A Zenaida Romeu la distinguen su vocación intrÃnseca como pedagoga, la exigencia y alta calidad en el quehacer cotidiano, y una cubanÃa absoluta traducida en música.
Encuentro con…, espacio de la AHS, dejó esas cualidades al descubierto, este jueves, durante el atractivo diálogo de Magda Resik con la maestra. Sin dudas, resultó una tarde de recuento y homenaje a la innovadora músico, directora coral y orquestal.
El público presente en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba, entre el que se encontraban destacadas personalidades de la cultura en la Isla, conoció de la entrega de Zenaida. Por supuesto, no faltaron las anécdotas de quien fue su primera maestra, su madre, Zenaida Romeu González.
«Mi mamá respiraba música, no habÃa un solo dÃa que no se compartiera en la casa con colegas suyos, cantantes, directores, instrumentistas, de música clásica, popular, jazz, cualquier tema podÃa salir en la conversación familiar…», contó.
«Creo que me educó para cosmonauta: clases de costura, ballet, idioma. Hoy le agradezco mucho esa formación».
Su primera presentación fue en el Teatro América, a los cinco años. Comenzó con el piano, al que considera el instrumento básico, por su variado diapasón de posibilidades y por su «lenguaje completo, que lo hace sonar como una orquesta: puede regalar muchas voces a la vez, muchos sonidos, diferentes timbres y colores…»
A la orquesta de cámara la acercó su afición por la dirección coral, que le ha tributado herramientas para dirigir con una gestualidad muy propia en el escenario.
Ante la pregunta de cómo hace para lograr la armonÃa entre diferentes personalidades, instrumentos, y conciliarlos de manera perfecta en la Camerata Romeu, la maestra expresó:
«Es un trabajo duro, eso no está escrito en los libros de música, pero sà resulta muy satisfactorio. El problema de una orquesta, o de un coro, es que cada tecla son personas, con anhelos, frustraciones, deseos, sueños, capacidades o no: instrumentos buenos o malos, y circunstancias. Es un reto maravilloso».
A juicio de la directora, la música cubana tiene su manera singular de interpretarse. Confesó que esa tesis la aprendió desde pequeña, en su casa, escuchando a grandes intérpretes como Esther Borja.
«Es que tenemos una manera particular de expresarnos —explica—, igual que esa cadencia al hablar. La música cubana no se toca como se escribe, sino que se reinterpreta».
Se trata de la capacidad que tiene el músico de transmitir la tradición oral, por eso, “La bella cubana†no suena igual si la interpreta la Camerata Romeu; porque Zenaida la ha hecho suya.
En su carrera sobresale el estreno en América del Concierto oratorio de Michel Legrand, con este y Erick Berchot como pianistas. Desde esa presentación cambió su imagen, y se consolidó su reconocimiento. Al respecto, dijo: «Ese concierto me cambió la vida en 24 horas».
Un momento especial dedicó en su conversación a la agrupación que creó hace 22 años. Zenaida puede ser una profesora estricta, pero ese reclamo de exigir más, a los artistas con los que trabaja y a sà misma, le ha valido que la Camerata Romeu ostente un prestigio internacional. Sus alumnos adquieren un nivel de excelencia, reconocido en cualquier escenario y con un repertorio universal.
«Debe prevalecer en cada músico una voluntad superior —enfatiza. Cuando surge la Camerata, no existÃa la música de cámara en Cuba, no se habÃa fomentado, y nos impulsó un deseo de buscar público; querÃa compartir algo bello, hermoso, un montón de sensaciones y sentimientos que se pueden transmitir con la música. Yo también me nutro de esa energÃa de los jóvenes con los cuales trabajo».
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