Quienes asistieron al espectáculo Broadway Rox, de la compañÃa estadounidense Nederlander Worldwide Entertainment —bajo la dirección artÃstica de Rob Evan, y la musical de Charles Czarnecki— pudieron llevarse un pedazo del Broadway mÃtico y más: el olor de la estación del subway, las calles de Nueva York y un poco de las largas caminatas por un Central Park que quizás no tenga fin. El espectador cubano pudo atrapar —gracias al influjo de la buena música— uno de esos dÃas en los que la cultura expande sus fronteras para llegar a todos los rincones.
El capitalino espacio del teatro Mella resemantizó su escenario para invitar a seis jóvenes estrellas de los musicales de Broadway: Daniel Luis Domenech, Janine Divita, Ashley Loren, Darren Ritchie, Shelley Thomas y Jason Wooten, quienes desplegaron lo mejor de sus dotes vocales y actorales para disfrute del público. El recorrido de Broadway Rox abarcó las más importantes canciones del pop/rock en el teatro musical norteamericano producido durante los últimos 50 años: un verdadero periplo si lo concebimos como noción histórica, escénica y de vida.
Con temas de Rent (estrenada recientemente en Cuba), Jersey Boys, Wicked, Jesus Christ Superstar, Hair, Cats —se lamentó la ausencia de algún número de El fantasma de la ópera, anunciado en el programa de mano y que muchos creÃmos que serÃa el cierre con broche de oro de la gala (permÃtanme el lugar común)—, el espectáculo no renunció a ciertos códigos actorales, bien esbozados histriónicamente por sus intérpretes, aunque el verdadero peso no recayó en la exhibición de la escena norteamericana y/o de sus códigos, sino que pretendió ser apreciado —mejor— en su condición de espectáculo musical.
Desde este punto de vista, se asistió a uno de los más disfrutables conciertos de los últimos años. La calidad vocal de los intérpretes y su carisma escénico fueron fichas inigualables que garantizaron el éxito; esto, junto al virtuosismo de los músicos que los acompañaron en vivo.
Se apreció, también, el equilibrio dramatúrgico del espectáculo en la alternancia de piezas musicales más o menos icónicas para el público cubano, junto a otras francamente desconocidas, pero no por eso menos disfrutables. Ciertos megalómanos, entre los que me incluyo, sumaron sus voces a este programa-concierto y tuvieron la certeza de establecer un nexo, una comunión humana, un testimonio musical ante el hecho escénico —adviértase en su más extensa concepción— que vivÃan o (re)vivÃan.
Broadway Rox, aclamado tanto en Norteamérica como en sus giras internacionales, trajo un hálito nuevo a la escena musical cubana, no con el afán de establecerse como paradigma, sino como una de las tantas y humildes coordenadas hacia las que nuestro teatro debe mirar, como en un reflejo, y aprender. No hablamos de copias de moldes ni de pérdidas de identidades, sino de la necesidad acuciante de rescatar un género que fue luz en nuestro paÃs y que, lamentablemente, salvo honrosas excepciones, aún se mantiene en un mutismo doloroso.
No faltan talentos musicales e histriónicos en nuestra Isla, y prueba de esto fue el número “Seasons of love†(del aclamadÃsimo éxito Rent), interpretado hacia el cierre del espectáculo por los actores de la reciente producción cubana. En un fraterno coro de voces humanas, cubanas y norteamericanas, Broadway Rox lanzó su eco hacia una platea ferviente, que no escatimó aplausos para los invitados y para los nuestros, los del patio.
Ahora, con la esperanza que pone sus ojos en el futuro cercano, confÃo que no se aguarde hasta el próximo Festival Internacional de Teatro de La Habana para recibir, a telón quitado, a intérpretes y actores de Broadway… o a los nuestros: los intensos muchachos que se niegan a ser silenciados y cantan, con la música como escudo, por una nueva estación.
Foto: Tomada de cubacontemporanea.com
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