Los acordes del Rolo

El escenario lo completa dando golpes de carisma. Un muchacho solo con micrófono y guitarra que conquista a quien lo escuche, aunque su pose y sus actuaciones le parezcan un tanto inauditas. Acordes locos, letras sobre lo biográfico y musicalidades múltiples lo caracterizan donde quiera que se presente.

Los que lo han escuchado cantar tal vez se han preguntado, alguna vez, en qué parte del cuerpo esconde tanta voz, y puede que nunca lleguen a saberlo. Cuando lo hace, exorciza ataduras y se convierte en una voz libre que el viento dirige. Aprendió a conquistar espacios rasgando las cuerdas de su guitarra, aun cuando una partitura de solfeo le parezca tan ajena como un iglú a un indio del Amazonas.

Abandonó la realidad inmediata de un joven que en estos tiempos intenta solventar su vida con una economía básica y decidió arriesgarse, entregando todas las piezas, para llenar su futuro de y con música.

Atrevido casi por intuición, y aunque se dice tímido, conversa con la naturalidad de los viejos amigos y sin muchas pausas que den tiempo a digresiones. Sonríe a menudo y mira profundo hacia lugares que solo él conoce.

Con apenas 26 años, Rolando “Rolo” Rivera se ha convertido en un protagonista dentro de la escasísima lista de cantautores jóvenes cienfuegueros.

«En realidad estudié Comercio, pero desde niño me interesé mucho por expresar lo que sentía. A los 16 años mi tía notó cierta dote de poseía en aquellos papeles. A partir de ahí asistí al taller literario de Alberto Sicilia, en el que aprendí muchísimo sobre el arte de escribir: las técnicas, lo recursos».

Un día tropezó, quizá sin saberlo muy bien, con el mañana. «Después de 16 años viviendo en la misma casa, decidí recibir clases de piano. Estela, una señora que vivía en la esquina, me dio las primeras lecciones. Con ella aprendí mucho hasta que se mudó de la ciudad.

»Al dejar las clases con Estela, tuve que reordenar mis deseos. Necesitaba algo pequeño, más barato que un piano, con lo que pudiera moverme todo el tiempo. Un día de mi cumpleaños mi papá me regaló una guitarra de cuerdas de nylon.

»Empecé a “machacarla” yo solo, como un niño jugando con soldaditos. Fui a la casa del trovador Pedro Novo para que la afinara; luego le pregunté si conocía a alguien que me pudiera enseñar y fue cuando me habló de Marcos Sánchez. Además de mi maestro, Marcos se convirtió en mi amigo. Me enseñó todo lo básico; hasta que un día me empujó como a un gorrión del nido. Continué solo, estudiando y escuchando música».

Rolo se adueña de las personas con la misma facilidad con que un pequeño es vencido por los dulces o un juguete llamativo.

«Aparte de Marcos y de Sicilia, los maestros más importantes que he tenido son mis cantautores favoritos: Silvio y Pablo primero que todo. Luego aparecieron Gerardo (Alfonso), (Carlos) Varela, Frank Delgado, (Joaquín) Sabina, (Joan Manuel) Serrat, Fito (Páez), Djavan, Lenine, (David) Torrens, Kelvis (Ochoa), Habana Abierta, Interactivo y todos los trovadores de Santa Clara.

«Esa etapa de mi vida fue como un templo: escuchaba música todo el tiempo. Esa era mi gran utopía, no sabía ni cantar ni tocar bien, pero quería ser músico».

Dos sucesos favorecieron un giro total. «Cuando terminé Comercio continué estudiando Turismo. Luego vino el servicio militar, donde muchas cosas cambiaron radicalmente. Durante las guardias tuve más tiempo para leer, estudiar y continuar escuchando música. Fue cuando empecé a componer temas, no tenían nombre, eran muy cursis…

»Después tuve la suerte de que, recién terminado el servicio, se celebrara en Cienfuegos el Festival Al Sur de Mi Mochila donde debuté. A partir de ahí empezaron a contar conmigo para las actividades. Conocí, además, a Nelson Valdés, y entonces me dije: ese es mi sueño, una banda así, de pequeño formato para hacer mi música. Enseguida me relacioné con ella; fue como encontrarme con mi segunda familia».

La pasión por sus amigos se desborda en sus palabras y nunca le parecen suficientes. «La noche antes del debut en Al Sur de Mi Mochila, conocí a alguien que, además de todos los que he mencionado, ha influido muchísimo en mi obra: el poeta José Miguel Gómez Cruz. A partir de entonces compartió conmigo música, poemas, libros, documentales de Leonard Cohen, Bob Dylan, Chaplin… Fue muy bueno, Pepe me ayudó para que mi arte madurara, me enseñó qué caminos seguir».

Rolo me cuenta, con una tranquilidad admirable, sobre las decisiones radicales que ha tomado. «Fue difícil abandonar los estudios de turismo, pero esa era la única forma en que podría nacer de verdad como cantautor, más oficial y serio. Fue complicado porque me ayudaba económicamente.

»Logré ahorrar un poco y decidí emplear ese dinero para hacer un demo. Esa era la vía para pertenecer a la AHS. En junio de 2012 salió Casa de Verano, tiene seis temas. Después de eso, la banda, que se nombra La Fábrik, se mantuvo y consolidó, y hoy podemos decir que hacemos música alternativa, aunque distinta, sin mezclar mucho. Hacemos punk, blues, música cubana, y tenemos una influencia muy grande del rock and roll.

»En la banda el fenómeno de los arreglos musicales se vive un poco desordenado. Yo escribo las canciones y ya más del 90 por ciento de la sonoridad final me hace eco en la cabeza. Llego al ensayo y digo: la guitarra hace parapín, parapán y el bajo: tumb, tumb y así con el resto».

Ganó un espacio gracias a la constancia. Los segundos sábados de cada mes, la Sala Ateneo del Teatro Tomás Terry, reserva un aparte para los seguidores de su trabajo. Tiene además variadas presentaciones en otros sitios de la ciudad, como el Álbum Café de la AHS y la galería Boulevard de Cienfuegos.

El Rolo camina con guitarra en mano y cabello desordenado por todas las calles de su provincia. Parece no observar con detenimiento ninguna quebradura del camino, ni los fenómenos que se descubren a su lado; pero nada más distanciado de la verdad.

Se aleja hasta perderse entre la línea del horizonte y algún carro que pasa desesperado casi a sus pies. Aún sostiene la guitarra. Y, en lontananza, no se puede definir bien si es un hombre con cuerdas, o un cuerpo de madera que suena al viento.

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