Expresiones diversas llegan y se sienten vívidas desde el lenguaje corporal de Marcos Alejandro Castillo Thompson, joven y talentoso actor guantanamero. Su interpretación de la obra Oshosi, en alusión a una de las deidades de la religión yoruba, “mueve” las emociones en el público, como uno de los personajes que más ha marcado su crecimiento como actor en diez años de labor escénica.
Marcos es dichoso, con su arte fusión demuestra que aún el teatro se puede nutrir de nuevas formas de hacer y dar placer, ya sea desde la fusión de la religión yoruba y la oralidad de manera genuina o simplemente de la mezcla entre la danza, el teatro dramático y el arte titiritero.
Integrante de la Compañía de Teatro “Títeres-Corpus”, de Guantánamo, Castillo Thompson, miembro de la sección de Artes Escénicas de la AHS guantanamera, es un vívido ejemplo de que el arte no es un fenómeno estático, todo lo contrario, requiere de innovación constante, de dinamismo, de imponerse retos en lo personal y profesional para ganarse al público, desde la osadía y la inteligencia en cada acto.
Galardón merecido
Marcos con solo 23 años obtuvo uno de los más importantes lauros de la dramaturgia cubana, el Premio a mejor actuación masculina para niños y jóvenes del Festival de Teatro Máscaras de Caoba 2018 en Santiago de Cuba, luego le llegó la Selva Oscura en su natal Guantánamo, y desde entonces ha tenido un carrera en ascenso, con estrenos, unipersonales, grupales, aunque fue el Máscaras de Caoba el lauro que más le ha marcado.
“Éramos tres del Alto Oriente. El Grupo Ríos al que pertenecía, que llevó Oshosi; Guiñol con Suite Cubanísima para títeres, y La Barca que presentó Un mundo de Caballos y Valientes. Nunca imaginé destacar entre ellas y eso que fui el último en salir”, explica dudoso.
“Aún me provoca cosquillas en el estómago, saber que tuve el reconocimiento y admiración de especialistas de la talla de Rubén Darío Salazar, Abelardo Larduet, Gerardo Fulleda León, Armando Morales, reconocidos entre los mejores del teatro cubano.
Cuando llegan a la mente del joven el recuerdo de aquella jornada, enseguida destaca el decisivo apoyo del Teatro Guiñol y en especial de Eldys Cuba, director de la pieza, también galardonado en el Festival santiaguero.
“Ellos me dieron el empuje. Eldys hace años había interpretado la misma obra, y me dejó incorporarle con habilidades danzarias y formas novedosas como impronta mía. El 22 de enero de 2017 se estrenó y, de ahí en lo adelante, comenzó otra etapa de perfeccionamiento.
“La presenté en la cruzada teatral, y allí me nutrí con nuevos matices e ideas. Cada función me aportaba otra visión tanto de los artistas como del público. Le agregué movimientos y elementos como el garabato (tipo de palo en madera). Igualmente la mostré en el espacio Impromptus del Cuerpo en la sede de Danza Fragmentada y tuvo muy buena acogida.
La propuesta
Entre los méritos que tiene Oshosi, es que aborda el tema de la religión afrocubana sin un exagerado uso de la simbología folclórica. El lenguaje sencillo, pensado para los infantes, hace que el mensaje llegue y transmita sentimientos universales como pueden ser el amor y el respeto a los padres.
“Se trata de un patakí o historia de la religión yoruba con 10 escenas de alrededor de 25 minutos. La trama gira en torno a cuatro personajes principales (Eleguá, el narrador; Olofi, dios supremo; Oshosi y su madre, representada por un títere) y dos secundarios (los cazadores). Todos son interpretados por el mismo actor, mediante bailes y actuaciones.
“La pieza requiere mucha concentración, trabajo constante, facilidad y agilidad para poder hacer las transiciones de roles, porque cada cual tiene tonos de voz y actitudes distintas. Cuando salgo a escena lo mismo debo actuar con majestuosidad, que con rabia, tranquilidad aparente, o cariñoso y paciente como una madre.
“Arriba del escenario hay que ingeniárselas para que el público disfrute y a la vez entienda el hecho. Por eso agradezco mucho el respaldo que tuve de las cuatro compañías de danza en Guantánamo que contribuyeron a dotar de gracia, originalidad y acrobacia la obra teatral.
Camino de ayer, hoy y siempre
Marcos Castillo está claro y seguro del sendero que sigue. Según dice desde que comenzó estudios de danza en la EVA, bajo la tutela de maestros como Alfredo Velásquez, Ernesto Llewellyn de Lahera, Ladislao Navarro Tomasén y Yoel González, supo que quería dedicar su vida al arte.
Aunque las casualidades impidieron que continuara como profesional de la danza al concluir en la EVA; tiempo después pudo formarse como actor en la Academia de Santiago de Cuba. ¡Quién se imaginaría que a dos años de egresar, tendría la oportunidad de acudir al Instituto Superior de Arte!
Hoy graduado del ISA, es profesor en el Escuela profesional de Danza Alfredo Velázquez, donde contribuye a formar a otros con su impronta singular.
“Nada me hace arrepentirme de mis decisiones, disfruto lo que hago, mezclo cuanto puedo y crezco como artista, doblemente: en calidad de bailarín y actor guantanamero, pero sobre todo como creador, que es lo que soy, y como me siento cada vez que subo o asumo una escena”.
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