Onel Pérez Izaguirre es una de las voces más interesantes de la poesía hecha por jóvenes en el actual escenario cubano. Hombre de pocas palabras, contundente con el verso; sus textos se disputan el espacio, como si todos quisieran habitar la misma página. Su libro Fosa Común mereció el premio Poesía de Primavera 2017 y fue publicado al año siguiente por Ediciones Ávila. Este mambí ha vivido todos estos años en Baire (Santiago de Cuba) y se posiciona nuevamente en la atmósfera literaria, mereciendo el premio Calendario de Poesía 2022.
En varias ocasiones conversamos sobre su libro Cables de alta tensión. Habló de mandarlo a una editorial porque el cuaderno no había tenido suerte en los concursos. Sin embrago insiste, una y otra vez insististe, en procurarle al libro su valor real. Hace poco se anunció que el cuaderno había recibido el premio Calendario, que es con mucho, el reconocimiento literario más importante para los jóvenes escritores cubanos.
¿Te consideras alguien persistente?
Sí, creo que soy persistente. En la literatura como en la vida, es necesaria esta cualidad para crear o hacer cosas valiosas… y más las que son del espíritu: estas son imperecederas.
¿Crees que el jurado determina el valor real de la obra?
Cada jurado tiene sus esquemas de apreciación estética, su forma de ver el arte y el mismo proceso creativo. Yo respeto a los jurados: siempre están entre la espada y la pared. Son muchas las obras buenas que se presentan a concursar y solo una, en la mayoría de los casos, debe ser la ganadora.
El grupo literario Café Bonaparte, comandado por Eduard Encina, contribuyó a tu formación como escritor. ¿Qué era Onel Pérez antes de Café Bonaparte?
Solo era un muchacho introvertido que le apasionaban los libros y se entregaba a ellos como si fuera lo único que existiera. Todavía lo soy, pero gracias a Dios, y a la existencia de este espacio, heme aquí: transformado. Crecer bajo la sombra de Eduard y de Jorge L. Legrá es de las cosas más bellas que me han sucedido. Eduard, con su mirada crítica, dura, pero salvadora, era (es) un ser excepcional, de un valor ético único, con un sentido de la humildad y de la fidelidad a prueba de fuego. Siempre será mi hermano, un padre. Jorge ha estado ahí para regañarme con paciencia y sabiduría. “El Puro” me ha llenado de su pureza.
Hay un tema recurrente en tu poesía. Lo vi en Fosa Común y lo he visto asomarse en Cables de alta tensión. Me refiero al “poder.” En uno de tus textos afirmas, incluso, que «el poder desfigura». Coméntame de esto.
No somos electrones a la deriva, somos seres sociales. El poder es una de las cuestiones que más me interesa criticar. El poder como burocracia, como ente que hacen daño, que no resuelven nada. La poesía está para denunciar, tiene ese poder y me ha tocado usarlo. La poesía es un acto de valentía. Es una de mis trincheras.
Muchos historiadores centran el inicio de la Guerra Necesaria en tu pueblo. Las luchas por la independencia y la libertad de la nación han dejado una huella indeleble y una fortaleza de espíritu que caracteriza a la mayoría de los bairenses. ¿Sientes esta influencia en tu proceso creativo?
Sí. De una forma o de otra, las guerras de independencia están en mi escritura y me definen. No soy un historiador, pero creo que llevo la historia en la sangre. Escribir en Baire es un reto, pero nada define el espacio físico, ni estar alejado cientos de kilómetros de la capital provincial. Te define tu mente, lo que te propones. He ahí lo que me he construido. La poesía es un acto de formación.
Me gustaría que hables sobre la extensión de tus poemas. La brevedad con la que escribes bien que podría simular una carga al machete, el tiempo entre el toque del “corneta” y el contacto con el enemigo. Tu poesía tiene la extensión de una emboscada, o mejor: el tiempo que dura la sorpresa de la emboscada.
Al hablar de mis poemas, recuerdo una sentencia del poeta García Blanco diciendo que yo era un poeta minimalista. Y es como dice Martí: más ideas, menos palabras. No me gusta el palabreo en el poema. El poema es mucho más que palabras.
La Guerra Necesaria le da protagonismo a un poeta: José Martí. En tus textos abundan referencias y conceptos martianos. Históricamente, los bairenses se esfuerzan por mantener latente el romántico hecho de un poeta que da la vida por su patria. ¿Qué opinión te merece la obra martiana?
La obra martiana tiene un valor incalculable. Siempre hay que volver a Martí. Fue un intelectual: esa debe ser nuestra meta. Su Diario de Campaña es exquisito. Esa relación de intimidad con la naturaleza es sorprendente. Hay que volver a Martí como niños, como buscando algún tesoro.
Háblame sobre tu proceso creativo.
El poema tiene que sorprenderme trabajando: leo, hago apuntes y pienso en el próximo texto. La musa existe, pero no soy de los que creen mucho en ella. Mi proceso creativo no tiene nada del otro mundo. Escribo, reviso, tallo el poema… como decía Boti. Y después sigo leyendo. Reviso el texto aún después de estar publicado. Para mí un poema termina cuando deja de hablarme. Le doy taller, se lo muestro a los colegas. Es un proceso donde la belleza muestra sus máscaras.
¿A qué público deseas llegar con lo que escribes? ¿Crees que la poesía puede influir en la sociedad?
Con lo que escribo deseo llegar a todos, aunque respeto mucho el público infantil. La poesía tiene que comunicar, sin olvidar sus patrones estéticos, donde la belleza es su valor esencial. La poesía puede contribuir en la sociedad de hoy. Ella tiene el valor de la vida en sí y da protagonismo a temáticas que tristemente se están perdiendo. Tiene un valor de sanidad espiritual increíble.
Eres psicopedagogo de profesión. A diario interactúas con las primeras edades. ¿Qué opinión te merece la juventud cubana?
A la juventud cubana le ha tocado vivir muchos procesos de cambios. Ellos son héroes: en sus manos están los derroteros de la nación. Son el timón. Hay que escucharlos atentamente.
Vi en los ojos de tu padre un gesto hermoso cuando fuiste a recibir el premio Calendario. ¿Cómo te sentiste? Eduard estaría orgulloso de ti. ¿Qué crees que te diría?
Una de las cosas más bellas es que mi padre estaba conmigo en la premiación. No tengo palabras para agradecer tanta belleza. Pero faltaba un amigo entrañable, Eduard. Él me apretaría con fuerza, como solía hacer, y me daría un beso. Eso haría Eduard Encina. Él me diría: “Guajiro, hay mucho machete que dar todavía”.
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