Entre las tantas virtudes de un libro también está la de salvar. Y cuando hablo de salvación no lo hago solo en el sentido literal de la palabra, sino en otra forma donde salvar representa la sensación que viví hace poco. Siempre he sido un lector voraz de narrativa cubana, sobre todo de la contemporánea, esa que cuenta desde una óptica fresca y actual, que tanto se ajusta a mis preferencias como lector. Por años tuve a mano obras de disímiles autores —unos consagrados y otros no tanto— hasta que un día, por diferentes razones, empezaron a escasear, lo mismo en librerías que en mi gusto personal, sembrándome la idea —equivocada por demás— de que la cuentística nuestra vivía una etapa de sequía creativa que dejaba en un limbo mis ansias de lectura.
Esta apreciación errónea la disipó de golpe Lisbeth Lima Hechavarría (Santiago de Cuba, 1995) con el cuaderno Rostros, publicado por Primigenios en 2021. No tengo la menor duda de que solo una imaginación desmedida, una personalidad espontánea y un talento en plenitud son capaces de ovular 15 hijos que nazcan convertidos ya en cuanto se desea un día cualquiera para complacer desde la perspectiva del amor.
Se trata de 15 rostros que nos invitan (u obligan quizás) a mirarnos por dentro, porque cuando lees te descubres a ti en muchos personajes o, en el peor de los casos, se te revelan vivencias de amigos, conocidos y desconocidos también. Contar desde la perfección es una constante en toda la obra, donde escribir de lo cotidiano, de cosas a las que nadie prestaría atención si no fueran contadas estupendamente, marcan la diferencia. El amor asoma su semblante en cada una de las historias, unas veces más intencional que otras, pero igual de presente en todas.
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La lucidez del lenguaje hace creer que, más que narrar por escrito, Lima Hechavarría nos cuenta en persona, ya sea en la intimidad de la casa o sentada en un parque, estos relatos acaecidos bien al doblar de la esquina, en tu vida o la mía. El sexo y el erotismo conforman el aderezo de cada página, siendo fiel y realista en la consumación de toda relación de pareja. Se percibe que para nada fue la sexualidad la génesis de cada historia, sino a la inversa: que cada historia lleva un hilo conductor que dio paso a la excitación y de ahí al sexo. Las palabras para describir estas escenas están abrazadas a la realidad del ser humano, a lo que sentimos y conocemos, a lo que es y llamamos por su nombre. Es así que por momentos el protagonismo acaba por subyugarnos y hacernos parte de la lujuria y el estímulo carnal para, después, sutilmente, llevarnos a un final del cuento justo, preciso y muy en concordancia con la historia.
Próximo inning es el relato que da inicio a este cuaderno. Es el candidato perfecto para abrir un libro porque provoca una sonrisa cuando terminas de engullirlo y deja un aire de complacencia que incita a voltear la hoja y seguir. Es la cronología de un amor en decadencia, desgastado, que evidencia que la pareja es efectiva cuando los dos, al unísono, vivifican el deseo, que a la larga es el que sostiene una relación.
“Contar desde la perfección es una constante en toda la obra, donde escribir de lo cotidiano, de cosas a las que nadie prestaría atención si no fueran contadas estupendamente, marcan la diferencia. El amor asoma su semblante en cada una de las historias, unas veces más intencional que otras, pero igual de presente en todas”.
Cosa de tres pudiera parecer un cuento demasiado fuerte, pero no lo es si tenemos en cuenta que se mueve en un contexto liberal, que desbarata estereotipos que echaron raíces en nuestra sociedad y que hoy van acomodándose a nuevos tiempos, sin que por ello debamos ser acusados de aberrantes y desmoralizados.
Entre químicas nos muestra que entre la pasión y cruzar el límite de la cordura no hay más que un mal paso. Es este un relato sencillo, que permite olfatear en la azotea un fin no muy placentero para sus protagonistas y que asume un acabado trágico, pero acorde a la progresión narrativa.
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Pilar es la fotografía hecha con ribetes renovados al tema de la prostitución que por muchos años ha contagiado a una parte de la sociedad. De manera coloquial, amena y contundente la autora hace un guiño entre la necesidad, lo que se quiere y no se tiene y la vía más “fácil” de conseguirlo. Hay un mensaje implícito en el cuento que va más allá de la historia.
La invitación está hecha. Adéntrese por los vericuetos de 15 Rostros para que se encuentre reflejado en alguno(s) y pueda sentir la satisfacción de verse protagonizar, sin permiso de nadie, una historia que parece íntima y personal hasta que descubres que alguien la vivió (y la vive ahora mismo) en cualquier lugar.
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