Cuando uno ve una puesta del director Carlos Celdrán, asume que está cuidadosamente pensada: arte desde el corazón, pero también arte desde la lógica. En Mecánica, la más reciente de su compañía, Argos Teatro, el entorno minimalista y elegante, básico en su concreción escenográfica, no ofrece distracciones fútiles.
No es de extrañar entonces que fuera esta pieza la escogida para participar en el pasado Festival de Teatro de la Habana, donde mostraron sus obras más de 450 artistas internacionales y nacionales.
Mecánica, puesta en escena en la que escasos pero simbólicos elementos se transforman en metáfora de algo mucho más extenso y frágil, que cuestiona a fondo las relaciones interpersonales inherentes a sectores emergentes de poder económico operantes hoy en la sociedad cubana, tenía mucho que añadir a la estética del Festival…
¿Qué aportes realizó en la recién concluida edición al imaginario teatral cubano?
«Sobre todo, la materialización en la puesta en escena de otras tendencias en el tratamiento de la dramaturgia. Por ejemplo, lo que se llama teatro post-dramático, que es un tipo de forma de hacer que busca nuevos públicos y tendencias, donde el director deja su rol habitual y cambia también otras mecánicas internas de trabajo.
En este Festival hubo un grupo de teatro alemán, cuyo elenco estaba conformado por actrices, y no tenían director. Ellas hicieron un espectáculo titulado La consagración de la primavera, que constituyó un intercambio de experiencias de las intérpretes con sus madres. Fue un montaje autobiográfico sobre la vida de ellas. Autorreferencial también. No es este título el único que aportó, en cuanto a estética y novedad, a la forma de hacer del teatro cubano, pero es un buen ejemplo.»
¿Cuál es la dinámica o forma de trabajo que como director prefiere usted?
«Yo suelo trabajar a partir de los textos clásicos. Los reactualizo, los adapto a la contemporaneidad. Porque a veces los textos están enmarcados en el contexto en el que fueron creados. Y yo siempre pienso en el público que va a degustar estos textos. Si el público es cubano, como normalmente lo es el público que va a ver Argos Teatro, pues trato de que se sientan inmiscuidos en la obra, así sea una obra creada hace un siglo en otro continente, o creada hace tres décadas, pero en otro contexto. Los contextos varían mucho con el tiempo y las circunstancias, y para que la obra mueva y conmueva, debe tener actualidad. Eso es algo que suelo tener en cuenta.
También existe otra línea en la cual el director forma parte de un equipo que investiga un tema de la realidad. Son nuevas maneras de enfrentar el hecho de ser director de puesta en escena. »
En Mecánica hay una cuarta pared… muy endeble. Toda la atención se centra en las peripecias, narradas con un realismo decidido. Cuando se toma cerveza, se toma cerveza. Cuando se va a comer, se come de verdad. Los actores defienden sus personajes desde la naturalidad, sin poses tremendistas. El público debe identificarse con esos conflictos, asumirlos como posibilidad cierta.
Es una obra con una capacidad de denuncia muy alta, que habla muy bien del talento y la dedicación de quienes lo defienden sobre la escena. Esa es la mayor virtud de Mecánica, una virtud que se le debe atribuir a la efectividad del trabajo en equipo, pero también a la perspectiva elegida, y a la claridad de propósitos que caracterizan el diseño y la ejecución de la puesta en escena.
Foto de portada: Tomada de Argos Teatro
Foto 1: Tomada de Trabajadores (Yeandro Tamayo)
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