontecimientos recientes en Francia son un ejemplo, fijémonos en como reaccionaron los franceses ahora con los atentados en París. Son tan nacionalistas porque ellos conocen la historia de su país con las virtudes y defectos. Eso se convierte en un culto, un culto del amor a la patria, en el sentido de que hay una unidad, todos reaccionan en función de ese sentido. De defenderse los unos a los otros, ese es el reconocimiento de que somos parte de algo. La historia tiene que trabajar mucho en ese aspecto. Pero eso no se logra dando una clase repitiendo nombres o frases.
¿En ese sentido, cómo se logra humanizar a un héroe?
Ese es el otro problema, a veces es apreciable cómo muchas biografías que se han escrito sobre personalidades, no van a las esencias de los individuos. El héroe entonces parece inaccesible, porque es una persona con una integridad tan absoluta, que tú no puedes alcanzar a ser como él, o aproximártele. Por eso cuando lo estudias tienes que saber su extracción, su procedencia y toda su manera de comportarse, que no siempre es perfecta, aunque haya alguno que sí. La mayor parte de estos hombres que sacrificaron su vida, tomaron una decisión poniéndola por encima de cualquier otra cosa, eso no significa que haya que santificarlos de manera total, porque incluso en la hagiografía, muchos de los santos tampoco eran perfectos inicialmente, y en el caso de los héroes, es exactamente igual.
Esto emparenta con lo que conversábamos antes sobre las nuevas historias. En la Guerra de Independencia parece como si todos fueran al combate así de bulto, porque además solo se reconocen tres o cuatro héroes, y la guerra no se hace con tres individuos, ni con un solo pensamiento. Mucha gente piensa para que alguien llegue a sintetizar una manera de pensar. Y son hombres grandes, capaces de hacer estas valoraciones, y se convierten en una selección de lo mejor, pero hay mucha gente que pensó antes y todo se va sumando.
Nosotros, por ejemplo, hemos trabajado (desde la historia) con algunos poetas, y te digo, no se desprecia a nadie, porque así es como se forma la cultura de una sociedad, no con tres individuos que nacieron genios. Y como yo digo siempre, a veces la inteligencia no es suficiente. Un individuo con mucha tenacidad puede lograr más, que quien sea inteligente pero no tan tenaz. Ahora, si es inteligente, tenaz y se esfuerza mucho, va a lograr mejores dividendos. Pero, como dice la canción, todo el mundo cuenta. Si yo no tuviera mucha gente que me ayuda aquí, no pudiera trabajar, tú no puedes prescindir de nadie. Se ha dicho que el hombre es un ser social, eso es una verdad como un templo. Un individuo no puede por sí solo hacer nada, tiene que contar con la humanidad.
Al hablar del espíritu de sacrificio, es lógico preguntar cómo se inculca en el investigador, no solo de temas históricos, sino en los estudiosos de manera general.
Esta profesión implica mucho sacrificio, porque tienes que renunciar a muchas cosas. No le voy a mentir a nadie, a quien quiera hacer trabajo de investigación no puedo decirle que esto es una panacea. Sobre todo al momento de demostrar y defender un criterio, porque siempre encontrará a alguien que no estará de acuerdo con eso, o le impondrá limites a tu opinión.
Esa será una de las dificultades primeras, y requerirá de mucho empeño. Y luego tendrá que valerse de muchas personas. Yo tuve un profesor de investigación checo, fallecido hace poco, como ejemplo de disciplina de trabajo. Pero tuve también quien me enseñó a lograr capacidad de análisis, y tuve quien me enseñó historia de la cultura, en fin, he bebido de todas esas fuentes además de la bibliografía, de los libros.
Y así como uno tiene que valerse de muchas personas, debe ser consciente de que los que te van a seguir, se supone, te van a superar. Eso es algo que he dicho otras veces. Habrá jóvenes que aprendan y te superen y te dirán: «usted llegó hasta aquí pero de ahí pa´lante estoy yo, demostrando algo de una mejor manera».
Continúa en una segunda parte….
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