Fue en algún momento Cienfuegos una plaza menor en el desarrollo de las artes plásticas. Salvo excepciones mayúsculas, su ranking en el mapa cultural de Cuba apenas rebasaba el lugar de la Cenicienta. Sin embargo, los propios altibajos de la vida, intereses individuales y colectivos encontrados, el tiempo, las circunstancias… nos presentan hoy una realidad optimista.
En ese escenario respira la obra de Camilo Díaz de Villalvilla, un joven artista con amplio reconocimiento dentro y fuera del país. De describirlo a la manera de su esposa, bastaría decir: «¡Camilo, cámbiate de pullover!»…, y esto nos daría de él una imagen desenfadada y medio infantil. Pero, de limitarnos a su trabajo, a la rutina que le permite comer, nos sorprendería tanta agudeza.
«Mi mayor aspiración es seguir viviendo de lo que hago. Todo el mundo lo ve facilito, aunque resulta muy difícil, especialmente en Cuba, donde las condiciones difieren de las de otros países. Yo lo he logrado sin hacer demasiadas concesiones al mercado. Por tanto, puedo darme con una piedra en el pecho por poder vivir de lo que me gusta. Eso lo desea cualquier ser humano».
No obstante, algunos se pronuncian por una idea distinta: vivir para el arte. Incluso, llegan a ver en lo contrario un antivalor…
«Hablamos de un mito artístico. Quienes han experimentado o cambiado la concepción estética, casi ninguno tuvo la suerte de Picasso, que transformó muchas cosas y se hizo muy rico. Van Gogh, por ejemplo, murió sin vender un cuadro prácticamente. O sea, la mayoría pagó un precio altísimo, porque carecieron de aceptación popular, aun cuando después la historia los redimió.
»Ya a partir de Andy Warhol se introdujo el tema del artista estrella, tal como sucedía con los actores de cine. Entonces, no pocos exponentes de la plástica saltaron al estrellato y consiguieron vivir de su talento, en ocasiones a través de la especulación, o de la inversión que en ellos hacían terceras personas.
»En la actualidad, todavía persisten puntos de vista vangoghcianos, creadores que alegan: “¡no importa, me muero de hambre!”, “¡me dejo cortar la oreja!”, lo cual juzgo muy decimonónico y decadente. Debemos aprender a lidiar con el mercado, hacerlo dignamente. Para mí es una felicidad, no un motivo de vergüenza».
¿Cómo sortear una afectación clara del mercado en la obra?
«Al principio hacía distinciones entre lo realizado para comercializar y lo hecho para satisfacción propia. Estaba equivocado. Aunque no niego que en algunos momentos empleo recursos del arte seriado (el llamado original múltiple, la fotografía, el grabado).
»Claro, todo tiene un significado. Les explico a los compradores que los pequeños formatos tienen dos intenciones: me sirven de bocetos para elaborar piezas mayores y, a la vez, puedo venderlos a un precio asequible para los turistas. Constituye una forma de diseminar mis perspectivas sobre la Isla. Y esto lo he dicho en otras oportunidades: me considero un diseñador de ideas. Me interesa expresar lo que tengo en la cabeza a través de imágenes».
El carácter coloquial distingue varias de las piezas de Camilo, en las que casi nunca el lenguaje directo tiene espacio. Su propuesta se basa en la sugestión, busca en el espectador la connotación final.
¿Por qué provocar?
«Una vez leí un texto de Cintio Vitier en el que afirmaba que la poesía debe guardar siempre un misterio. La idea me gustó muchísimo. Por eso trato de que mi arte sea lo suficientemente poético. Hay múltiples vías para construir un misterio, porque una imagen genera diversas interpretaciones. En mi caso, intento que me diga algo a mí primero: esto se vincula con la política, aquello con la emigración…; que no me dé una lectura concreta o literal.
«Valoro la polisemia. A veces, artistas o clientes me preguntan: “¿qué quieres decir?” Yo les respondo: “¿qué ves?”, y me comentan: “una cama que se convierte en un edificio”. Entonces, les confirmo: “¡eso mismo es, una cama que se convierte en un edificio!».
En los últimos tiempos existe un marcado acercamiento de los artistas plásticos a temas políticos, sociales… ¿Cómo no caer en lo trillado cuando la mayoría transita por esa línea de creación?
«Para quien vive en Cuba es difícil, porque somos un país fuerte en materia de ideas. Nos parece imposible salir de ese marco. Yo he tenido etapas en mi trabajo en las que el tema Cuba asoma con frecuencia, aunque últimamente he realizado algunas piezas donde intento una proyección más universal. Sin embargo, Cuba igual aparece.
»Por ejemplo, hice una obra sobre la incomunicación: un puente que se hacía un nudo. Cuando la gente lo vio, dijo: “¡el puente Miami-La Habana!”. Después me puse a pensar… y era verdad, podía serlo también. El reto radica en caminar por el filo de la navaja, pretender la originalidad, hallar la cuerda o el punto de vista que otro no vio. Quizás si viviera en un lugar diferente no tendría la misma percepción, pero el meollo del asunto está aquí, ahora».
Su formación como arquitecto puede percibirse fácilmente en cuanto hace, sobre todo en la composición: la rectitud de las formas, la claridad en la disposición de los objetos, la precisión…; rasgos que se añaden al privilegio de crecer en una urbe con un potencial arquitectónico exclusivo dentro del archipiélago.
«Mi formación es autodidacta porque no estudié arte plásticas, ni siquiera a nivel elemental. Soy un hijo de la arquitectura y agradezco ser arquitecto. Además, la circunstancia de vivir en una ciudad como Cienfuegos la estimo interesante. Tuve la suerte de nacer en el Centro Histórico, a una cuadra del Parque Martí. De ahí que la arquitectura en mi trabajo funciona como los gallos en la obra de Mariano Rodríguez. Cuando estoy inventando algo, ella anda cerca, porque mi obra es muy proyectual».
¿Te preocupa trascender? ¿Piensas en eso?
«Todo el mundo lo quiere: encontrar un camino virgen, expresar una idea nueva, descubrir belleza donde nadie había mirado… Pero a mí no es algo que me preocupa mucho. Prefiero hacer un arte útil en mi contexto actual, con dignidad. Si trasciende o no… ¡imagínate, es complicado!, ¿cómo tener la certeza? De cualquier modo, hay muchas maneras de trascender. No todo lo positivo trasciende».
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Hola: primero pude leer la entrevista en el 5 de Septiembre y luego entré aquí. Soy director de programas de radio y guionista. Trabajé algunos años en Ciudad del Mar (85-94), ahora lo hago en Radio Trinidad. Este trabajo de Roberto Alfonso Lara me motivó a escribir sobre el artista plástico del siglo XXI. Nuestras ciudades son similares en cuestiones de arte y mercado por la afluencia turística y las condiciones de patrimonio de la humanidad. No conosco la obra de Camilo Díaz, pero comparto sus criterios. Gracias.