…y sólo quedan de la magnífica batalla sobre los lienzos esos regueros de color ardiente que parecen la sangre viva que echa por sus heridas la luz rota: ¡ya es digno del cielo quien intenta escalarlo!
“Nueva exhibición de los pintores impresionistas” (1886). José Martí.
El acercamiento a la vasta obra de José Martí supone explorar aristas tan diversas como sorprendentemente enriquecedoras. Justo cuando el primer mes del año trae a la memoria la evocación de tan magnificente figura en el aniversario 169 de su nacimiento, resulta meritorio honrar la fecha desde la trascendental y siempre necesaria referencia a su obra.
Dentro su profunda arquitectura de pensamiento, existe un amplio corpus de literatura ensayística sobre artes plásticas. Su crítica en este campo es justamente una de las zonas más fascinantes de su prosa, y va más allá de la intertextualidad en el diálogo artístico.
Conocedor del ambiente plástico-literario de su tiempo Martí alcanzó un alto grado de erudición desde muy joven, lo que le permitió armarse de una aguda destreza crítica. La base de su temprana inclinación y sensibilidad hacia el mundo del arte parte de su inscripción en la Academia de San Alejandro y la literatura ilustrada de la época fue biblia de estudio en la solidez de su intelecto.
Durante su primera estancia en España experimentó una conexión directa con las artes, lo que le valió el enriquecimiento de su apreciación pictórica y nutrió su posterior labor en la prensa periodística. Al respecto, Adelaida de Juan señala en sus investigaciones, la asiduidad de Martí a museos y talleres de artistas españoles. Desarrolló también la crítica de arte en México entre 1875 y 1876 en la Revista Universal, y hacia 1880 fue analista de pintura española para el periódico neoyorkino The Hour.
Es solo ello un esbozo de la inicial actividad ensayística del Apóstol, antecedentes de una de sus más conocidas críticas de arte y de particular significación en los predios del arte moderno. Se trata de Nueva exhibición de los pintores impresionistas, escrito en Nueva York el 2 de julio de 1886 y publicado en La Nación de Buenos Aires, el 17 de agosto del mismo año. Es la pintura impresionista el alimento de sus juicios estéticos durante varios meses de corresponsalía.
¡Cuánto acierto y habilidad existió siempre en la observadora y perspicaz mirada martiana! Reconoció la destreza en el arte y vislumbró la huella que dejarían los ingeniosos del pincel.
José Martí apostaba por la concepción estética de equilibrar la Academia con las nuevas formas de arte moderno, lo opuesto a caducidades canónicas, el desafío a los preceptos tradicionalistas, a las ataduras históricas que hacen los pintores fuertes, cansados ya de un frío ideal. Mucho de vigencia tiene aún en nuestros días lo que por entonces eran lecturas de aquellos tiempos: “Son culpables las vidas empleadas en la repetición cómoda de las verdades descubiertas”. Cada movimiento artístico, cada generación, debe alejarse de los caminos trillados y el facilismo desechando epígonos, y en conocimiento de las exigencias y el imperativo del siempre necesario nuevo arte.
Solo una visión aguda y certera como la del Apóstol fue capaz de crear un sabio juicio estético del buen arte, desde una analogía poética en la que mezclaba un marcado acento de lirismo y un audaz lenguaje visual creando una percepción sensorial ilustrada en el verbo. Su crítica armonizaba en un perfecto equilibrio de juicio y una exacta apreciación pictórica. Su prosa nunca se detuvo en facilismos ni sirvió a complacencias, pero hacía ostensible la apoteosis del crítico, rendido ante la belleza.
Tuvo la certeza de avizorar triunfos en el arte como avizoró los peligros que suponía el fenómeno antiimperialista, y esto hizo de él un hombre universal más que académico, escritor, político, pensador, filósofo, periodista o poeta.
Lezama Lima hablaba de la trascendencia martiana como esa magnitud intelectual que le adjudica la grandeza en su posteridad. Se presenta bajo el aspecto de la tradición, que se compone a su vez de un antes –que es la herencia recogida por Martí– un durante y un después, y es en ello donde reside esa trascendencia.
Las recepciones de la obra martiana sobre arte y literatura, nos acercan a los modos universales de cultura desde una mirada pluridimensional y como es característica de su obra intertextual. Se construye su legado a partir del néctar de sus ideas expuestas en sus obras, de la sabiduría de su verbo que alcanzan un significado vital en la historia.
Sus preferencias por un arte épico y vital, capaz de comprometerse, convocar y denunciar las miserias humanas y lo negativo del mundo, corresponde con los ideales que defendió y con la obra a la que dedicó su vida. Tenía un compromiso con la libertad de su patria y de América Latina, de modo que no podía exigirle menos al arte.
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