Muerte y salvación del sertão: la rebelión de Bacurau

Retornar al origen es siempre un acto violento, pero ¿y si es la única manera de salvarse de una violencia que quiere borrar toda posibilidad de existir? ¿Y si es el único modo de efectivamente, ser? Justo al inicio de Bacurau se nos presenta un plano perturbador: al fondo, un camión cisterna que ya nos habían mostrado transporta agua hacia algún lugar agreste y trae a Teresa (Barbara  Colen) de pasajera; en primer plano, un accidente ha desparramado una gran cantidad de ataúdes por toda la carretera, como un mal presagio de muerte que nos acompañara todo el filme. Un poco después se lee en una señal de tráfico: “Bacurau”. ¿Qué es este lugar seco del nordeste brasileño, del sertão pernambucano, al que regresa? ¿Qué significa volver? Teresa vuelve para el entierro de Carmelita, su abuela y figura ilustre del pueblo, y también vuelve a la rutina y hábitos idiosincráticos de Bacurau y sus abigarrados habitantes, amenazados de pronto por una violencia desconocida y extraña que busca borrar al pueblo y sus habitantes del mapa.

Es difícil de definir un género para Bacurau. Es obvio señalar la inspiración tanto en su estilo como en su producción, del western norteamericano de los sesenta y el western spaguetti de los setenta, al punto que desde al cartel hasta la selección de la locación, escenografía y música, pasando por los lentes, planos y juegos de cámara a utilizar fueron definidos alrededor de esa estética. Pero Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles no temen añadir elementos génericos de ciencia ficción, acción-aventura, horror e inevitables homenajes al Cinema Novo, a la mezcla de este western extraño, futurista y distópico, acompañada por una músicalización de Mateus Alves que podría acompañarse de similares adjetivos. La combinación, con un ritmo alucinante, termina con un gran baño de sangre. Un final gore que recuerda a Parásitos (Parasite, 2019) del director coreano Bong Joon Ho. De hecho el propio Mendonça afirmaría en una entrevista: “Cuando ví Parasitos, me dí cuenta que Bong y yo estábamos hablando el mismo idioma. De hecho, siento que Bacurau y Parásitos son primos.”

El parecido familiar es evidente por el uso del filme como alegoría de sus situaciones nacionales y globales, por la representación de la desigualdad social extrema, por la violencia omnipresente en las vidas de los perosnajes y en la resolución del conflicto. Pero lo que distingue a Bacurau, aparte de su perspectiva y linaje brasileño y nordestino, ambos directores son pernambucanos despúes de todo, es su exploración del sentido de comunidad y las maneras en las que esta se despliega en un momento de peligro.

Desde el entierro de Carmelita, la matriarca del pueblo y abuela de Teresa, comenzamos a notar, por la manera en que la gente repleta la casa, marcha compacta alrededor del ataúd o la despide al unísono con pañuelos blancos, una conexión especial entre los habitantes del pueblo: Bacurau no es solo el nombre del lugar en que el filme sucede, sino sobre todo el nombre de la comunidad que en él habita y circula en sus espacios: la plaza de la iglesia, la escuela, el consultorio, la tienda, el enigmático museo del pueblo.

Peter Debruge, al reseñar la película para Variety, no logra captar este rasgo, quejándose de la ausencia de un personaje central, y de la transición de énfasis entre varios protagónicos femeninos como Teresa o la Dra. Domingas, interpretada por una impresionante Sonia Braga, sin que finalmente emerja ninguna heroína o héroe. Pero, en el registro casi naturalista de las costumbres, pequeños diálogos y lugares del pueblo vemos las trazas de un sujeto colectivo latente, imperfecto, sucio, desarrapado y real que es, en fin, el auténtico protagonista. La reacción colectiva ante la visita del corrupto alcalde Tony Jr. (Thardelly Lima), la posterior asamblea para informar de la donación de medicamentos vencidos y libros viejos que había traído el susodicho, las controversias entre el profesor de la escuela y la doctora del pueblo y hasta la cola para los servicios de la prostituta local son todos momentos de una colectividad muy particular. La caracterización de lo popular, lo marginal y lo provinciano en el filme se encuentran lejos de cualquier apología e idealización.

Cuando los “invasores extraños” liderados por el gélido Michael (Udo Kier), en realidad gringos que van de safari humano por el pueblo, cortan la luz y asesinan a un niño (el futuro, la inocencia), sucede un salto. La comunidad comienza a expresarse de otra manera, no como un conjunto de individuos, costumbres y lugares, sino como una fuerza afirmativa, rebelde. La aparición de Lunga (Silvero Pereira), cangaceiro del s.XXI marca esa inflexión.

No es casualidad que solo en este momento, casi al final, el enigma del museo, al que el filme había estado señalando desde el inicio, se revele. Las marcas de las armas viejas que faltan, los recortes de periódico sobre una antigua rebelión aplastada en Bacurau y las fotografías de los habitantes del pueblo armados y con las cabezas cortadas de sus enemigos que cubren las paredes del viejo museo del pueblo narran una historia de violencia y rebelión popular y muestran el tiempo denso de la memoria que está en la base de la identidad de esa comunidad imaginaria (¿que comunidad no lo es?).

En una de las escenas, donde se constata la desaparición del pueblo en los mapas digitales, el maestro de la escuela despliega ante los estudiantes, frente a la ausencia del mapa del otro, un mapa propio, una autorepresentación. Y será desde la escuela, otro centro de la comunidad, desde donde los habitantes del pueblo liquidarán a los invasores a tiros. Sin embargo, en Bacurau no bastan la cultura común, la memoria o la escuela para desatar la fuerza de una comunidad rebelde: “hemos tomado una poderosa droga psicotrópica y vas a morir” le dice el profesor de la escuela al alcalde corrupto cuando se conoce de su complicidad con la masacre. Esa pequeña secuencia donde todos toman una píldora y entran en un estado alterado de la conciencia, señala el pasaje al acto, en una interesección inesperada entre drogas, liberación, conciencia y rebeldía. A pesar de todo, “Esto es solo el principio” atina a decir Michael, mientras a su alrededor el pueblo de Bacurau le apunta con sus armas viejas, le entierra vivo y lo mira fijo con los rostros y las ropas ensangrentadas. En esa inversión del arriba y con el abajo, del invasor y el pueblo, de la vida y la muerte se condensa el filme.

Los habitantes de Bacurau se han redescubierto, vuelto a su origen y tomado las “armas”, reales y simbólicas, que había allí para detener la matanza. Pero pesa sobre ellos, a pesar de esa revelación sobre sí mismos, no la perspectiva de ningún futuro luminoso, sino de una lucha más fuerte por su supervivencia, o lo que es lo mismo, contra su aniquilación como comunidad. Luchar por su vida, rebelarse se convierte para ellos en su única posibilidad de ser.

Ficha técnica

Título original: Bacurau

Año: 2019

País: Brasil, Francia

Dirección: Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles

Dirección de arte: Pedro Sotero

Actuaciones: Barbara Colen, Thomas Aquino, Sonia Braga, Silvero Pereira y Udo Kier

Fecha de estreno: 15 de mayo 2019 (Cannes)

29 de agosto del 2019 (Brazil) 25  de septiembre del2019 (France)

Duración: 132 minutos

 

Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Lo más Leído

Lo lamentamos. No hay nada que mostrar aún.

Suscripción

Para recibir nuestro boletín ingrese su dirección de correo electrónico