Canciones del Muro es una joven banda de la ciudad de Villa Clara que apuesta por llevar la canción de autor en ese formato a las nuevas generaciones. Conformada por Ernesto Fabián (vocal), Rafael Pérez (percusión), Flavia Moreno (bajo) y Gustavo Fabregat (guitarra).
La primera vez que supe de ellos fue en la propia peña “Trazos de ciudad” de Ernesto Jiménez Fabián, también director y fundador de Canciones del Muro. Parecía un jueves tranquilo en El Mejunje de Silverio, hasta que comenzó a llenarse de rostros muy jóvenes, y el anfitrión les propuso hacer la peña en uno de los espacios bajo techo del Centro Cultural.
No fue solo la media luz, siempre acogedora de la sala Margarita Casallas, ni la presencia de tantos jóvenes que disfrutan la canción de autor (público habitual de los espacios trovadorescos de El Mejunje), tampoco se reducía a la novedad de una banda emergente en la ciudad. Lo que más trascendía de aquella tarde, al menos para esta reportera, era encontrar la música de autor tan bien interpretada por noveles, casi adolescentes.
Impresionaba la energía que desbordan sobre el escenario, sus composiciones que transcurren por diversos géneros de la canción, así como la visualidad del grupo. ¿Qué los motivaba? ¿Cuánto habían trabajado en solitario, en medio de una pandemia y de exámenes escolares, para regalarnos a los presentes esta grata sorpresa?
Anoté un par de teléfonos, les pedí que me pasaran al móvil sus canciones y, cuando el confinamiento hizo un pequeño oasis, nos volvimos a encontrar. Ellos, tenían el sueño de realizar algunos conciertos en el Bar Revolución, la Peña de la Caña Santa en la Casa del Joven Creador de la Ciudad y en otros espacios; a los que me prometí seguirlos.
Pero la pandemia se hizo sentir otra vez, y cuando creí que de Canciones del Muro quedaba apenas un recuerdo de su debut (aquel) en El Mejunje, las redes sociales me devuelven la oportunidad de disfrutar el talento de estos cuatro mosqueteros. Ahora desde el canal en Telegram y sus páginas en Facebook y Twitter, vuelven a impresionarme piezas como “Abrir los ojos” y «Pirata de Galeón”, además de algunas piezas de compositores como Noel Nicola, Santiago Feliú, Aute y Sabina.
Gustavo
Fue en la peña de La Caña Santa, una tarde de viernes en la Casa del Joven Creador. Ernesto y Gustavo hicieron los primeros planes para tocar juntos.
“Le pedí uno de sus temas para probar, “Sentencia”, y nos gustó mucho el resultado”, afirma Gustavo Fabregat, estudiante de la Universidad Central de Las Villas, un muchacho delgado, de frente amplia y mirada inteligente, “pero necesitábamos más instrumentos, un percusionista, por ejemplo”, y mira a su otro amigo, para que continúe la historia.
Rafael
Estuve con Gustavo en una banda de rock en la Secundaria, luego comencé otro proyecto en el que tocaba la batería. Cuando me reencontré con Gustavo me invitó a la peña de un tal Ernesto Fabián “Trazos de Ciudad”; Rafael se ríe con picardía, Ernesto también.
Rafael Pérez es técnico medio en Electricidad y en el momento de esta entrevista se encuentra cursando el servicio militar. Continúa el relato:
“En ese momento ellos estaban sin percusionista así que le dije a Ernesto: —Mira asere, yo nunca en mi vida he tocado un cajón, pero si te hace falta yo me busco uno y aprendo a sacarle algo. Y así fue, le saqué algo, comenzamos los ensayos y aquí estoy, me quedé.”
Estamos sentados a modo de círculo en lo que muchos llaman el Malecón de Santa Clara y que no es más que los portales del Teatro “La Caridad”. La ciudad semidesierta parece agradecer este aliento de vida joven, de creatividad, pues nos regala una brisa húmeda que, matizada con la alegría de los muchachos, resulta muy agradable.
“Al principio la idea era acompañar a Ernesto, después él fue hablando con varios músicos para darle formato a la banda”, asegura Gustavo, pero esta vez, tiene los ojos fijos en Flavia, una jovencita rubia y de aspecto delicado.
Flavia
“A Flavia la tenía prevista como tecladista hasta que la vi con un bajo y le dije: ¿qué tú haces tocando el bajo?”, afirma Ernesto, abraza a su amiga que se encoge de hombros, y continúa: “Me dijo que estaba aprendiendo. Comenzó a incorporarlo a mis canciones y me pareció genial.”
“Así fue como la cara bonita de la banda de pronto se convirtió en la chica “dura” del piquete”, interviene Rafael. Flavia se sonríe también, aparece una lloviznita intermitente como si llegara a participar de aquellas bromas juveniles. Se hace silencio y comienza su parte de la historia la estudiante de fagot de la Escuela Provincial de las Artes.
“¡Imagínate! A los quince años pedí de regalo un bajo y comencé a aprender sola. Estuve como seis meses buscando personas que me ayudaran, conseguí algunas plataformas digitales, hasta que di con Andrés Olivera de La Trovuntivitis, y luego con Ernesto, quien me ha ayudado mucho.”
“Me llamaba la atención sus letras y la música que hace Ernesto Fabián, que es fuera de lo común porque en la actualidad no hay muchos jóvenes que puedan salirse de lo popular. Es un muchacho que rompe con muchas reglas de todo lo tradicional, de la armonía del solfeo, por ejemplo, que son cosas teóricas que uno las ve en la escuela, pero es emocionante ver que en la práctica suena bien.”
—¿Por qué el bajo?
“El fagot es un instrumento armónico que, en formatos grandes, los demás instrumentos le quitan importancia y eso es lo que yo busco en el bajo que es un instrumento que sirve de colchón a las otras melodías, pero sí se siente. Me gusta sentirme importante”.
“Yo soy la representación femenina, ellos dicen que soy la cara del grupo, con un instrumento que generalmente lo tocan los hombres, aunque ya no es tan raro ver a una mujer bajista.”
Se escucha un ladrido a mi espalda. Un perro muy bonito nos ha perseguido y también se sienta en el coro, tan cerquita de mi vasito con café que me da miedo acariciarlo porque si estira las patas delanteras…
—¡Canelo! —le dice Ernesto Fabián y me tomo el café de un gesto, antes de que se levante y empiece a restregar su cuerpo peludo con los presentes.
Ernesto
“A los 14 años compuse mi primera canción, y los 16 me atreví a cantar en público, o sea, ante mis padres, quienes me dieron el visto bueno para presentarme en escenarios más grandes”.
Afirma Ernesto Fabián que fue precisamente, “Sentencia”, la primera pieza que considera digna de divulgar entre sus amigos y familiares. La primera también que hizo acompañar por la guitarra de Gustavo.
Desde entonces se ha presentado como cantautor en diversos espacios de la ciudad. Integra la Peña de La Caña Santa de la AHS, fundó su propio espacio en el Centro Cultural “El Mejunje”; y entre las presentaciones más recientes figura el Festival Romerías de Mayo de este año, en Holguín. Sin embargo, Canciones del Muro parece ocupar sus sueños y su tiempo creativo, en modo muy especial.
“En mi mente la música que hago estaba diseñada a sonar como banda, con más instrumentos…”
“Yo escucho un disco a guitarra y voz de arriba abajo y es como que me aburro, como que no estoy disfrutando y a veces me pasaba eso con mis propias canciones.” Hace un pequeño silencio, mira en derredor y afirma: “¡Hasta que los fui encontrando a ellos!”
Canciones del Muro
“Son las canciones de un trovador, arregladas en un formato de guitarra eléctrica, bajo y percusión”, comenta Gustavo, quien agrega que los arreglos los hacen entre todos, pero estos son mínimos, “es un acompañamiento en base a lo que hace Ernesto”. Por su parte, el compositor considera que desde que empezamos mis canciones han tomado un camino que me gusta, ¡ni siquiera sabíamos que podíamos lograr esa energía!”
Y es que en sus presentaciones este cuarteto imprime una fuerza a la canción de autor que coquetea con la visualidad de sus integrantes, enjundia de juventud (ninguno sobrepasa los 25 años de edad) y creatividad. Asimismo la sonoridad de la banda está marcada por muchas influencias, o lo que es igual, por las preferencias musicales de sus integrantes:
“Flavia tiene una formación académica en el fagot que, aunque el bajo lo aprendió por sí misma, pues esta formación también influye en la banda”, apunta Ernesto, aunque ella afirma que en su reproductora “puedes encontrar cualquier cosa, lo mismo trova, que rock, que jazz alternativo, mientras que sea buena música.”
“Tenemos algunos arreglos con fagot, con guitarras, con cuerdas de acero. Somos muy abiertos a lo que llegue y suene bien, desde Santiago Feliú a Sternberg”, insiste el cantautor. “Para mí el acompañamiento más grande a la canción de autor es Habana Abierta. Es casi imposible no sonar como ellos.”
Gustavo por su parte considera que, aunque se siente tentado por el jazz, él y Rafael aportan sus experiencias con el rock “y básicamente la tendencia del grupo es a sonar más fuerte, así más metalero; aunque sea un son. Por supuesto, siempre hay que tener cuidado con lo que canta Ernesto, que es trovador, y la sonoridad que él le da a los temas, pero es que simplemente hay temas que con poner los instrumentos ya suena fuerte, por ejemplo, Sentencia.”
“Pirata de Galeón es un guaguancó y yo le cogí miedo. Pero salió bien”, argumenta Flavia y atribuye el éxito que han tenido a la libertad creativa que brinda Ernesto Fabián, una vez que les entrega sus canciones: “Nunca nos ha dicho eso lo hacen así, sino que nos da la oportunidad de crear y es como mejor funciona y va a funcionar, porque al final suena como una unidad”.
Según este trovador, el formato de banda les gusta más a los jóvenes: “Santa Clara es una ciudad acostumbrada al trovador con su guitarra, nosotros tenemos un formato que la gente no está acostumbrada a ver y creo que esa es una de las cosas que llama la atención.”
Todos coinciden en que lo más llamativo de la banda es “la buena vibra”. “Nos llevamos muy bien”, dice el director, “Cuando hay peña ensayamos una semana entera y, en concierto, dos semanas; y aunque la dinámica del grupo, sobre todo en estos tiempos es que trabajamos mucho a modo individual, nos reunimos por cualquier cosa.”
“¡Juntos somos una bomba!”, concluye decidido Rafael, el resto asiente y Canelo comienza ladrar, otra vez.
Sueños, más allá del muro
Entre acordes, lloviznas y ladridos transcurría aquel encuentro, terminábamos de cantar a coro aquel “dato falso” de Noel Nicola, cuando comenzaron a emerger los sueños de la primera juventud, esos que alientan otras preguntas:
—¿Qué les preocupa como generación?
“Abordamos la temática social —dice Ernesto—, por ejemplo, tenemos montado un tema fuerte dedicado a los perros y a los animales callejeros, pero… de mi generación en específico me preocupa que quieren hacerlo todo muy rápido.”
“Hay que sentarse a meditar, a pensar. Muchos llegan a un concierto y encuentran a un trovador solo, con su guitarra y sus canciones inteligentes, y se van, yo no me voy. Hay que escuchar que nos quiere decir esa persona. ¡Hay que tener paciencia para escuchar!”
—¿Qué canciones no cantarían?
Flavia contesta sin pensarlo dos veces: “Yo no cantaría nada que discrimine a la mujer, porque últimamente hay mucha tendencia a eso.”
“Al ser humano a modo general”, añade Ernesto.
“También hay que tener cuidado con el hecho de hacernos entender, porque hay quien se ubica en un punto superior y hacen una canción, sí muy inteligente, pero no comunica, no me dice nada porque ofrece una enseñanza desde un punto de superioridad,” sostiene Gustavo.
El guitarrista defiende la necesidad de comunicarse con los demás jóvenes, pues considera que el “truco” de atraer tanto público a sus presentaciones radica en “no pretender hacer lo mismo que se hacía antaño y lograr los mismos resultados hoy”.
“Ahora mismo están las redes sociales, todo te brilla mucho y va muy rápido. Hay que actualizarse, nosotros tenemos el canal de Telegram, YouTube, en WhatsApp. Y una comunidad en Facebook. Allí la gente nos comenta y hay un intercambio.”
—¿Cuánto sienten que han crecido desde que fundaron Canciones del Muro?
“En lo personal he crecido mucho en la banda, porque hasta al otro día veía un cajón y no sabía qué hacer con él, y también en cuanto al conocimiento de ritmos cubanos”, reflexiona Rafael; le sigue Flavia.
“Ha sido mi debut con el instrumento que me gusta, la oportunidad de tocar el bajo en banda, ni siquiera había salido a la calle con él, nunca. Pero, además, las canciones de Ernesto no son fáciles, tienen muchos cambios, lo mismo en el ritmo, que en los acordes.”
Sobre esto afirma el compositor: “Cada canción es un reto, no repetirme, tratar de ser original y tratar de darle la fuerza para que la canción llegue más lejos en la sensibilidad de la gente. También he aprendido que se puede lograr la potencia que uno quiere y la que uno no quiere, una visualidad en escena y una energía, como usted dijo, cualquier cosa mientras estemos unidos, como amigos, y trabajemos duro por nuestros sueños”.
—¿Cuáles son ahora mismo esos sueños?
“Grabar un disco que llegue a todo el mundo”, dice Ernesto, y “tocar en todos los lugares”, añade Rafael. “Ganar una beca de la AHS”, apunta con firmeza Gustavo. Estos y más deseos lanzan al viento, en dudoso tono de broma, hasta que discurren hacia la belleza de la música:
Flavia es la primera:
“Como músico me gustaría fusionar trova, jazz, música sudamericana. Pero este es un proyecto que realmente tiene futuro. Tú escuchas una canción de Ernesto Fabián sola y la escuchas con la banda, y te das cuenta de que esto es genial. Él nos ha dado oportunidades, pero nosotros también le hemos aportado”.
Ernesto afirma con un gesto el planteamiento de la bajista.
“Realmente quiero que el público cante mis canciones, pero que sepa lo que está diciendo. A mucha gente se les pegan las canciones y no saben qué quieren decir las palabras, por eso siempre trato de hacer el chisme, doy el camino y cada cual lo interpreta.”
“Seguir siendo amigos, siempre”, afirma Gustavo, y las cuatro cabezas asienten convencidas de que nada podría impedirlo. Canelo comienza a ladrarle a su dueño, quizás para avisarle que están por caer los chubascos, pero ellos, al parecer, lo interpretan como un apoyo más a sus metas, porque se han puesto a cantar otra vez.
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