Sobran los Motivos con Santa Massiel

Para la trova no hay manuales. Esencia de la cultura musical cubana los trovadores legan la guitarra y la voz, el pensamiento en síntesis de las generaciones. Un país necesita de sus trotamundos, de esos que ensillan las ideas y unas veces con furia, otras con dulzor, entonan y desenfundan la verdad. A Santa Massiel, mujer de verso y canción ensortijados en sus cabellos la avistaba de lejos, horizonte allá de alguna pantalla, noticia su nombre, músicas en boca de otros trovadictos. Ante el hallazgo de su presencia en el programa de la más reciente edición de La Canción Política en Guantánamo, supe que dejaría de ser una experiencia ajena para hacer de ello uno de mis motivos de trovar.

Es el cuatro de agosto, nueve de la noche, centro cultural Danza Fragmentada, escenografía minimalista: una guitarra se ubica al centro del universo. El público que llega se acomoda a cielo abierto entre banquetas de madera y sorbos de café. Aunque es festival el ambiente es íntimo, todos los sentidos dialogan con la mujer que de pronto acuna las cuerdas. Y es que el discurso de Santa traza particulares sendas en el universo trovadoresco femenino. Ella arpegia una tradición a los lenguajes lírico-sonoros de sus particulares decires. Ya lo dije alguna vez en una de esas coincidencias a la distancia: las palabras de Santa Massiel son sus propias canciones ¿o viceversa? Todo el fuego en la canción que digo es aforismo que devolver/ este acto final, que devoraré.

Santa Massiel define sus esencias a partir de personalísimas interpretaciones de diversos géneros y estilos de la cancionística insular en lo fundamental, con paralelos aconteceres asidos a lo guarasonero sin que ello resulte un primer plano sonoro. La selección de su repertorio salvaguarda y actualiza una canción de trovadoresca raigal.

Los primeros acordes y convite de voz apelan a la canción y el bolero, abriendo los primeros tonos del amplio abanico por donde pasea el estilo de Santa Massiel, suerte de diálogo de afluentes que entrecruzan cantares de muchas y añejas zonas de trovasones cubanos donde lo más canónico se hibrida al lenguaje postmoderno. Los registros vocales, su impronta entre las cuerdas y trastes abanican posibilidades inagotables donde el bolero-cha, soneos, feeling asoman sin desespero aires rapeados en convivencia con reasimilaciones congueras, junto a frases músico-vocales donde la clave cubana aparece para dar paso a sonidos universales.

Massiel abraza al auditorio con inmediatez, lo alcanza sin estridencias, tan solo con la palabra que arropa el instrumento y su presencia. De vez en cuando lleva en préstamo el concierto del otro lado de la escena, el auditorio corea algún estribillo, completa alguna frase o juega rítmicamente con las melodías.

En una de esas canciones, la rapsoda dejó de ser única presencia en escena para hibridarse al tres con Alejandro Almora y Ernesto Castillo entre la caja y los bongoes. Por un lado, la base rítmica se confía en algunos temas a las cubanísimas posibilidades en la ejecución de bongoes, casi siempre en función de acompañamiento lejos de toda acrobacia sonora, elemento donde a mi juicio radica el virtuosismo de Ernesto, en el don de matizar las bases rítmicas maridándose al sentido comunicativo y los conceptos de la protagonista. Es en la caja donde el percusionista en sobria comunicación con Massiel, en determinados momentos exhibe su mayor espectáculo.

Mientras tanto, la presencia de Alejandro a manos del tres habla de una intención de validar la propuesta del formato en una de las más auténticas zonas de la musicalidad cubana, y es que el tres, de sus emporios raigales en la sonoridad de la llamada música campesina y su hegemonía en sones y trovas apegados a la tradición, demuestra su ductilidad para trascender y afianzar sus posibilidades tímbrico-armónicas ya en el acompañamiento o como instrumento solista en las más actuales formas del cancionero joven.

Los motivos del poeta signaron la presencia de Roberto Fournier, quien ya sostuviera anteriores cofradías en espacios de Santa Massiel en Ciego de Ávila. Con varios volúmenes publicados, la de Fournier es una voz necesaria entre la joven poesía cubana. Con actual residencia en Santiago de Cuba, el poeta de origen guantanamero trae consigo siempre a flor de labios algún verso punzante que uno no llega a imaginar antes de su performance.

Entre los invitados de la noche hubo especial espacio para la muy jovencita Lucía Travieso, quien honra su apellido con la traviesa inteligencia de sus primeras composiciones, las que para bien ya son razón de buenos comentarios con cierta dosis de asombro en el gremio de la canción. Lucía es una adolescente con sapiencia anticipada, sus textos contienen una madurez que preludian a una próxima grande de la trova.

Santa Massiel tuvo a bien hilar en su convite la savia de representantes de varias generaciones y geografías, lo cual señalo por los disímiles ingredientes músico-líricos en la imbricación de discursos polisémicos y en armonía a la vez con el epicentro del concierto.  Desde Las Tunas con una zona intimista de la Nueva Trova, llegó Richard Gómez, quien apela a conexiones muy espirituales en su decir que musicalmente trasiega la Isla y la América del Sur. Desde el olimpo de la canción mexicana trajo su voz Andrea Dubois, cuando ella canta, la noche y la congregación a cielo abierto le reverencian.

Otro fenómeno de relativa joven aparición en nuestra escena musical del que en próximas fechas debemos dialogar se unió a los motivos de Santa, me refiero a los integrantes de la Guasotrovancia. Pedro Zapata, Annalie López (La Azucena) y Audis Vargas, guantanameros por la isla y el mundo son de esos sucesos a los que hay que prestar oídos. Cada uno de ellos tiene un trayecto notorio, un hacer en sus carreras y juntos conforman un necesario tsunami. En la noche del 4 de agosto hicieron el ventu voz y guitarra con la anfitriona en los compases finales como ilustración de las interconexiones sonoras Oriente-Centro-Occidente que hicieron de esta una ocasión para atesorar entre los motivos memorables de actual canción trovadoresca cubana.  

En cierta oportunidad, kilómetros y vida on line mediante, expresé que la trovadora de origen y largo arraigo en el centro de la Isla apuesta en su oficio por echar al suelo las bisagras de cualquier cartografía con una delicadísima poética que, a ratos se desarma del instrumento a  la voz que en murmullo arrolla, hoy que del brazo de su guitarra cruzamos las melodías, reitero la lluvia de sus girasoles:

Mira como riego girasoles/ mira como rifo tu querer ay ay/ mira como tocan las campanas/ para ir a dormir cuando vas a pasar/ que tanta palabra me disocia/ tanto desamor para un velero/ y yo que no doy, fío ni presto/ rezo porque un día seas ola/ ayer, ayer fuimos luz para no perder/ tal vez, tal vez, nuestro tiempo dejó de ser/ mañana atardeciendo voy bajando/ pagando la colina de tus besos/ no encuentro qué me salve de este invierno/ así que mejor lo doy por hecho/ seré, seré lo que siempre te hará nacer/ tal vez, tal vez, fuimos luz para no perder/ donde te encontré ha pasado algo/ algo que hoy espanta hasta lo cierto/ algo que intenta errar mi canto/ y no es cosa fácil de lo advierto/ mira como riego girasoles(…)

Que si vienes por aquí yo me voy pállá/ si canto para ti conga nacerá.

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