Lo que resta, muestra fotográfica del escritor y fotógrafo Lázaro Delgado Valencia, inicia el año visual de la galería Nexos, de la Casa del Joven Creador. Y se estrena, al menos en lo individual, como artista de las artes visuales ante las paredes y el público.
Ocho fotografías en tonos grises que describen lo destruido de algunas construcciones arquitectónicas del territorio avileño y del resto del país, conforman la muestra.
Las palabras de inauguración corrieron a cargo del escritor y librero Heriberto Machado Galiana.
Con estas fotos, realizadas entre el 2016 hasta bien entrado el último tercio de 2023, Lázaro encara su preocupación por el entorno citadino. Hace su denuncia del abandono en el que han sido sumidos algunos sitios patrimoniales que, en el pasado, fueran referencia obligada de todo habitante y hasta orgullo del terruño.
Así encontramos inmuebles del municipio de Venezuela, de una casa en Primero de Enero, y otras de Santa Clara y la Habana Vieja.
Lo hace con cierta destreza y dominio de la fotografía digital. Escrudiña la destrucción, pero dándole un toque mágico para hacerla más atractiva y captar, de un golpe, la atención del espectador.
De una vez, la mirada cae en la trampa y se pasa del conjunto al detalle; de la pared a la grieta; del techo de tejas al derrumbe.
Y el dramatismo se acentúa desde los tonos grises, las oquedades, el simbolismo de una textura en descomposición; los contrastes no tan altos para dar la sensación de neblina.
Los protagonistas son los destrozos y el polvo. Apenas hay caras, gestualidades y expresiones humanas. No son tan necesarias. Y todo está dicho.
Los planos generales hacen la descripción precisa de la situación de las edificaciones. Angulaciones en contra picado le dan profundidad a la composición y transmiten, además, la sensación de soledad. Las de a nivel, es decir, de frente al objeto retratado, hacen la denuncia y exponen el motivo.
El punto de fuga pareciera estar ausente, y es que todo cae en el vacío, en el propio abandono. A uno, como espectador, le queda la sensación de que no hay esperanza, de que la ciudad se derrumba y el tiempo pasa, inexorablemente, sobre todas las cosas.
Por mucho que esta muestra tenga su conceptualización muy bien planteada, no logra convertirse en una exposición, pues no termina de denotar toda su narrativa ni se expande en las distintas variantes teóricas que esboza.
Ni están todas las obras que la conforman, según el propio artista, porque no cabrían en este espacio. Aunque aquí, a mi juicio, le falta razón. El espacio expositivo también se conforma y se adecua desde las necesidades artísticas. No creo necesario supeditar la obra a la espacialidad.
Este novel artista, jefe de la sección de Literatura de la AHS avileña, que tiene como segunda piel la fotografía, todavía no ha publicado su obra literaria, “porque soy exigente y espero llegar a perfeccionar lo que escribo”, ya se estrena como artista visual. Y lo hace con decoro y compromiso con el arte bueno, ese que pone sal en las heridas con tal de sanarlas.
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