Víctor Andrés de Oleo es un amigo querido, un hermano poético. Nuestros diálogos por el WhatsApp hablan de su pasión por la poesía, de sus diálogos con el Caribe literario actual, de becas y éxitos mutuos, de amigos que se han ido, de mil y un asuntos diversos. Víctor es, además, una potente voz creativa de nuestra región geográfica común, un poeta de los buenos, un poeta que ha sabido encontrar el filón de luz del arte verdadero. Esta entrevista es un (pre)texto de una conversación en vivo que nos debemos, con café de por medio.
¿Con qué palabras defines a la poesía? ¿Entiendes la vida (ese trazado de experiencias comunes) como material poético?
La vida es la poesía, o más bien la primera contiene a la segunda. Para decirlo de una manera sartreana: la poesía es a la vida lo que la esencia a la existencia. Lo que hacemos los poetas es transmutar en poemas esa poesía que contemplamos en la vida y sus infinitas posibilidades. En ese sentido somos una especie de alquimistas a los que les conviene seguir buscando la piedra filosofal, pero nunca encontrarla.
Y bueno, la única palabra posible para definir la poesía es esta: poesía.
¿Qué es, para ti, lo trascendente en el arte? ¿Qué es lo significativo en la poesía, al menos, en aquella que creas?
A sinceridad, yo no sé qué tiene de significativo mi poesía. Porque son infinitas las posibilidades de significados que podría tener, y sobre todo tomando en cuenta que cada poema se reescribirá ante los ojos de los lectores que encuentre. Incluso una sola persona podría darle múltiples y divorciados significados dependiendo de los momentos en que interactúe con ella. Por eso no quisiera aventurarme tratando de dar o establecer un significado que podría condicionar a quien me lea, o reducir así el vuelo de su imaginación de cara a mi poesía.
En cuanto a lo trascendente en el arte, bueno, mira: el día que presentamos «El sastre de las mariposas» en La Romana, yo decía que actualmente la literatura, la poesía, el arte en general, es un acto de resistencia. Es un acto de resistencia porque ante el auge y el apogeo de la técnica, de lo pragmático, la virtualidad y lo digital, en la era de ChatGPT, pareciera que nos orillamos a perder nuestra humanidad, a secar nuestras sensibilidades. Entonces el arte, la literatura, la cultura son el bastión que resiste y empuja para que, dentro de todo ese desarrollo que es bueno, no nos olvidemos de lo que, para mí, sigue haciéndonos mejores y peores que todo eso. El arte es la tinta que mantiene dibujada nuestra esencia.
¿De qué manera puede influir, o no, el Caribe, el hecho de ser caribeño, en tu creación literaria?
Mira, todos nosotros somos el Caribe. Somos su alma, su sangre, su corazón. Somos sus defectos y sus virtudes. De manera que el Caribe está circunscrito, inevitablemente, en todo lo que hacemos. De manera que no es que el Caribe que influye en mi creación literaria, es que el Caribe es mi creación literaria. Un escritor escribe sobre lo que tiene y lo que es, nadie escribe sobre lo que desconoce, y lo que mejor conocemos nosotros es esta maldita circunstancia del agua por todas partes (citando al paisano tuyo) y lo que eso, adentro y afuera, implica.
La literatura inspira respeto en algunos autores. Temor a la página en blanco en otros. ¿Cómo te sucede a ti?
Me frustra mucho la página en blanco. Duele. Pero he aprendido que esas son etapas, momentos que a todos nos ocurren por X, por Y o por Z, y que en algún momento se van. A mí normalmente me ocurren estos bloqueos cuando he tenido una temporada muy productiva, donde he escrito mucho y en apariencia ya he agotado todas mis municiones. También ocurren cuando estoy en los menesteres que llegan luego de ganar un premio. Es lo único que no me gusta de ganar premios.
Para lidiar con ellos me sirve mucho leer y corregir lo que ya está escrito. Hacer eso me permite sentirme justificado por no haber producido nada.
¿Cómo transcurre tu proceso creativo?
Eso depende de lo que hablemos. Mi proceso creativo tiene sus diferencias entre la poesía y la narrativa.
Por ejemplo, para la poesía no me funciona ir a la computadora y sentarme dique a escribir un poema. Imposible, no llega nada que valga la pena. La poesía me acecha, me sorprende, ya sea mientras leo algo, mientras me traslado sin compañía de un lugar a otro (me torno muy introspectivo en esos momentos) o cuando atravieso alguna situación que me cala emocional o mentalmente. Para la narrativa sí, ahí sí puedo sentarme a escribir porque por lo común ya la idea de lo que quiero escribir se habrá trabajado en mi cabeza, habré hecho algunos apuntes en el celular o en un cuaderno, habré investigado (si es necesario) y habré definido el tono y la técnica y la perspectiva para narrar lo que voy a narrar.
Lo que tienen en común es que todo texto mío pasa por un proceso que mi amigo, el poeta Joel Julio García, denomina las tres etapas de un texto: 1) la etapa volcánica (cuando sale el texto); 2) etapa de reposo (dejar descansar el texto por varios días o semanas); 3) etapa quirúrgica (cuando retomamos el texto para pulirlo o desecharlo).
Hay temas que, en nuestra poesía, son constantes, ondas de sentido que nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida como creadores, ¿te sucede así con alguno? ¿Los calificas como obsesiones?
El amor. El cliché más grande de toda la historia de la poesía es la constante en mi obra poética. No es de lo único de lo que escribo —también digamos que hay poemas de corte social o reflexivos (del pensamiento, como les llama Joel)—, pero sí, de alguna manera siempre regreso a escribir del amor. Y mira que pareciera que últimamente para muchas personas escribir del amor es una bobería o no sé qué. Es ridículo, si me permites decirlo. A mí esa vaina no me importa. Yo hago como me dijo una vez mi amigo el escritor José M. Pequeño: escribe de lo que te dé la gana.
Los desafíos, tanto materiales como espirituales, son constantes en la vida del creador joven. ¿Sientes que existen algunos específicos relacionados con nuestro vivir en un espacio geográfico determinado?
Materiales, muchísimos. Espirituales, depende de cómo se mire.
La principal dificultad “material” a la que nos enfrentamos los poetas del Caribe es el prácticamente muerto mercado editorial. Aquí puedes encontrar cómo publicar tu obra, sí. Pero distribuirla, hacerla llegar, sacarla de la isla, promoverla, es una Odisea que ni Homero hubiera querido escribir.
En cuanto a los desafíos espirituales creo que eso dependerá de la relación o interpretación que cada uno tenga con y sobre nuestro contexto y sus peculiaridades. Yo creo que estamos en un lugar espiritualmente rico para producir, no importa lo que tengamos que decir o desde donde espiritualmente lo queramos decir, nuestra fuente es infinita.
¿Crees que las redes sociales pueden impactar en el futuro a corto o mediano plazo en la forma en que consumimos literatura, y más específicamente, poesía? ¿Impactarán también en la forma en que se crea esta?
No es que lo harán, es que hace tiempo lo están haciendo, en ambos sentidos. Hoy por hoy, me atrevería a decir, hay personas (principalmente jóvenes) que nunca han leído un libro per se de poesía y, sin embargo, han leído mucha poesía. Hay también personas que escriben poesía pensando exclusivamente en ese público de las redes sociales. Y bueno, sus adeptos han tenido tanta relevancia ante la mirada del comercio editorial, que hay sellos importantes editando a muchos de estos instapoetas, como les llaman algunos. Tanto es así que hasta se les ofrece premios importantísimos para potenciar el alcance de lo que producen. Las redes sociales pueden ser una valiosa herramienta para la difusión de la poesía pero, como todo, también tienes sus vicios y en este caso parecen ser vicios bien rentables.
En los tiempos que corren, ¿quién es el poeta?, ¿qué lugar tiene en el mundo?, ¿por qué escribir?
Como te decía más arriba, el poeta, junto a cualquier artista, es un militante de la resistencia. Es alguien que, quiera o no, lo sepa o no, tiene en sus manos, en la naturaleza propia de su oficio, el conservar nuestra humanidad, evitar que se desdibuje.
Y bueno, es obvio que llevamos todas las de perder, pero justamente por eso se trata de una resistencia.
Uno de tus más rotundos éxitos como poeta, y que sin duda te coloca en un sitio importante dentro de la literatura caribeña, es que fuiste una de las voces elegidas por la UNESCO a través del Programa Transcultura para representar tu país durante La Marché de la Poésie. ¿Marca esto un antes y un después en tu carrera?
Yo creo que sí, es inevitable. Pero, por mucho que especule, sé que no soy capaz de precisar ahora mismo la magnitud exacta en que lo hace. Creo que podré tener mejor idea de eso después del 11 de junio. Para entonces prometo darte los pormenores al respecto.
¿Sientes que existen conexiones lo suficientemente poderosas entre las voces que se gestan en nuestro contexto geográfico, incluso de isla a isla; o vivimos aislados en burbujas de cristal donde poco o nada se conoce de la literatura de nuestro Caribe?
Sí, vivimos aislados, pero no creo que sea en una burbuja de cristal. Es, otra vez, la maldita circunstancia del agua por todas partes. Y bueno, quizás también algunos obstáculos idiomáticos si miramos todo el Caribe. Es también esa ausencia de mercado editorial que padecemos, pero esto está dentro, de alguna manera u otra, de lo de la circunstancia del agua.
Entre República Dominicana y Cuba creo que existe un vínculo muy grande, un deseo casi hambriento de conocernos más y mejor en términos literarios. Creo que de lado y lado moriríamos por tener mayor interacción, por estar juntos en más iniciativas e intercambiarnos libremente de lo que cada país escribe; pero es un anhelo frustrado por nuestras situaciones y condiciones. Yo, por ejemplo, muero por leer tu Sakura y ha sido una tarea extremadamente difícil poder lograr que llegue a mis manos.
Más allá de la página en blanco, ¿quién es Víctor?
Víctor Andrés De Oleo es un tipo que por fin, se ha graduado como licenciado en matemáticas orientada a la educación secundaria; es un sujeto que vive en Villa San Carlos, un barrio de La Romana, desde el 2004. Ese sin vergüenza aún vive en casa de sus padres por razones que te diré después en una conversación más personal, pero que cada día se levanta administrar y atender el negocio de la casa, un colmado, mientras, a la sazón, hace diligencias para lograr un puesto desde donde espera trabajar más específicamente por la cultura y la educación. Es un tipo que, pese a que sus allegados lo tratan con respeto y viven en la mentira de creerlo un intelectual, no encuentra en los ojos de muchos de ellos la comprensión de lo que es o lo que significa esa locura de ser poeta.
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