Como los dragones y las brujas, los piratas parecen estar de moda entre los personajes favoritos de los niños de hoy. En animados y películas live action los ladrones del mar dejan de ser fugitivos y timadores para volverse simpáticos aventureros que desafían el peligro del mar en busca de tesoros.
Tal vez por eso Fernan insiste en ser un pirata, un valiente marinero. Para ello Dina lo instruye: necesita un garfio, un parche en el ojo y pata de palo. Pero él, que solo cuenta con su fantasía, únicamente necesita activarla y se zambulle junto a su amiga en un viaje que puede ocurrir cualquier día, al salir de la escuela, aún sin quitarse el uniforme, en un desván o alguna habitación olvidada de la casa.
Cuando estos niños miran por el “ojo de buey” parece que pudieran viajar en el tiempo. Como vigías atisban, su paisaje es la bicentenaria ciudad de Cienfuegos, fértil suelo para las leyendas.
A la Perla del Sur dedica el grupo de teatro Cañabrava la obra Fernandina de la que Rafael González Muñoz es autor y asesor artístico. Las peripecias de dos niños aventureros, Fernan (Dayli Morfi) y Dina (Esther Valladares), conducen al espectador por una suerte de tour por las maravillas que el imaginario popular ha creado para explicar sucesos singulares de la bella urbe.
Un cofre como caja de Pandora o portal a la ensoñación, al fantástico universo de los mitos se ubica en el centro de la escena. La pareja de infantes se dispone a la aventura solo con un catalejo, un pergamino y la más rica imaginación infantil.
Títeres y actrices alternan para divertimento de los niños en el público, que descubre cómo un desván puede ser proa para la embarcación inventada desde la que estos chicos visitan el Caletón de Don Bruno, buscan la explicación para el origen del nombre Pasacaballos, tienen un encuentro con Leonor de Cárdenas, la Dama Azul, y enfrentan al Sur con sus tentáculos gigantescos hasta someterlo.
Cada obstáculo a vencer en esta búsqueda es solo una forma de poner a prueba la amistad. Cualquier tarde volverán a juntarse Fernan y Dina a viajar por mundos irreales, acompañándose en las batallas contra monstruos mitológicos o redescubriendo su ciudad, porque como todos los niños, ellos sin saberlo asumen el juego como ensayo de la vida.
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