Poeta, narradora, ensayista, diseñadora de modas, gestora cultural, profesora… son solo algunas facetas que contribuyen a que el universo creativo de Giselle Lucía Navarro Delgado esté siempre en expansión.
La joven confiesa que escribir es su forma de volar, y acota que las palabras le han dado “la libertad de permanecer más allá del tiempo de la existencia”. Quizás por ello, pedirle definir su voz poética a quien emprende viajes en cada uno de sus textos resulte como armar un puzzle.
“Tal vez para eso sirven las entrevistas también, para pensar en uno, porque de forma frecuente vivimos con prisa o nos hemos domesticado por la falsa modestia de olvidarnos de nosotros mismos con la excusa de creernos maduros.
“Creo que me caracteriza aquello que me conmueve. Lo indócil y la inmovilidad, como reflejos de una muchacha etérea que escapa y regresa constantemente. Experimentar en los límites de la expresión, a veces ejercitando la obviedad en el hábito de la provocación. Busco lo sublime de las cosas, el detalle, lo minúsculo, lo ambiguo, su expresión más minimalista, explorar en torno al alma de las personas y los objetos, trato de esquivar los discursos permeados de simbologías preconcebidas, conservar la inocencia y frescura de ciertas cosas.
“Leo para aprender, no para exhibir mis conocimientos como bandera y arrojarlos en la cara de los otros. No me interesa demostrarles nada. Nacemos para convertirnos en semilla y no en monumento. Lo poético está en lo sutil, en la provocación”, apunta.
Ella, reconocida con el Calendario 2023 en el apartado Infantil y Juvenil, considera que un poeta es ante todo un buscador, un prestidigitador, un coleccionista de eternidades efímeras, de bellezas escondidas, de rarezas y alumbramientos, incluso muchas veces ignorando que eso que busca constituye un reflejo de sí.
“Cuando escribo mis novelas o diseño un tejido o dibujo, no puedo evitar pensar como poeta, porque lo poético no es un modus operandi, sino una forma de respiración pulmonar, aunque la narrativa sea un lenguaje totalmente distinto, aunque para algunos la palabra poeta sea un templo inalcanzable.
“Me inspira la luz, el cielo que se borda sobre mi cabeza, los estados de ánimo cambiantes del medio, la arquitectura de las plantas, las podredumbres y los milagros de nuestra sociedad, los procesos, la matemática, lo corpóreo, los objetos antiguos, los lugares abandonados… me inspira vivir esas otras vidas, aunque sea solo con el gesto del pensamiento. Soy una arqueóloga que escarba en la memoria de las cosas para encontrar conexiones o idearlas.
“Quizás solo se trate, como me dijo hace poco un amigo, de aceptar que incluso cuando la arena quema nuestros pies nos da igual, porque corremos hacia el mar. Aquí mis obras serían las huellas que ha dejado el mar sobre mí”.
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De Un niño perfecto, texto ganador del Calendario 2023 en el apartado Infantil y Juvenil, el jurado del certamen reconoció el excelente manejo de la estructura narrativa por parte de la autora, así como el uso libre, sobrio y dinámico del lenguaje y un diseño seguro de cada uno de sus personajes.
“La elección de la temática viene a refrescar el panorama narrativo cubano. La historia se desenvuelve ágilmente, sin tropiezos, en una dinámica de la acción que no decae hasta el desenlace final de la historia”, destacaron de igual modo los evaluadores.
¿Se diferencia este texto de otras de sus obras infantiles? ¿Qué elementos la distinguen?
“Un niño perfecto es un libro con el que me divertí muchísimo, como sucede tantas veces mientras escribo porque soy bastante inquieta. El proceso creativo tiene que ser lúdico para que fluyan las mejores cosas. De algún modo, el título del libro pudiese describirlo, con el sarcasmo de intentar descifrar el significado de esa frase. ¿Cómo es un niño perfecto? No sé siquiera si exista alguno.
“Lo que la diferencia de otras novelas es que la escribí en unos pocos meses, en las tardes, mientras algunos me observaban creyendo que perdía el tiempo, en medio del ajetreo y el ruido de un taller de escultura en el que he encontrado inspiración y amor. Tal vez eso justifique la presencia de ciertos objetos y espacios que describo. No lo escribí pensando en los niños como público lector, más bien a través de sus ojos, contagiados de pureza y de una inventiva desprejuiciada.
“La novela tiene una mixtura de ironía, humor, absurdo, misterio y quizás otros elementos. Aborda temas relacionados con la convivencia, la discriminación, los prejuicios, el entorno familiar y la identidad”.
¿En qué historias y personajes intenta sumergir esta obra a los lectores?
“El protagonista de esta novela es un niño autista. El resto de los personajes tienen particularidades diversas, que no te mencionaré aquí porque me gusta conservar el encanto que tienen ciertos silencios. Algunos de esos personajes me recuerdan seres que he conocido, otros son pedazos míos. En algún punto resulta un libro dedicado a algunos amigos de la infancia y a la niña que fui. Creo que cada texto es siempre un rompecabezas donde el escritor entrega una parte de sí, pero por lo general lo hace de una forma tan sutil que es difícil para un desconocido encontrarle ahí.
“La historia, narrada en tercera persona, transcurre en una ciudad ficticia. Los nombres de cada personaje tienen mucho de sátira. Pondero el uso del diálogo, quizás porque todavía me gusta escribir teatro, aunque lo guarde en la gaveta. No soy buena hablando de mis libros, creo que es algo que deben hacer los lectores”.
¿Qué quisiera la autora que prevaleciera en la memoria emotiva de los lectores al finalizar la lectura de Un niño perfecto?
“En realidad, no pretendo nada, pero deseo algunas cosas, decirte lo contrario no sería real. Todos escriben por el deseo de algo. Ningún libro puede cambiar nada, pero todo libro ejerce influencia, y son estos seres los que hacen los cambios.
“En mi caso, sigo insistiendo, quiero que sus páginas alumbren a los lectores, que les abran los ojos ante lo ridículo de nuestra sociedad, estandarizada, que busca crear individuos integrales, en vez de preocuparse por que cada uno pueda reconocer su valor en su diferencia. Quiero abrir la rendija ante el largo cansancio en la difícil hora de atrevernos a romper esquemas y hacer lo que nos murmura el corazón”.
¿Por qué apostar por la literatura para niños y jóvenes? ¿Cómo autora, qué satisfacciones le trae este particular universo creativo?
“No me considero una escritora de literatura para niños, tan solo alguien que escribe porque necesita expresarse mediante la palabra, explotar sus límites, jugar y reinventarse en ella.
“Por azar editorial han salido primero determinados libros, por alguna razón los certámenes clasifican los libros y luego lo hacen las librerías y bibliotecas, como si los niños y los adultos viviesen en universos diferentes. Con frecuencia me encuentro editores, jefes de redacción de revistas, lectores, que se jactan de su agudo sentido de la especialización literaria y que banalizan la literatura destinada al público infantil, por creerla poseedora de una calidad incierta, o incluso pensar que los escritores que escriben para niños son menos talentosos.
“Olvidan que es justo en esa etapa donde se aprende a leer, donde se siembran las semillas que vendrán a asfixiarnos o a liberarnos en el mañana. Apostar por los niños como lectores es apostar por el futuro. Escribir para niños resulta uno de los ejercicios escriturales posiblemente más difíciles. Requiere conocimiento técnico, experiencia, pero, sobre todo, aprender a despojarnos de esa estructura mental que comienza a cristalizarnos con la edad.
“A los niños no les interesa un nombre. Si la historia no les atrae en las primeras líneas la cambiarán por otra. La sociedad cambia de manera apresurada y con ella nuestros niños. Ello requiere vitalidad y frescura en la forma de escribir. Un buen libro para niños los enseña a pensar, no les dice qué pensar.
“Estos libros ‘para niños’ me han traído muchas alegrías. Ya he publicado tres, un poemario y dos novelas, que se han agotado muy rápido. Tengo tres libros en la crisálida editorial. Algunos de los textos se musicalizaron, otros se llevaron al teatro. He tenido muchas presentaciones con ellos en Cuba, y también en Medellín, Santa Marta, Caracas y Ciudad de México. He visto a los niños leer en voz alta lo que escribo, los he visto sonreír y llorar.
“En Matanzas, hace tres años, una pequeña vino a decirme que gracias a mi libro había descubierto que el trabajo de su madre era importante, un niño me contactó meses después para preguntarme cómo podía convertirse en escritor. En el parque de los Caobos de Venezuela, otro me jalaba del vestido cuando me iba para que le regala mi último ejemplar. Muchas historias que me han sacado las lágrimas, y me han confirmado que camino en el sentido correcto.
“También leen estos libros los adultos. Conozco niños que han comenzado a nombrar sus casas, tal y como sucede en una de mis novelas. Incluso, me han pasado cosas surrealistas como encontrar mis textos infantiles comercializándose en el mercado negro a precios muy superiores a los de las librerías.
“Eso es un circuito vivo. Apuesto por esta literatura porque siento que es mi deber también contribuir a la construcción de un mañana luminoso”.
¿Existen distancias creativas entre la obra narrativa y poética de Giselle Lucía?
“Obviamente son rostros diferentes desde su propio nacimiento, pero como manos de un mismo cuerpo tienen muchos elementos en común. Para mí los poemas son instantes y un libro de poemas el paisaje impresionista de todos esos puntos de luces; no obstante, cuando escribo narrativa guardo siempre el sabor de que el paisaje está incompleto. Nunca doy por terminada la historia y a veces la dejo demasiado tiempo en la gaveta. Puedo escribir poesía en medio del ajetreo y el bullicio; sin embargo, para la narrativa necesito calma y reposo, movimiento y música”.
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Giselle Lucía tuvo una formación profesional a la que más de un erudito alejaría del campo intelectual “afín” al mundo de la escritura. Sin embargo, ella, licenciada en Diseño Industrial en el año 2019 por el Instituto Superior de Diseño, considera que esto más que un lastre ha sido una bendición, “otra forma de respirar después de un verano demasiado intenso”.
La joven cuenta que al terminar el preuniversitario realizó algunas pruebas de ingreso a los estudios superiores, donde le otorgaron Periodismo, Dramaturgia y Diseño. Afirma que encontró la disyuntiva entre estas dos últimas carreras.
“Me gustaba el teatro, y éramos solo cinco los seleccionados de todo el país tras una dura semana de pruebas de actitud, además el ISA —Instituto Superior de Arte— era un sitio que amaba; pero escogí Diseño.
“Nunca contemplé la universidad como el término de nada, siquiera la introducción a un oficio. Cuando nos graduamos adquirimos verdadera conciencia de lo que nos interesa y es ahí cuando más deberíamos estudiar. Esta nueva carrera suponía el reencuentro con esa otra parte que me cautivó desde niña: el universo visual. Ya la palabra estaba en mi cuerpo, de un modo firme y más pulido.
“Es cierto que esta dualidad en mi profesión me ha traído muchos tropiezos e incomprensiones, ante un modelo de sociedad que nos educa en el sentido de la poda. No faltarán nunca las críticas y el prejuicio: para los escritores puedo ser una diseñadora que escribe, para los diseñadores, una escritora que diseña…, da igual. A estas alturas, siendo mujer, joven y dedicándome al arte en nuestro contexto, existen pocos elementos externos que puedan lastrar sobre mi cabeza la inspiración.
“Decidí seguir mis dos pasiones y pagar el precio que esto supone. Podemos llevar dos carreras a la vez, pero tal como levantamos nuestros pies al caminar, avanzarán juntas, mas no al mismo tiempo. Tener esa mixtura en mi formación —donde también ha sido importante la danza— me ha dado una visión global de las cosas.
“Soy una mestiza y camino orgullosa de ello. Si no nos pusiéramos tantos esquemas sobre el ejercicio de vivir y nos dedicásemos a hacer lo que sentimos, ignorando los modelos de éxito, seríamos una sociedad menos malograda y feliz”.
¿Por qué participar en el concurso Calendario?¿Solidifican este y otros certámenes la obra ingente de jóvenes creadores?
“No me interesan los premios, sino publicar lo que escribo cuando considero que está listo para salir del nido. Hay quienes consideran que los escritores jóvenes están demasiados preocupados por publicar, hay quienes dicen que debemos concentrarnos en escribir, pues somos escritores y no “publicadores”, todo esto y un listado enorme de justificaciones para atenuar el malestar que supone la escasez de papel que impide que los libros lleguen a los lectores y, sobre todo, a una generación de niños que crece padeciendo estos vacíos en los anaqueles
“Para mí el ejercicio de la literatura no supone un arte de la soledad, el molde idílico de la bohemia histórica, que habla de buenos poetas que viven en silencio, con una vida libertina, trágica y bien sufrida, y su obra es descubierta por azar, como boleto a la posteridad. En realidad, no creo que necesitemos tener buenos ni malos poetas.
“Para mí la literatura es multitud, pero vista desde otra óptica, es también confrontación, crítica social, ternura… y requiere retroalimentación. Para que la literatura pueda ejercer cierta influencia sobre su tiempo debe ser leída por su tiempo, no apreciada en la posteridad como un fósil, aunque los libros no tengan edad.
“Después de publicar mis primeros textos tuve un período en el que me dediqué exclusivamente a escribir y me mantuve al margen de los concursos. Pausa motivada en parte por los aires pandémicos y la enorme crisis editorial que existe en el país.
“En medio de este contexto, subsiste el premio Calendario, que por más de treinta años ha ocupado un lugar significativo en el circuito literario nacional y garantiza una publicación decorosa del libro. Para algunos es el premio más importante otorgado a escritores jóvenes menores de 35 años de edad, radicados en la Isla; en cierto punto eso sería irrelevante, sin embargo resulta indudable que por este han desfilado una representación importante de las dos últimas décadas de la Cuba literaria contemporánea.
“Para mí, lo único que puede solidificar, o mejor, provocar evolución en la obra de un escritor es vivir —ella considera que eso de solidificar se parece demasiado a la cristalización, y que el escritor debe mantener su espíritu joven—. Por otro lado, el único juez autorizado para validar es el público lector. Un premio constituye un filtro, ojos y malvasía.
“Un autor que coleccione premios, seguramente debe tener talento, pero para trascender se necesita más que talento y, entre otras cosas, aprender a no dar entrevistas”.
A su consideración, ¿qué papel juega en la actualidad y cuál debería aún potenciar la AHS para ser coherente con su slogan que la define como “la vanguardia del arte joven”?
“Sinceramente, si soy coherente con mis ideas, debo decirte que no me agrada ningún slogan. Todos los lemas terminan por empolvarse, tal y como sucede con nuestro metabolismo, es la ley de la vida. Solo el tiempo definirá quienes de nosotros lograremos crear una marca en las generaciones que vendrán y ser parte de esa llamada ‘vanguardia joven’.
“La AHS ha bregado mucho para llegar al lugar que tiene en la actualidad, y esto ha sido un salto importante. Como asociación, propicia lazos, experiencias… Ha logrado conectar a jóvenes de diversos rincones del país, llevarlos de un lugar a otro, facilitarles medios para hacer su arte. Aunque es criticada por muchos, algo de lo que no se escapa nadie, considero que ha sido fundamental para la carrera artística de muchos jóvenes artistas, incluso muchos radicados hoy fuera del país.
“Como asociación debe seguir andando, intentar no malograr todo lo positivo que ha construido en los últimos años y enfocarse en el arte y la espiritualidad con los ojos en el futuro, que es lo único que en realidad importa en esta confluencia”.
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