Lo contemporáneo: metáfora de un salón que intenta ser renovador

En cada momento histórico han existido manifestaciones de la praxis humana que van en contra de los cánones establecidos por la sociedad. Tendencias que definen un cambio de paradigma a posteriori de una pequeña élite. Definir qué es lo contemporáneo puede ser una lucha entre lo que fue renovador en el ayer y muere en el ahora. De forma denominativa se puede afirmar que esta palabra designa la praxis humana más reciente, que en algún momento va a ser estocadas de un tiempo pasado.

La realización de obras de artes con un concepto contemporánea consta de dos partes fundamentales; una es que los artistas estén preparados subjetivamente para aceptar esta nueva visualidad, y la otra es que las instituciones y el púbico hayan asumido un paradigma diferente al que estaba establecido. Estos cambios de modelos ideales que restructuran los esquemas tradicionales del arte académico llegaron a Santiago de Cuba de forma aislada con el quehacer artístico de varios creadores.

La inauguración del XXIII Salón Provincial de Artes Plásticas y Diseño llevada a cabo en el mes de diciembre de 2022 trajo una visión renovadora a Santiago de Cuba. Sin embargo, las obras exhibidas no rompen el canon artístico creado después de la Segunda Guerra Mundial que lleva más de cincuenta años imperando como paradigma de lo nuevo. Esta no es la primera edición del evento, y menos la única que intenta atraer la renovación artística. Santiago Artes Visuales y Diseño (SAVE) logró reunir algunos artistas con una visualidad renovadora para el canon artístico de la provincia.

Dentro de la metáfora de lo nuevo en la ciudad cabe cuestionarse, ¿qué es lo contemporáneo en Santiago? Arthur Danto afirma que el arte ha muerto, dentro de esta visión –en la que no concuerdo– podemos afirmar que no tener un antecedente es imposible, lo que ha muerto es lo nuevo en sí. Es polémico el cuestionamiento de la muestra de esta manifestación de la subjetividad humana que el “contrato social” no deja descansar en su tumba. Por lo que conservar un muerto en los recuerdos es arrastrar un cadáver, pero mantenerlo vivo en el subconsciente.

Repetir códigos que fueron renovadores en el pasado no hace que sean actuales. El arte vive un momento donde la idea tiene mayor fuerza que la destreza académica. El dominio de la técnica que caracterizaba a los grandes maestros del arte se ha trasformado y la primacía de la “idea” descontextualiza el virtuosismo pictórico. Pero, ¿qué tan contemporáneo es seguir haciendo performances, happening, instalaciones o environment? ¡No lo es! Lo contemporáneo nace con la idea, con la renovación de conceptos y el reajuste al contexto que se vive. El arte no existe en la patada de ahogado, su resurrección la tiene cuando se asume la idea de realizar la acción y se concreta con la postura hermenéutica que asume el espectador con respecto a la obra.

El accionar humano hace que exista una autocorrección psicológica y biológica que reajusta su existencia a su época, esto influye en toda acción concreta que realice y parta de la subjetividad. Es por ello que el arte evoluciona y se reajusta a su contexto. Según Marx el hombre se parece más a su época que a sus padres. El origen de este evento fue el Salón Provincial de Artes Plásticas 30 de noviembre realizado en 1987, y que en el 2013 cambió su nombre a Santiago Artes Visuales y Experimentación. El objetivo del certamen siempre fue mostrar al público el talento artístico emergente.

En el terreno minado del arte, Santiago de Cuba es un bucle temporal que pondera la pintura, la cerámica y el grabado por encima del relato de “lo nuevo”. La culpa no solo cae en los hombros de los artistas, que buscan sus referentes en los predecesores. Hay un pequeño toque de las personas que se encargan de la vida artística de forma oficial como galeristas, especialistas e historiadores del arte. En ningún momento es válido tapar el pasado de la ciudad con la alfombra del olvido, pero tampoco se puede negar la evolución del arte.

Pieza titulada: El arte ha muerto, de Reynaldo Pagán Ávila.

El arte es un fenómeno social que involucra una danza de conceptos y experiencias. La obra de arte no es solo el objeto expuesto, también forma parte de ella el proceso de construcción que realiza el público en su intento de decodificar los símbolos expuestos.

El arte es una forma de lenguaje y para poder comunicar necesita de un receptor. El público es parte indispensable en el fenómeno artístico y lograr la heterogeneidad es ideal para sumar experiencias sociológicas y vivencias personales. Por ello es de gran importancia atraer la mayor cantidad de público. El SAVE contó con una buena estrategia de promoción; logró mantener al público atento al proceso de realización del evento. En este sentido, las redes sociales fueron indispensables y las publicaciones en diferentes plataformas con meses de antelación lograron aumentar las expectativas.

Al evento asistió gran cantidad de público, lo que no es lo convencional dentro de las exposiciones y la vida artística de la ciudad. Puede ser que la expectativa del “tan esperado salón” rompiera la inercia de “mantenerse al margen” y logró aunar espectadores, o simplemente la curiosidad de ver que se está haciendo de contemporáneo, consiguió que varios artistas trajeran en forma de manadas a sus amigos y familiares con la esperanza de ganar algún premio o mención.

El surrealismo aborda la realidad y desborda el vaso de lo creíble. La inauguración del evento se dio a las 5.00 pm en la Centro Provincial de las Artes Plásticas y el Diseño sin la existencia de fluido eléctrico. Es admirable el respeto al público que hubo al no cancelar el evento o posponerlo. La situación creó la más brillante obra de arte que se presentó en el certamen. Una pieza que no tuvo autor directo pero que logró envolver a cada espectador. El público entró a las salas sin corriente y bajo las luces de los teléfonos se volvieron parte de un gran happening donde apreciar el arte se volvió la excusa para criticar el absurdo que envuelve a la vida del cubano debido a la situación económica y política que vive.

Pieza: Reflejo en espiral, de Denian Ángel Céspedes Batista.

El diseño curatorial osciló como ola que muere en la orilla, tuvo sus aciertos y desaciertos. La exposición estaba concebida para un público heterogéneo, por lo que asumir que las personas que iban a ver las piezas saben cómo moverse en el espacio galerístico es un error. Tampoco es que la institución corte el libre albedrío al decir por dónde se debe hacer el recorrido o no. Las exposiciones se conciben para que el público inconscientemente siga un recorrido de patrones estéticos de interés que ayudan a mantener una línea, esto ayuda a formar un discurso curatorial concreto. En el caso de esta exposición, los espectadores se perdían al intentar hacer el recorrido convencional de derecha a izquierda debido a que la estructura de la institución consta de una galería central en forma de “u” que da a una galería rectangular y esta a su vez a tres salas pequeñas.

La exposición se dividió en dos salas, la central donde se encontraban la mayoría de las obras exhibidas y una lateral en la que estaba expuesta la obra del artista Yuri Seoane. Para acceder al environment había que atravesar la segunda sala donde estaba expuesta la obra de Arlena Sera, una exposición que había sido inaugurada con meses de antelación y que no era parte del salón ni del discurso curatorial.

El hecho de separar la obra de Seoane rompe la curaduría y deja la obra como barco a la deriva, olvidado y marginado a la suerte de marinero sin rumbo. El espectador no tenía forma de saber la existencia de la pieza debido a que en el discurso curatorial no se concibió una forma de guiar a los espectadores en dirección a la obra.

La exposición comenzó con un acto protocolar que no rompe los cánones convencionales de un certamen de su tipo. Aunar personas en un espacio fue el primer grito de un intento fallido. La que rompió dando las premiaciones del salón sin que el público tuviese contacto previo con la obra. No se puede desmeritar el trabajo del jurado, y aunque el arte tiene su lenguaje y forma de sugestionar al espectador, condicionar el púbico con un criterio de selección de las obras por un jurado sin una previa visualización por parte del espectador no es lo correcto. Lo ideal hubiese sido dividir el evento en un acto de inauguración donde el público tuviera un encuentro con las obras y un acto de clausura en el que se premiaran las piezas que cumplieran con las expectativas del jurado y del evento.

Es obvio que “lo que debería ser” no cambia en absoluto “lo que fue”. Este evento no es el antecedente de inaugurar y premiar al unísono; esto es una práctica común en los salones de Santiago. Siempre se puede crear una brecha donde se cuestione lo que debería mejorar un certamen. El hecho de dar premios antes de inaugurar condiciona al público y le da una visión parcializada sobre qué está bien o no antes de que ellos ejerzan su libre criterio a través de un contrato social establecido por los jueces. A su vez, si se creara un acto de clausura, puede ser que aumenten las expectativas del público bajo el criterio de ver quienes van a ser los galardonados y da tiempo a la crítica artística a analizar las obras exhibidas en la exposición.

Atando cabos sueltos, de Miguel Yaimel Cosme.

En cuanto a la curaduría, la primera obra expuesta es la instalación El arte ha muerto de Reynaldo Pagán Ávila, que fue galardonada con el premio colateral del Salón SAVE, el Premio colateral Becas de Creación de la fundación Caguayo y del Consejo Provincial de las Artes Plásticas. Galardones bien merecidos al ser un trabajo que tiene gran factura visual y conceptual. La obra es la alusión a una escena del crimen y las partes que conforman el occiso son pastiches de la obra La Fuente de Marcel Duchamp. Su ubicación espacial está bien concebida como punto de partida y primera pieza de la guía curatorial.

La exposición contó con artistas como Javier Reyes Montoya con su escultura en cerámica patinada Popó en el bloque; de David Pomier Martínez la instalación Fruta extraña. Ely Michel Sariol Martínez presentó la instalación Mi niñez, a su vez Alejandro Lescay Hirrenzuelo exhibió la pintura La Historia sin fín. Un cuadro de gran formato ubicado de forma perpendicular a la puerta de entrada. Era atractivo su tamaño y contraste de los valores blanco y negro empleados para configurar los elementos de la pieza.

Isabel Palma Monteverde presentó de la serie Estado de Emergencia, la obra en cerámica titulada Fruto Seco. Miguel Cosme Pérez expuso Atando cabos sueltos, una pintura instalativa con relieve a gran formato que emplea materiales como el zinc o los alambres para representar la figuración de un corazón. También se presentó la obra de Terracota Huella Inversa de Victor Andrial Isaac. El artista Ramón Emilio Pérez López (Chicho) expuso cinco dibujos en técnica mixta titulados Los esfuerzos del siglo XX.

Dentro de las manifestaciones de las artes visuales que se presentaron al evento se encuentra la fotografía con la obra de Renato Arza Planas. A su vez el arte abstracto encontró su representación con la pieza titulada Boman o pulla boom del artista Gilberto Martínez Gutiérrez, realizada en acrílico sobre cartulina. Es una pieza de una visualidad expresionista y con una gran agresividad en el color y las pinceladas.

Eliezer Roberto Verenes Heredia presentó la instalación titulada Muy frágil. La pieza está compuesta por una gran pintura que se encuentra separada de las paredes por el grosor de su estructura que asciende aproximadamente a veinte centímetros. En ella se encuentra reflejada varias pinturas en forma de repetición modular de un niño pícaro que sostiene varias cuerdas. El juego visual de seguir los hilos te lleva al final de ellas donde todas pasan por la boca de una escultura en forma de rostro y terminan amarradas a una piedra. Cómo te pueden extraer las palabras y cuáles serían las condiciones físicas y psicológicas que produciría este acto. La obra es una sátira inteligente que recuerda la más cruda consecuencias del hecho de callar o hablar en circunstancias extremas.

Arlena Sera Ramos sorprendió, galardonada con una mención a su instalación No se puede cargar el recuerdo. La pieza tiene un sabor a contemporaneidad con picardías de redes sociales. El cielo como elemento que la distingue, sumergido en fragmentos de láminas flotantes, da idea de la mente humana y las lagunas que quedan sueltas sin poder ser llenadas por el recuerdo. Es una obra que podía haber mejorado su factura en cuanto al montaje de las fotos en el acrílico y podría haber utilizado más la luz como medio de expresión. La factura dentro de la obra de arte no es opcional, el arte es rígido en su estructura de intencionalidad, las cosas que son parte de la pieza o fenómeno artístico son intencionales o es un error de factura.

Cada jurado tiene paradigmas diferentes a la hora de analizar un fenómeno y premiar la pieza que más acertada le parezca a favor de los estándares que el evento amerite. Cuando se habla de contemporaneidad en el arte no creo que la colografía iluminada Ironía de la Belleza de Luis Tasé Céspedes sea la más indicada para llevarse el galardón de premio colateral de Patrimonio cultural. Sin irrespetar el criterio de selección, el vínculo visual que tiene la obra con los paradigmas de patrimonio, no creo que sea los intereses de un Salón que quiere representar lo contemporáneo en producción artística.

Una pieza interesante en la visualidad y el montaje fue la instalación ¡Sí!, ¿Soy yo? de Carlos Javier Álvarez Bravo. Es imposible comprender cuando uno no forma parte del proceso de admisión y premiación de las obras cuáles fueron los criterios de selección de las instituciones que participaron, o cuáles fueron las circunstancias o contexto en el que decidieron galardonar las obras. Pero, esta pieza es sin dudas una de las pocas que contaba con grandes posibilidades de obtener premios o menciones, e increíblemente fue ignorada por los jurados y por la curaduría de la exposición.

La repetición modular, que en algunos casos recuerda los trabajos del arte minimal tuvo un encuentro la instalación de Denian Ángel Céspedes Batista titulada Reflejo en espiral. También se presentaron las obras Divertidas ventanas pixeladas de Juan Miguel Ferrer López, y Daylin Tamayo Vicente expuso Mi triste felicidad.

La metáfora se hizo vivencial en el environment-performance Esperanza en la Red del artista Yuri Elías Seoane. La obra fue galardonada con el premio del Salón y con el premio colateral de la UNEAC. Un reconocimiento bien merecido a una pieza que roza con el surrealismo de lo nuevo en la ciudad. El trabajo involucra sentimientos de angustias creadas en la pandemia por el confinamiento y el ostracismo que creó cada ser humano al vivir recluidos en la casa y estar sentenciados a tener menos esperanza que comida. La obra rompe la convencionalidad del arte como fenómeno intocable y aislado y obligó a los espectadores a interactuar con ella al tener que caminar sobre hojas secas.

Performance Esperanza en la red, por Yuri Seoane.

El Salón fue un evento que, más allá de premiar los sinsabores de la vida socioeconómica cubana, permitió visibilizar el acontecer de algunos artistas jóvenes. De una generación inquieta y renovadora que se refugia en el arte contemporáneo como medio de expresión y sobrepasa los cánones académicos para asumir estigmas artísticos diferentes.

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