Ingrid Lobaina: «Noemí me ha regalado mucho reconocimiento del público»

Pero Ingrid Lobaina no es Noemí, la adolescente tímida y adicta al móvil que vimos en la excelente serie Calendario, por más que le va a costar recuperar su nombre después de una actuación y una puesta tan convincentes. Ingrid es una joven inteligente, activa y versátil.

Según nos cuenta, lo fue desde niña: «Siempre fui muy inquieta y tuve inclinaciones hacia el arte. A causa de eso, mis padres me apuntaron en grupos de danza, de baile español, de ballet, incluso estuve dando piano también». 

Luego entró a uno de los talleres de La Colmenita, que se realizaba en el Poligráfico Granma, bajo la dirección de Patricia Gómez Wong. Allí sí encontró una pasión y un camino: la actuación. Con nueve años la aceptaron en La Colmenita Central, donde permaneció hasta que ingresó a la Escuela Nacional de Arte (ENA). Antes de graduarse, pasó por las manos mágicas de Carlos Díaz, director de Teatro El Público; Osvaldo Doimeadiós; Fernando Hechavarría y Jazz Vilá: «Para la tesis montamos El Decamerón, un espectáculo que luego quedó en cartelera como repertorio oficial de Teatro El Público», nos cuenta la joven actriz.

Pero la inquieta Ingrid volvió a mostrarse y no llegó a las últimas presentaciones de la pieza porque ya andaba planteándose un nuevo reto: «Entré a la FAMCA por el curso regular diurno, entonces me desvinculé del teatro para estudiar cinco años la especialidad de fotografía.

«Yo siempre estoy tratando de aprender algo nuevo. Me gusta sentir que mi intelecto se expande y así mis habilidades también. Entonces sentí que con esos cuatro años de ENA, que además fueron muy intensos, y la buenísima preparación que me dieron mis profesores, un poco me bastaba para sentirme una actriz ya profesional, que no quiere decir que, para nada, yo esté demeritando el trabajo de los profesores del ISA, pero me llamaba mucho la atención la idea de poder hacer algo distinto, que me sacara un poco de mi zona de confort, que fuera un reto para mí».

—¿Por qué fotografía?

—Porque las artes visuales a mí siempre me han gustado y encontré en la fotografía en movimiento una alternativa para desarrollar esas habilidades pictóricas y dejar volar mi creatividad en una rama que hasta ese entonces no había explorado. No fueron cinco años fáciles. Me fue difícil, sobre todo, a ratos, sentir que no era una virtuosa del audiovisual, pero eso no me hizo rendirme, al contrario, me dio más fuerza para superar las limitaciones que pudieran presentarse durante la carrera.

«Me gradué con una tesis maravillosa que amé muchísimo hacer, titulada Las voces del sur, que es una no ficción, un audiovisual que resulta un híbrido entre la ficción y el documental. Lo grabé junto con dos estudiantes de mi aula, una de Colombia y otra de Ecuador, en Ecuador, y quedé muy complacida. Desgraciadamente, nunca se ha estrenado fuera del marco académico».

—Entraste por primera vez a la televisión con un personaje muy fuerte, Yuly, una muchacha trans, en Rompiendo el silencio. ¿Cómo fue esa experiencia?

—Tengo que confesar que fui al casting, pero cuando me dijeron que tenía el personaje, yo me asusté muchísimo y, de hecho, dije que no lo iba a hacer. Yuly sufrió violencia por parte de su familia y, ya como adulta y mujer trans, por parte de su pareja. Cuando empecé a leer los guiones, a ver todo el trasfondo psicológico del personaje y toda la responsabilidad también que implicaba ser la representante de un personaje como ese, que hasta la fecha no había sido visto o, por lo menos, no tan visto en las pantallas cubanas, yo sentí un miedo terrible. Rolando Chiong logró convencerme y depositó mucha confianza en mí, a pesar de mi juventud y mi poca experticia como actriz de televisión. 

«Durante el rodaje, mantuve un estado de enajenación permanente; apenas me comunicaba con las personas del equipo o hablaba fuera de escena. Fue la manera que encontré en aquel momento de sostener la caracterización del personaje. Me mantuve conectada a Yuly todo el tiempo, hasta que terminó de rodarse el capítulo».

—¿Qué te dejó Yuly? 

—Fue una satisfacción muy grande para mí, ya que fui nominada al Caricato por primera vez en la vida con ese personaje, en la categoría de mejor actriz protagónica para televisión, y estuve compitiendo con actrices de la talla de Ismercy Salomón, Daysi Quintana, Yía Camaño. No fui premiada, pero solo la nominación fue una gran victoria. Todo lo que pude aprender de ese personaje es algo que llevo siempre y que revivo cada vez que me enfrento a caracterizaciones difíciles.

—Luego te convertiste en la Noemí de Calendario. ¿Qué ha significado ese personaje en tu carrera? 

—Noemí llegó en un momento clave de mi carrera, como mismo llegó la Yuly. La actuación es una profesión muy difícil, que lo mismo te arroja muchas luces o mucho polvo; la gente te olvida muy rápido. Yo recién me graduaba de la FAMCA, me sentía algo perdida. Me pregunté: ¿a qué me dedico ahora?, ¿sigo actuando? Ha pasado mucho tiempo y estoy muy desvinculada. ¿Tendrá sentido? 

«Yo soy de las que piensa que, si bien uno a veces tiene que  proyectarse y sembrar intenciones en su vida, tampoco puede forzar las cosas. Entonces dije: «bueno, voy a hacerme amiga de esta incertidumbre y me entrego a lo que el destino tenga para mí». Como por arte de magia, Magda González, quien además había sido mi profesora de la FAMCA, me llamó un día y me dijo: «estoy haciendo casting para un personaje y pienso mucho en ti, ¿puedes venir?». «Claro, profe, por supuesto. Usted me dice día y hora y yo voy para allá». Recuerdo incluso que Magda me preguntó: «¿a ti te interesa actuar todavía?, ¿tú quieres seguir actuando?», y yo le respondí que sí, pero no había tenido más oportunidades. Fui y me dieron el personaje. Entonces, alegría extrema, me sentí muy feliz, sobre todo porque esta serie, a diferencia de Rompiendo el silencio, era una serie de 13 capítulos y mi personaje iba a estar en todos. Vi en Noemí una posibilidad de reconectar con este mundo, empaparme un poco con todo lo que estaba pasando en el circuito actoral y televisivo, reencontrarme con amigos que no veía hacía mucho tiempo, y trabajar, crear un personaje, caracterizarlo, algo que a mí siempre me hace mucha ilusión, la idea de crear un personaje, llenarlo de manías, de vida».

—¿Qué desafíos y satisfacciones te ha traído?

—Quizás el desafío pudo haber sido, en un principio, el miedo de que quedara bien. Era una enorme responsabilidad, me preguntaba si sería capaz de aguantar un proyecto de este tipo, llevaba mucho tiempo sin actuar. Pero una vez que comenzó el rodaje, dejé de sentirme así. Me entregué por completo al trabajo y me entregué por completo a mis compañeros y a Magda. Yo siempre he tenido algo, desde chiquita, y es que le deposito mucha confianza a los directores; entonces dije: «ella sabe, confío en ella y sé que ella me va a llevar por el camino correcto». Gracias también a la bella dinámica que pude tener con el resto de mis compañeros, que a día de hoy muchos son mis hermanos, pude encarnar un personaje que me ha regalado, sobre todo, mucho reconocimiento por parte del público, que me ha dotado de cierta popularidad también y de mucha visibilidad, y gracias a eso también se me han abierto puertas en el ámbito laboral. Es algo que le agradezco muchísimo a Noemí.

—¿Cuánto cambia esta muchacha en la segunda temporada?

—Ufff…, mi personaje cambia completamente en la segunda temporada. Al estar nosotros terminando la primera en noveno y comenzar la segunda en onceno, hubo un año y medio de vida de un personaje que tuvimos que rellenar y justificar en nuestro interior, para poder explicar los cambios que dieron los personajes. En el caso del mío, fue un cambio bastante notable, tanto en su proyección ante la vida como en su estilo. Fue un reto bastante grande, que también implicaba tener en cuenta que, si bien la primera tuvo éxito, la segunda debía estar a la altura o mejor. Veamos qué tal lo recepciona el público. Ya nosotros lo hicimos y lo entregamos, lo demás lo decide el público.

—¿Qué personaje guardas con un cariño especial?

—Yo estoy enamoradísima de todos los personajes que he hecho, les cojo un cariño que es hasta posesivo, me cuesta dejarlos ir a veces. Hay un personaje del que no hablo mucho, pero que guardo con muchísimo amor, y es Felipa de Pugliesi, en el Decamerón. Se trata de una mujer adúltera, que engañaba a su esposo y era condenada a la hoguera por haber cometido ese delito. Yo había hecho comedia antes en una obra que hicimos con La Colmenita (Bululú y medio, una pieza teatral para jóvenes y adultos), pero esta vendría siendo mi primera participación profesional en una comedia, y fue un reto enorme, porque yo siento que desbloqueó muchísimas áreas de mi persona, y es lo bonito de actuar también, que los personajes te dejan enseñanzas, te hacen crecerte en aspectos de tu vida. Felipa me desestructuró, me relajó, vino a mostrarme otras aristas y otras maneras de actuar que están más asociadas al disfrute, al goce, al divertimento, y lo guardo con tanto cariño también porque siempre me quedó esta espinita de no haber podido hacer las cien funciones.

—¿Proyectos?

—Mi proyecto inmediato es ser feliz. En este momento estoy terminando mi servicio social en la Fundación Ludwig de Cuba. Sigo teniendo proyectos independientes como fotógrafa y videógrafa. Pertenezco a un grupo audiovisual llamado La Brújula Producciones, dirigido por José Manuel García, donde trabajo como camarógrafa en conciertos y espectáculos, y mediante el cual he tenido la oportunidad de ver en vivo a muchísimos artistas cubanos e internacionales.

—¿Sueños?

—Yo creo que mi gran sueño es lograr vivir y sustentarme cien por ciento de mi trabajo. Soy una persona que ama de verdad trabajar, lo disfruto y lo necesito porque me hace sentir productiva, que aporto cosas a la sociedad, al mundo, a mi país, y mi gran sueño es poder sostenerme completamente gracias al fruto de mi trabajo. Yo creo que es el sueño de muchísimos actores también. Ser artista es muy difícil, y mucho más difícil, vivir del arte, pero yo sigo teniendo fe y confianza en que puedo lograrlo sin dejarme tentar por otras cosas que, a lo mejor, me sustenten materialmente, pero espiritualmente no. Ese es mi gran sueño: poder hacer lo que me gusta toda la vida, poder vivir de ello y, a la vez, poder ayudar a todo el que me rodea a través de ello.

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