Ciego de Ávila es la próxima parada del periplo, luego de participar junto a Ediciones La Luz en la Feria del Libro de Matanzas. Algunos de la editorial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) bajarán en Camagüey, otros seguirán hasta Holguín.
Breve odisea el descenso con maletas y cajas de libros, aunque la inefable avileña Lourdes ha seguido el trayecto de nuestro tren desde Matanzas y nos aguarda. Realismo mágico: el bicitaxista que nos transporta rumbo al amanecer es un banense aplatanado. La representante del Instituto Cubano del Libro a la feria, Mildred Patterson es también holguinera, lo cual nos hace casi ronronear.
En corto tiempo han tenido que organizar los avileños su feria, donde se esperan ansiosamente las novedades de La Luz, con sus poemarios laureados en la reciente FILH: El árbol del mundo. Selección de autores holguineros, y Consejos para no acatar, escrito por Miguel Barnet especialmente para el sello de la AHS aquí; los nuevos títulos de la colección Abrirse las constelaciones y otras propuestas, como la bellísima edición de Cuentos nuevos que parecen antiguos, de Luis Caissés con hermosas ilustraciones de Alberto Díaz de León. La escritora Dania Sorí, natural de Jicotea, me permitirá que lo presente en su peña Mi sol, del pabellón infantil.
De vuelta a mis orígenes, participo en panel sobre ciencia ficción y fantasía cubanas, junto al avileño Yasmany Rodríguez Alfaro, la holguinera Mariela Varona y el habanero Erick Motta, voz principal de esos géneros en la Isla y bromista consumado. Su taller sobre fantaciencia se colma con los jóvenes «cronopios», admiradores que le siguen a todas partes en «modo grupie», fascinados. Motta, de sombrero de ala ancha y bastón tallado, se deja querer.
Subdirector del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, trae el libro de cuentos La casa de la discreta despedida, de la Varona, publicado hace una década por la editorial Cajachina, de esa institución fundada por el legendario Eduardo Heras León.
La feria se dedica a una mujer fascinante e irreverente, la escritora y editora Carmen Hernández Peña, suerte de hechicera celta, que ha declinado recibir el Premio provincial por la obra de la vida, porque le parece muy «definitivo», como un cierre a su creación literaria. En su caserón asaltado a deshora, cuyo patio huele a madreselvas, bebemos café de medianoche merodeados por gatos inquietantes.
También Ciego tiene sus arcanos, sus misterios insondables, tras su apariencia de ciudad llana y apacible, cuyo ecléctico bulevar invita a andar en medio del trasiego de transeúntes y el vértigo de los patinadores adolescentes.
La feria incluye, además de paneles, presentaciones literarias y homenajes, sesiones sobre escritura de haikus y décimas y la premiación de varios concursos en el espléndido café literario Estaciones, de la librería «Juan Antonio Márquez», una coherente simbiosis entre comercio de libros y servicio gastronómico.
La noche de apagón frente a la librería nos depara sorpresas, más allá de la típica canchánchara. Una competencia de danzantes callejeros se sucede en el portal, vertiginosa, dinámica, esquizofrénica, exquisita. La gente les hace coro y, para sorpresa nuestra, también los transeúntes devienen bailarines en una coreografía inesperada.
Son jóvenes que se juntan en la librería para bailar, algunos provienen del mundo de la danza, otros la llevan en la sangre y es bastante. El espíritu de la noche contagia y nos vamos al hospedaje, gozosamente sorprendidos de que, en medio del áspero contexto, la juventud baile sabrosamente amnésica, optimista, transpirando alegría.
Los holguineros hemos llevado los audiolibros y libros electrónicos de Ediciones La Luz, que no se presentarán pues fallará la corriente en el área digital, mas se agradece el esfuerzo de los organizadores, encabezados por dos guerreras: Natacha Cabrera, la poetisa y profesora de música que dirige Ediciones Ávila, y Yanelis Santos, al frente del Centro Provincial del Libro.
Habrá momentos emotivos como el encuentro con el narrador Félix Sánchez en perenne batalla con la memoria, o la presentación del best seller de Ediciones Ávila, Guardianes de Cassinga, cuyos autores, Yeniska Martínez y Dagoberto Massip, recopilaron durante tres lustros la información necesaria acerca de esa epopeya, donde perecieron ocho internacionalistas avileños.
El libro, cuya cubierta huele a tinta del poligráfico de Villa Clara, se terminó de encuadernar y cortar a mano esa madrugada, en una interminable jornada de esfuerzo altruista, encabezada por un hombre orquesta, Daniel Cruzata.
El presentador Rafael de Águila luce su emotiva oratoria épica, los ancianos sobrevivientes no disimulan las lágrimas, agradece el embajador de Namibia: a la sazón, un niño sobreviviente de la matanza sudafricana.
Momento jocoso sobreviene previo al lanzamiento de la novela de Mariela Varona, Las puertas de la perversión, cuyo espacio, la plaza Ciego del Ánima, se colma de niños ante el azoro de la narradora holguinera, que corre a prevenir a las maestras acerca de su obra plena de inquietante erotismo. Pronto se aclara que allí se iba a presentar una danza escolar, momento aplazado por el apagón, y que los niños solamente desean ver cómo sus compañeritas bailan un estilizado mambo.
La fraterna emulación entre el evento provincial y la anunciada Feria de Morón pondrá una nota de color, cuando Miguel Ángel Lanz, bailarín y librero, fantasee sobre futuras ediciones de la cita del libro.
Partimos con el amanecer de un día raro para la Isla, pero algo se nos queda en Ciego de Ávila, reteniéndonos, como el afecto de nuestro anfitrión, el descendiente de sefardíes Manolo Castro, y su familia, y la amabilidad de tanta gente buena y sencilla, de donde emana la mística fascinante de esta tierra.
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