Autores: José Luis Estrada Betancourt y Juan Morales Agüero
Jamás achantarse. Ese fue el principal consejo que le ofreció el pasado viernes a los miembros de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de Las Tunas el actor Ernesto Parra, reconocido director del multipremiado colectivo Teatro Tuyo, mientras llevaban adelante su asamblea de balance provincial en la que fue elegido como nuevo presidente de esa filial el poeta Andrés Borrero Ricardo.
En presencia de Ariel Santana Santiesteban, primer secretario del Partido y miembro del Comité Central; de Roberto Conde, jefe del Departamento de Organización del Comité Nacional de la UJC y de otros dirigentes del territorio, Parra solicitó a los noveles creadores que espantaran «esa apatía que se apodera de todo aquel que tiene el complejo de ser la última carta de la baraja, y hagamos crecer con nuestra entrega, con nuestro arte, con nuestro quehacer sistemático ese espacio que nos ganamos con la Asociación y que nadie nos lo puede quitar».
Excepto porque ahora agregamos el tema del ancho de banda, me parece estar repitiendo la asamblea de 1998, dijo, para luego señalar: «Lo que hace falta es llenarnos de fuerza para conquistar el mundo, encontrar alternativas no solo para realizar nuestra obra, sino, sobre todo, para llenar de luz a nuestra gente, que tanto lo necesita. Tiene que ser el intelecto el que nos guíe. Nos toca dejar una huella, brindar nuestro aporte a la sociedad cubana».
Entre muchos otros planteamientos, el que se extendió como un eco fue el relacionado con la situación difícil que viven las Casas del Joven Creador (CJC) de la cabecera provincial y de la célula de Puerto Padre, donde, a decir de su coordinadora, la poeta y periodista Orieta Domínguez, «se requiere, desde hace 15 años, de una sede que pueda permanecer todo el tiempo con los ojos y las puertas abiertos, dispuesta a enamorar».
El problema de la CJC, según Enrique Lalana Torres, jefe de la sección de Crítica e investigación, es que «se empezó a reparar desde que se efectuó el II Congreso de la organización y todavía continúan las demoras en la entrega de un sitio vital para socializar la labor de los jóvenes artistas». A ello se añade la preocupación del músico Carlos Dragoní de que en el tiempo haya variado tanto el proyecto que inicialmente se presupuestó y aprobó.
«Sin CJC no tenemos siquiera locales de ensayo, esenciales para poder preparar la obra, mientras es imposible concebir una programación estable. Lo peor es que el público, sobre todo el juvenil, sigue sin estar atendido como se merece. Cada vez son menos las opciones que respalden una propuesta artística y estética de altura, en tanto se observa una ligera tendencia a cerrar espacios, a acortar los horarios de presentaciones, a que la vida nocturna de la ciudad casi desaparezca. Sin embargo, esos jóvenes, a quienes deberíamos convertir en nuestros cómplices, andan por ahí ocupando sus mentes quién sabe en qué.
«En toda la Isla se apuesta por el talento de la AHS, porque por lo general anda acompañado de una calidad probada, y porque ha demostrado que funciona. ¿Por qué no lo explotamos aquí entonces como corresponde?, se preguntó Dragoní y enseguida encontró el respaldo de su colega Ana Irma Pérez Pereyó.
«Dirijo la Orquesta Danzonera, capaz de acercar a gente de nuestra edad que se percata de que estamos desarrollando un trabajo importante en el rescate de nuestras tradiciones. ¿Por qué no se nos tiene en cuenta a la hora de decidir las presentaciones en las fiestas populares, por ejemplo?», interrogó esta muchacha que se mostró preocupada por la ausencia de una sala de conciertos en Las Tunas. «Es algo que golpea tremendamente a los egresados de la enseñanza artística, a esos instrumentistas, agrupaciones corales… que se han ido formando en todos estos años».
Sobre otro asunto que está incidiendo negativamente habló la trovadora Iraida Williams. «Sabemos que el ahorro es medular, pero creo que a la hora de planificar el consumo de energía eléctrica no se ha tenido en consideración que en las instituciones culturales no solo tienen lugar las presentaciones, sino que allí se produce también el proceso de creación. Habrá que hacer un análisis más profundo de esta cuestión, pero opino que lo peor que pueda ocurrir es que a mediados de mes un teatro se quede sin sus funciones, o que una Casa de Cultura tenga que suspender su programación, porque la que más pierde es la población».
De paso, Alberto Arias Urquiola, director del grupo Señales, convocó a que se haga un estudio más integral de los públicos y a velar porque se cumpla cabalmente con los principios establecidos en la política cultural. «Si queremos que nuestra juventud sea más consciente y que pueda apreciar y valorar lo de más valía, entonces tenemos que olvidarnos de la cultura del «bafle y del termo». Claro que así todo es más fácil, pero también todo lo echamos por la borda. ¿No existe una vanguardia representada por la AHS? ¿Entonces a qué esperan las instituciones?», enfatizó.
Por su parte, Abel Acosta, viceministro de Cultura, instó a que Las Tunas acabe de pasar a una fase superior. «Atrasa, desgasta, seguir hablando de cosas no resueltas, en momentos en que nos enfrentamos a enormes desafíos en el orden ideológico, cultural, conceptual, y la AHS tiene una responsabilidad muy grande para poder vencer en esa batalla, máxime cuando el verdadero arte ha pasado a la resistencia, mientras lo mediocre continúa ocupando espacios».
Y precisó, está clarísimo: el quid no está en prohibir, sino en distinguir. Ese es el camino, la solución para que la Revolución permanezca, para que no se pierda la Patria. Contamos con la moral, nuestras historia y cultura. Pero no podemos darnos el lujo de no saber qué jerarquizar. Resolvamos las ventanas y los ladrillos para concentrarnos en lo fundamental: una oferta cultural bien diseñada, dinámica, atractiva, concebida por la joven vanguardia artística, que nos emocione y dignifique.
Tomado de: Juventud Rebelde
Foto: Roberto Ruiz (Diseñar una oferta cultural que emocione y dignifique es una de las tareas de la AHS)
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