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Que el arte nos reconcilie con lo mejor de la vida

«Aspiro a que un día volvamos a ir a los teatros, a las salas cerradas, a los conciertos al aire libre, a donde (…) podamos hacer la vida», de tal manera habló esta semana el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, a un grupo de creadores destacados, a miembros y directivos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

En un encuentro que ya resulta habitual en el Palacio de la Revolución, entre el mandatario y quienes trabajan y se prodigan desde el universo de la cultura, resultó inevitable hablar sobre los tiempos en que la COVID-19 no había irrumpido en la escena de la civilización; y en cómo habrá que ir pensando en los caminos que nos devuelvan responsablemente a tiempos más normales.    

La reunión, que no dejó de estar anclada a lo terrenal, fue también un hervidero de ideas útiles y hermosas. Y su rampa de lanzamiento fue el repaso a cómo se va dando cumplimiento a los acuerdos del IX Congreso de la Uneac, además del análisis en torno a las artes escénicas en Cuba —tema que había quedado pendiente del anterior encuentro de los artistas con el dignatario.

En una jornada que también estuvo presidida por la viceprimera ministra, Inés María Chapman Waugh, y por el miembro del Secretariado y Jefe del Departamento Ideológico en el Comité Central del Partido, Rogelio Polanco Fuentes, el Jefe de Estado dijo, a propósito de los acuerdos derivados del cónclave, que debe seguirse trabajando con sistematicidad, para «que no se nos quede nada pendiente del IX Congreso, para que no lleguemos al otro Congreso con cosas inacabadas».

Esa reflexión tuvo lugar luego de que fueran traídos a colación, en el encuentro, los acuerdos tomados durante el IX Congreso; entre ellos, los concernientes a temas como «Cultura, turismo y uso público de los espacios», «Educación, cultura y sociedad», «Patrimonio, ciudad y arquitectura», «Trabajo cultural comunitario y tradiciones»; son terrenos en los cuales —según se dijo en el encuentro— se ha podido avanzar aunque la pandemia ha representado un duro golpe y se impone un gran esfuerzo para evitar retrocesos.

Del universo escénico

En voz del viceministro de Cultura, Fernando Rojas, pudo escucharse en el encuentro un detallado informe del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, el cual recoge cuánto se ha hecho en el país desde ese universo de la creación y a pesar de estos tiempos difíciles.

Ese momento dio paso a la intervención del director de Danza Contemporánea de Cuba, Miguel Iglesias, quien expresó que sus palabras nacían de una sola fuerza: la del trabajo. Confesó entonces que en sus 36 años como director, y en sus 54 años de carrera artística, nunca se había sentido tan mal como ahora, porque aunque los bailarines, por razones obvias, no han podido estar sobre los escenarios, porque aunque están, por ejemplo, en las redes sociales y han hecho otras cosas, el trabajo grueso no ha podido desplegarse, y con todo y eso, por una decisión de la dirección del país, ellos no han dejado de cobrar sus salarios.

Miguel Iglesias, quien agradeció a Díaz-Canel Bermúdez por una política que ha protegido a los artistas, expresó también, hablando de conquistas, que «si no existiera el sistema de enseñanza artística, no existiría la danza». De igual manera explicó en detalles la situación crítica del inmueble que es la sede de Danza Contemporánea de Cuba, así como otras necesidades materiales que penden sobre el desempeño de una institución que poco a poco irá retomando su paso.

Esa preocupación dio paso a que, en otro momento del encuentro, el Presidente cubano ofreciera una explicación detallada a los creadores acerca de la actual situación económica del país. El mandatario dijo que, aunque hoy no pueden hacerse valoraciones con miras a respuestas inmediatas para necesidades como las planteadas desde el mundo de la danza o desde otros ámbitos, cada tema al respecto será tenido en cuenta.   

Seguidamente el humorista Luis Enrique Kike Quiñones, director del Centro Promotor del Humor, compartió su preocupación sobre cómo la política cultural —tratada en el IX Congreso desde múltiples aristas— se irá implementando cuando el país vaya entrando a la «normalidad». Lo dijo pensando en las nuevas estructuras de gobernanza, especialmente las que funcionan a nivel del municipio.

Hay un grupo de elementos que se deben dominar a nivel de intendencia, ejemplificó, como es la restauración de las instituciones culturales –dígase los teatros—; porque a veces, explicó, nos encontramos con que esos espacios, cuando paran de trabajar, no retornan a sus funciones originales y se convierten en recintos donde se hacen presentaciones artísticas pero no propiamente teatrales.

Sobre el necesario ejercicio de la crítica a modo de referente para el arte que se hace, y sobre el impacto que pueden tener las artes escénicas en tiempos de «hastío tecnológico de la gente ya harta de estar sentada frente al celular» también reflexionó Kike Quiñones.

También hizo uso de la palabra el crítico e investigador teatral cubano, Jaime Gómez Triana, quien luego de hacer un recuento de la historia del teatro en Revolución —que ha sido saga de romper prejuicios y de reafirmarse—, expresó que «nuestro teatro ha sido un teatro de verdad»: es cierto, razonó, que ha habido un déficit de calidad, pero es un teatro capaz de discutir la realidad cubana en sus aspectos más concretos, complejos, y de hacerlo en colectivo, en vivo, donde se encuentran cara a cara actores y espectadores.

Obviamente el teatro no es una asamblea, pero desde él —apuntó el investigador— se han adelantado temas de importancia para la sociedad, los cuales luego han sido asumidos por las instituciones.

«He visto muchas funciones de teatro, pero ninguna como la que vi en los altos de la Galicia, una empinada montaña de la Sierra Maestra, que cuando subimos todos decíamos que era en realidad la galaxia, donde la guerrilla de René Reyes sube en mulos a hacer su función, todos los años, para una sola familia», narró Gómez Triana, quien mencionó experiencias como la del Teatro Escambray, y de otros grupos, que «abrazaron la idea de un teatro nuevo».

Qué bueno sería llevar el teatro a los barrios que más lo necesitan…, resaltó el joven Triana, quien es un convencido de que el teatro, más que ninguna otra manifestación, está hecho de utopía, nace de la confianza, de un grupo, de poder llevar adelante un proyecto colectivo, y ese proyecto no se realiza hasta que no se comparte con un grupo de espectadores.

Después de la pandemia —dijo—, en medio de las tensiones materiales que vivimos, toca recomponer, reafirmar, volver a poner en el centro nuestra humanidad. El teatro hace justamente eso. Tenemos una vacuna que se llama Abdala; Abdala es una obra de teatro de José Martí; y el teatro puede funcionar como una vacuna.

Sumó su voz la investigadora y teatróloga Vivian Martínez Tabares, para quien resulta imprescindible reencontrar las formas y los caminos de volver al teatro, ese universo donde se unen la razón, la emoción y la sensorialidad, y desde donde puede ser alimentada la esperanza.

El periodista Pedro de la Hoz habló, entre otras ideas, de aprovechar el viaje hacia la «nueva normalidad» para replantearnos seriamente la manera de reflejar nuestra cultura popular tradicional en sus relaciones con el turismo, y para empezar a resolver desencuentros lamentables que ha habido entre manifestaciones como la música y las artes escénicas.

Por su parte el dramaturgo y actor Maikel Chávez recordó a los niños, esos espectadores para los cuales él ha sido feliz trabajando, y en quienes la creación artística de calidad puede obrar maravillas.

Hacia el final del intercambio el Presidente Díaz-Canel destacó su certeza acerca del poder espiritual de las artes escénicas: «Nosotros, afirmó, tenemos una sensibilidad hacia el teatro y por supuesto una comprensión de lo que significa».

«Yo creo que con la pandemia hemos aprendido todos, hemos tenido que sacar aprendizajes», dijo el mandatario luego de hacer un repaso de lo que ha sido la COVID-19 en la vida de los cubanos. Y propuso a los creadores: «En la misma medida en que ustedes se pongan de acuerdo sobre cómo podemos hacerlo en las artes escénicas, en los teatros, vamos abriendo, porque a la gente le hace falta».

Sobre la Guerra No Convencional que el imperio hace a la Revolución, el Jefe de Estado reflexionó: « ¿Hacia dónde se puede dirigir el ataque (…) de una hegemonía colonizadora?: hacia la cultura. Si quiebran la cultura de los pueblos, lo quiebran todo».

Es la manera, argumentó, de que alguien renuncie a sus esencias, a lo que es suyo: «Nosotros tenemos que ser fuertes para resistir el ataque;(…) y todo lo podemos lograr con debates, consensos, con conversación, con análisis, buscándole solución a las contradicciones».

En otro orden de ideas el Presidente cubano hizo alusión al valor de «una innovación organizacional en las instituciones de la cultura», a modo de camino para la solución de muchos problemas actuales: porque «las innovaciones no son solo tecnológicas», y ese modo de pensar, reflexionó, puede aplicarse a muchos de los ámbitos en los cuales se decide la suerte del país.

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