Cabotín Teatro: Diez años con una estética identitaria

Desafiando los tropiezos del mundo artístico, necesarios, tal vez, para validar un nombre y una estética propia, se ha abierto a escena Cabotín Teatro, una agrupación espirituana sin convencionalismos ni esquemas, y con una sola condición de principios: buscar la verdad del actor, y que cumple diez años en las tablas.

Con espectáculos de corte callejero o de relaciones, Laudel de Jesús, su director, asumió este oficio como una razón de vida. Por eso, cada día necesita del ajetreo que impone el ejercicio del dramaturgo para sentirse completo: «Me levanto en la mañana pensando en el teatro, me paso el día pensando en el teatro y me acuesto pensando en el teatro».

Así vive este hombre, quien, al descubrir sobre esta manifestación artística, sintió que debía fortalecerse como instructor de arte para luego aunar un grupo de actores y diseñar una puesta bajo conceptos más contemporáneos.

 SE SUBE EL TELÓN

Bajo la divisa de que el teatro muestra relaciones humanas, Cabotín comenzó a crecer en número de integrantes y, con el empuje y sacrificio de todos, logró llevar a escena complejas obras que, con el paso del tiempo, han evidenciado el progreso del proyecto.

Ello se demuestra también si hablamos de los logros conquistados, una vez que han recibido no solo el aplauso del público, sino también agudas opiniones de la crítica especializada, sobre puestas como Juegos sucios…, una farsa de Nicolás Dorr; Tren hacia la dicha y Triángulo, ambas de Amado del Pino; El concierto, de Ulises Rodríguez Febles, y Un mar de flores, de Norge Espinosa.

cabotin_teatro_2«En cada una de ellas hay un denominador común: constantes preocupaciones sobre la existencia del hombre, nuestros conflictos, realidad y, principalmente, nuestros rasgos identitarios», dice Laudel, quien en los últimos años se ha reafirmado como dramaturgo con las obras El diablo rojo y La mano del negro, piezas concebidas para espectáculos de corte callejero.

«Percibí que los muchachos necesitaban aprender más sobre nuestra idiosincrasia. Los enganché con la idea y comenzamos a investigar primero sobre el diablo rojo y luego continuamos tras las pistas de la rebelión esclava que tuvo lugar en el Valle de los Ingenios, en Trinidad, en la cual sus protagonistas fueron cruelmente reprimidos.

»Ambos estrenos nos trajeron muchas alegrías. Seguiremos apostando por el teatro de relaciones, porque es muy interesante el diálogo que se establece con el público en su propio entorno. Eso nos enriquece», afirma.

Mientras, la joven instructora de arte y miembro del gremio, Annalie García, comenta a la AHS: «No solo ha sido trabajo y esfuerzo; también he madurado, me he hecho más profesional. Estar en Cabotín ha provocado que busque diversas metas como persona y actriz y me ha permitido encontrar una visión más amplia de la humanidad, que es por lo que lucho todos los días».

CONCLUSIONES DE UNA OBRA

En ese repensar en una estética atractiva y novedosa (en comparación con las características impuestas por las normas establecidas del teatro callejero) Laudel de Jesús ideó un amplio equipo de producción, en el que músicos espirituanos pudieran dar vuelcos a la imaginación y componer melodías para espectáculos específicos.

Fue de ese modo que el joven Alejandro García Calviño se encontró con el mundo de la actuación: «Me inicié hace ya ocho años como musicalizador. Después me convertí en diseñador. Sin embargo, cuando llegó la obra El diablo…, para la que se necesitaban más actores, me atreví a salir a escena. Fue suficiente. Actuar en Cabotín me ha dado la posibilidad de hallarme como persona», reconoce quien todavía sigue apoyando con el diseño de las puestas.

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Dialogar desde el folklor, desde una cultura de barrio, del ciudadano de a pie, ha sido uno de los mayores éxitos de la agrupación, ya que Cabotín no solo aspira a ser seguido por   el público reducido y encumbrado de las salas de teatro, sino poder “conversar” estrechamente con aquel que nunca se ha sentado en una.

Pensando en el montaje de las obras desde la pasión que proyectan los jóvenes amantes de las artes escénicas, su director teatral, Laudel de Jesús, disfruta que los noveles artistas vengan y entrenen incontables horas por voluntad propia, amén de las dificultades que tienen que enfrentar en sus vidas, porque, según asegura, prefiere «interpretar el teatro como un encuentro humano, pues lo artístico bajo esta circunstancia advierte un salto de calidad y humanismo».

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