Observación necesaria: esta es la crónica de un viaje desde Camagüey hasta Matanzas. Sin otra pretensión que narrar, percepciones geográficas aparte. Aquí se habla de las Asambleas Cuarto Congreso de la Asociación Hermanos Saíz.
Celebró la AHS en Camagüey su asamblea por el Cuarto Congreso
A la región central llegamos bajo un gran aguacero que, casi por arte de magia, cesó para que nos bajáramos del ómnibus en que viajamos. El cronograma de asambleas no se podía retrasar y muchos aseguramientos dependían de que se cumpliera al pie de la letra. No obstante, Camagüey estaba inundado y los problemas eran otros. La preocupación general se impuso a la puntualidad.
Los jóvenes nunca fallaron. Listos para dar criterios, defender su creación, expresar cómo ellos ven y quieren hacer arte nuevo. Repletando cada sede y cada actividad nocturna después de hacer sus asambleas.
El debate fue esencial. Tras los informes, se cargaban ya los arcos para hacerle diana a los temas vitales. Cada una de las filiales se parece a su membresía; y, cada creador y su arte, tiene espacio en una filial.
Vimos las lágrimas correr en la asamblea agramontina y vimos más, en el encuentro sostenido en Villa Clara. Hay algo cierto: si dedicas cierto tiempo de tu vida a algo o a alguien, comprender que eso termina puede ser devastador.
Ihordan y Yatsel habían sido, hasta esta precisa semana, presidentes de la AHS en sus respectivas provincias. A ellos no les tocará tomar la decisión mañana, presidir enormes reuniones para organizar un evento, pero seguirán allí, donde son útiles aún porque han sabido hacer familia en la propia organización.
Ambos tuvieron a su cargo gestionar todo el trabajo de sus filiales y ahora llegan hasta el límite de edad. Los vimos retirarse así, con un secreto llanto adentro, pequeñito, por aquello de que los hombres no lloran… Pero fueron reconocidos: por amigos y asociados.
El ómnibus azul oscuro que nos mueve entre las filiales de la Asociación tiene nombre: se llama Palmiche. Así lo ha bautizado el poeta y dramaturgo Rafael González Muñoz, presidente de la AHS en el país. No lo maneja Elpidio Valdés sino Mayito, un cincuentón alegre y de ojos azules, que le gusta discutir sobre cultura. Maneja con mucho cuidado su guagua que es “caballería”, en esta especie de invasión desde el Oriente.
El caso es que a la Palmiche, a veces, solo a veces, hay que darle unos empujoncitos de más… para que arranque. Así llegamos a Cienfuegos, gracias a los empujoncitos. Mayito con las riendas, gritando: ¡acelera! y, nosotros ahí, empujábamos… hasta que la guagua arrancó.
El viaje no es solo asambleario, por supuesto, es creativo. Momento de relacionarse con artistas del país que apuestan por la Asociación como espacio de crecimiento espiritual, profesional. También momento de aprender, de intercambiar, de proponer nuevas ideas.
Pudimos ver un espectáculo organizado por la Brigada José Martí de Instructores de Arte en Ciego de Ávila, precioso, que bien pudo interrumpirse cuando faltó el fluido eléctrico. Los músicos y bailarines continuaron sus ejecuciones, iluminados con los celulares encendidos desde el público. En verdad, nunca supimos cuándo regresó la corriente, porque allí nada se detuvo.
Hemos sumado, al equipaje, libros y linografías. La visita a un taller de grabado en Sancti Spíritus fue algo especial. Vimos correr la tinta allí, adhiriéndose al papel; los colores; y vimos obras, conversamos sobre grabado con los artistas. Elegimos una pieza preferida para llevar. Son experiencias creativas que solo podrían suceder en un viaje de este calibre por las provincias del centro.
Y, por supuesto, sí hubo fotos. Todos queríamos hacer fotos, así que el reto personal de la fotógrafa fue alto. Para mí, las preferidas, fueron las que hicimos ayer luego de la asamblea en Matanzas.
Pero esto es solamente la impresión de quien escribe. Habrá que preguntar, mañana en Mayabeque, a los demás.
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