Sangre en las manos de Abraham de Guillermo Betancourt Díaz, es un libro de poemas, construido en un estilo de apariencia ascética, lacónico, pero cargado de metáforas e imágenes precisas. Fue publicado por Editorial Ácana, de Camagüey, como parte de su colección Surtidor, en el año 2021, y se presentó en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana en la Sala Lezama Lima del Colegio San Gerónimo.
El verso libre permite en el poemario el despliegue efectivo de una primera persona que a veces se desdobla en segunda, en un “tú”, fuera del poema, con el que se pretende dialogar. Los versos pasan así del monólogo, casi que al parlamento dramático y tienen la marca de la oralidad.
Este cuaderno que se divide en cinco partes, AMÉN, JUSTICIA PARA LOS TRAIDORES, HORROR VACUI, POEMAS DEL SILENCIO, y PARA BELLUM, conjuga poesía religiosa y tema grecolatino o clásico, dos afluentes asumidos por voces precedentes de nuestra nación y que forman parte por derecho propio de la tradición poética cubana. Es también, por la universalidad de sus temas, certeramente actual.
El rejuego intertextual, fruto de múltiples lecturas y un conocimiento minucioso de los entresijos de la cultura universal, deviene esencial a la hora de exponer las ideas que se entrelazan en la obra y se intuye que encuentran resonancias en las experiencias y preocupaciones del poeta, hasta que acaban por brotar en sus textos. Se introduce una galería de personajes diversos, algunos de ascendencia cuasi mítica, o literaria, y otros de procedencia histórica, como Ifigenia, Judas, Juan el Bautista, los hermanos Karamazov, Diógenes El Cínico, Guillermo Tell, El general Lee… Unos y otros, tienen en común su estirpe épica, pero también la queja continua ante un sino que a menudo deja a su paso un rastro de sangre. En sus versos de cariz religioso, alterna el dolor de la víctima afligida ante su humanidad, con la ironía, que a ratos se vale de frases de reminiscencia bíblica, e incluso se atreve a cuestionar a Dios y sus designios.
El cuaderno logra expresar la dicotomía existente entre figuras contrapuestas: héroe-inocente-condenado-víctima-traidor. Un poema corto y contundente, titulado Amén, da inicio al libro. Amén, que se traduce como “Así sea” —nombre además de toda la primera parte del poemario—, suena a condena irrevocable, irremediable. La sentencia está a punto de cumplirse y el condenado espera frente a las puertas de la muerte, habla desde las puertas de la muerte, se sitúa en esos minutos antes de que se cumpla lo terrible, víctima de la tortura y el dolor. En otros textos el traidor es sobre todo el cobarde, que se asume cobarde, en lugar de esconder su condición. La justicia y su puesta en marcha, devienen leitmotiv de estos poemas, por momentos sombríos, que reconocen la vacuidad de la guerra, la hecatombe, e incluso de una heroicidad que deja un rastro de muerte, o se mata a sí misma. Versos de tono ucrónico, casi hacia el final del libro afirman y cuestionan:
“Ahora odio a los que no piensan
que hubo un día en que a Dios se le hizo tarde,
y ninguna lluvia pudo lavar la sangre inocente
en las manos de Abraham”.
Guillermo Betancourt Díaz es un poeta que se afirma en cada uno de los planteamientos que expone; por momentos, su voz pareciera confundirse en la certeza del hablante lírico. Ninguna lluvia puede lavar la sangre inocente. Solo quien entiende esto, solo quien conoce la sangre, puede hablar de ella…
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