Cazador de brujas

El séptimo hijo es una de tantas películas medievales/épicas en la que sus protagonistas recorren el mundo a contrarreloj para conseguir su objetivo, ya sea matar a alguien o salvar a una chica, mientras van luchando contra monstruos o superando pruebas.

Dirigida por el kazajo Sergei Bodrov, autor de las películas nominadas al Oscar en habla no inglesa El prisionero de las montañas en 1996 y Mongol en el año 2006, El séptimo hijo narra las peripecias del joven Tom Ward (Ben Barnes), séptimo hijo varón cuyas premoniciones le hacían albergar un futuro alejado de la granja familiar.

Este futuro resulta ser cazar a la malvada Madre Malkin, una bruja que tiene la capacidad exclusiva de convertirse en una dragona fiera y matar a cuanto ser se le aparezca delante.

La mitología de la cinta parece sacada de otras películas o sagas como pueden ser Harry Potter, El señor de los anillos y en especial Hansel y Gretel: Cazadores de brujas. Si bien es cierto que la historia no hace excesivas explicaciones, lo cual favorece un ritmo elevado y relativamente ameno, la calidad de la filmación tiene más proximidad con una película para televisión: lluvia falsa que ni moja ni suena, personajes hace que hacen decisiones trascendentales, completamente a la ligera…

El reparto cuenta con algunas caras conocidas como Jeff Bridges y Julianne Moore, pero esto no salva el producto de quemarse en la hoguera. Todo, absolutamente todo lo que va a pasar, se adivina desde el comienzo de la película. No hay ninguna sorpresa, la intriga es de patio de colegio y los personajes son se dan tropezones ante la inexistencia de un guión real y no un conjunto de frases consecutivas que los actores recitan sobre una música que subraya la supuesta emotividad de cada momento.

Julianne Moore, en el año en que seguramente va a llevarse el Oscar por Still Alice y en el que ha brillado con Maps to the Stars, se apunta a este disparate en la piel de una bruja punk que solía ser una bella persona hasta que tuvo un trauma amoroso y se le rompió el corazón… ¿No les suena esta historia? ¿Será que es muy difícil inventar algo nuevo?

Si el elenco se tambalea, la dirección artística y los efectos digitales son un verdadero despropósito, con algún aspecto realmente brillante combinado con auténticas majaderías que intentan imitar, en una burda falsificación, la labor de cualquiera de los episodios de Tolkien llevados al cine por Peter Jackson.

Pero realmente el lastre que más le pesa a El séptimo hijo es la falta de originalidad. Y es que no bastan los dedos de las manos para contar las historias de ficción sobre los poderes especiales con los que nace el séptimo hijo varón. Nada más con exactamente el mismo título de la película de Bodrov están la primera novela de la saga de Alvin Maker, del escritor estadounidense Orson Scott Card y la adaptación de la primera entrega de trece, The Spook’s Apprentice, de la saga literaria conocida internacionalmente como The Wardstone Chronicles, escrita por el británico Joseph Delaney.

Hay quien dice que en la postmodernidad no se puede ser original, porque ya todo es consecuencia de algo…, pero al menos se puede intentar. Porque debería haber algo más en El séptimo hijo que la belleza, si bien excelsa, de Julianne Moore. ¿O no?

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  • Hace unos años visitaba una peña de cine y al final de las películas –indudablmente de buenos filmes– los habituales cinéfilos daban sus comentarios y decian indefectiblemente: «Buena, fotografía, buenas actuaciones, buen guión y buena música», inmediatamente después se referían a lo que le pareció lo contado en el filme.

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