En Cuba de manera gradual los realizadores se atreven más al juego transmediático. Y aunque la palabra aún suene rara, es poco probable que no hayamos vivido experiencias transmedias, o lo que es igual, que no hayamos seguido una misma narración en varios soportes, donde cada uno de ellos aporte lo mejor que puede a la historia.
Si unos pocos años atrás algún realizador hubiera propuesto un audiovisual como Transición, el recibimiento hubiera sido muy diferente; hoy podemos analizarlo a partir del fenómeno que han constituido las narrativas transmedia, término acuñado por del norteamericano Henry Jenkins. Este audiovisual salta a la vista entre los trabajos que estuvo en el recién concluido concurso Ania Pino in Memoriam pues, aunque resulte una especie de falso documental, dado que su expansión transmedia nunca se desarrolló en realidad, deviene un válido intento de acercamiento a este tipo de estéticas.
El trabajo del joven estudiante de Comunicación Social, Randy Fundora, está conformado por cinco capÃtulos en los que narra la experiencia de Ana Daniela, supuesto nombre de una muchacha que decidió vivir en Estados Unidos y lidia con la ausencia de amigos y familiares, asà como de la cotidianidad de su paÃs. Los episodios, supuestamente diseñados para difundirse en Internet, tienen como punto común la reiterada invitación a compartir las vivencias de la protagonista en las redes sociales.
Transición está narrada en primera persona por la protagonista quien, en cerca de cinco minutos por episodio, se dirige directamente a la cámara y platica con ella como si lo hiciera con su mejor amigo, o su hermano. De tal manera que el espectador se encuentra en un territorio en donde más que tener una mirada crÃtica con la obra, busca la familiarización con ella.
Esta falsa «producción integrada», como también pudiera denominarla el experto en medios digitales Jack Boums, aborda el asunto de la emigración de los cubanos hacia Estados Unidos. Sin embargo, se acerca además a temáticas tan actuales —y presentes en la red de redes— como la soledad, la falta de libertades personales, el sufrimiento y el desarraigo que sufren los migrantes.
Durante la narración aparecen hipervÃnculos que inducen y motivan al público a acceder como fans a la música que prefiere la interlocutora, a emocionarse con sus fotos o participar con los «Me gusta» o «likes» en su muro de Facebook. Realmente, se extraña el desarrollado real de esa expansión narrativa que enuncia el audiovisual. No es un secreto que son las redes sociales un punto de confluencias para personas muy diversas, particularmente popular entre los jóvenes, a todas luces un público potencial de la obra.
Fundora propone aquà un estilo novedoso, vigente en las tendencias del documental contemporáneo, y muy cercano a las conocidas web series. Además, incita al usuario a convertirse también en realizador. El falso documental no sella en su quinto capÃtulo, pues como bien sugiere al término de cada emisión el espectador, el público, será quien tome las riendas.
Transición señala hacia ese universo, tan cercano hoy, donde las historias no terminan con el film, este es apenas un pretexto para abrir otras narraciones. La estética de la trasnmedialidad en este audiovisual ratifica, a pesar de la desconexión mayoritaria de los cubanos, el planteamiento del investigador Omar Rincón, cuando expone que la forma de entretenimiento para muchos ha dejado de ser una pelÃcula, ya no es siquiera la vida, ahora se trata de estar conectados.
Fotos: Stills de Transición
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