Palabras de apertura de la exposición “Memorias de un Festival”, dedicada al aniversario 30 de la Compañía de Danza Contemporánea Codanza, anfitriona del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov, y que se exhibe, con obras de los fotógrafos Juan Pablo Carreras y Carlos Rafael Díaz, en el lobby del Teatro Eddy Suñol de la ciudad de Holguín.
Codanza y yo nacimos el mismo año. Apenas separados por dos meses, ambos nacimos en 1992, que es también el año prístino del germen: el año en que el espíritu-Codanza y su mito, el espíritu vivo del fuego, comenzó a crecer hasta celebrar hoy sus tres décadas. Por eso, y por otras tantas cosas, digo siempre que Codanza es mi compañía. No solo porque marca mi edad, sino, sobre todo, porque Codanza me abrió los ojos y los sentidos, por primera vez, a la danza contemporánea, a las expresiones del cuerpo en la escena, a los misterios de la creación danzaria (que es, además, abrir ciertas puertas del corazón y la mente difíciles de volver a cerrar).
Después de aquella “revelación” vendrían otras compañías, reconocidas puestas, grandes intérpretes, pero Codanza fue la inicial, la más persistente y necesaria, y por tanto la más esperada, y como decía antes, mi compañía. Los he visto crecer, rozar la perfección, tantear búsquedas creativas. Madurar en cada puesta. Incluso levantarse y rearmarse más de una vez, para volver al escenario con idénticos bríos, con la consabida exigencia que caracteriza a la maestra Maricel Godoy y que hace suya toda la compañía desde aquel día fundacional de 1992. Así Codanza fue creciendo hasta hacerse vital en mi memoria afectiva, como lo ha sido para muchísimas personas en Holguín y el mundo: una escuela, la casa, el horizonte, el misterio.
Con Codanza llegó la bendición y la magia de Vladimir Malakhov y su primera presentación en la ciudad, en 2013, cuando obsequió su “Regalo de Malakhov para Cuba”. Poco después “Un regalo a Malakhov de bailarines cubanos” fue el agradecimiento para el gran bailarín ucraniano, y resultó la piedra fundacional, la primera de un templo mayor que la compañía ha ido edificando: el Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov, en 2014. Desde entonces cada certamen convierta a Holguín en la capital cubana de la danza, plataforma para el intercambio y el desarrollo escénico, para el crecimiento y la creación que, además de estimular a jóvenes bailarines cubanos y de varias partes del mundo, reúne a coreógrafos, intérpretes, investigadores, críticos y especialistas en una ciudad ávida de buen arte.
Llega Codanza a una especie de mayoría de edad sobre el escenario; aunque sabemos bien que la fuerza, la vitalidad y la destreza que preconiza desde su génesis nos la reafirma, desde hace mucho, como una de las principales compañías escénicas del país. Ninguna de sus obras –herederas del estilo cubano de danza moderna, unido a conceptos abanderados por Pina Bausch, entre otros maestros, y enriquecidos mediante los aportes del trabajo con reconocidos coreógrafos cubanos y extranjeros– busca ser complaciente, ni con el público ni con la crítica, ni mucho menos con un colectivo que ha sabido reinventarse y crecer, asumiendo los riesgos como parte de su concepción fundacional, pues saben que solo lo difícil resulta estimulante. Pertrechados por la osadía conceptual en la que articulan sus discursos, Codanza nos ofrece una mezcla de múltiples significados y aleaciones culturales: la complejidad con que asumen la belleza para entregárnosla hace posible cada una de las obras. Esta jornada por el 30 aniversario nos permitirá, una vez más, ser testigos agradecidos de vivir la era Codanza y ver avivarse en la escena y arder en llamas al verdadero espíritu vivo del fuego.
En Holguín, 25 de septiembre de 2022
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