De seguro Woody Allen habría amado a Mercedes de Acosta, o no. Desandando su Nueva York querido, habrían coincido, tal vez en Quinta Avenida, de la que Mercedes prometió escribir su canción con repiqueteo y estruendo, con estrépito de pisadas, ruido interminable, infinito.
Mercedes y la fotografía sonora de su tiempo, dos poemas dedicados a la ciudad que bullía en el principio de un siglo prometedor. Ella, por entonces, también prometía grandeza.
Mercedes, vegetariana y libre. Latina y poeta. En pantalones, implantando tendencias. Mercedes, pelo engominado, peinado hacia atrás, maquillaje de palidez de nube, en la platea. Mercedes bilingüe. Mercedes dual. La octava hija. A quien mamá nunca le dijo que era hembra, lo que descubrió a los siete años y a expensas de un amigo de juegos que le mostró la evidencia.
¿Quién de nosotros pertenece a un solo sexo? Yo, a veces, me siento andrógina. Indaga y afirma, cuestiona y declara. Espeta, sin pedir disculpa por ser, sino con la naturalidad de lo cotidiano y obvio.
De padres hispanos: cubano e independentista él, andaluza y descendiente de la nobleza española ella. Su último fruto: la muchacha performática y como en personaje todo el tiempo, que conquista femeninas pasiones, glamorosas divas, celebridades a quienes parece doblegar el encanto irreverente de Mercedes.
Isadora Duncan, Gretta Garbo, Marlene Dietrich, se cuentan entre los amores que le adjudican a la que aseguró era capaz de robar una mujer a cualquier hombre, quizás solo lo hizo como un desafío que buscaba más el escándalo que confirmar sus dotes de conquistadora.
El Star System maneja con discreción los matrimonios lilas, uniones por conveniencia como la que juntó a De Acosta con el pintor, también homosexual, Abram Poole.
Activista por los derechos de la mujer, las ideas progresistas de la autora de guiones, poemas, novelas y hasta un musical, chocan con estridencia sobre el conservadurismo imperante, y como en casi todas las facetas de su vida va contra el canon:
Maternidad
En el barrio italiano del Lado Este,
Una mujer se estremece de dolor al parir.
Chillan cuatro niños más en el cuarto,
Mientras ella muestra un semblante
De desesperanzada resignación.
No le urge mejorarse porque todo
Volverá a suceder.
En la parte alta de la ciudad
Una mujer se estremece de dolor al abortar.
Le urge mejorarse y nunca
Volverá a suceder.
¿Es naif acaso la voz poética de Mercedes? ¿Es tan transparente, tan radiográfico su verso, que no permite polisémicas lecturas? ¿No hay belleza entonces en la sinceridad? ¿Y qué valor tiene decir tales cosas ahora, qué valor tuvo en su tiempo? ¿Será real el anhelo de Mercedes, de ser libre a ultranza?
Pero yo digo que un pájaro sí es como la
Libertad
—veloz, hermoso, leve—,
Que, al remontar en el cielo,
Tal vez perezca en las grandes alturas,
Pero muere de su propio libre albedrío.
Mercedes conoce el precio de la libertad, está dispuesta a pagarlo, pero a ratos duda o evalúa lo que paga a cambio de ser ella.
¿Esa voluntad de vagar eternamente imposeída era una declaración de soledad, un reclamo de compañía o la convicción real de andar desasida como actitud, determinación de absoluta independencia, o era una queja?
“Aquí yace el corazón”, su autobiografía, revela y rebela, manifiesta sus veleidades, sus pasiones, y le granjea la enemistad de los que son allí expuestos.
Feroz, así debió verse en ocasiones, desvalida, al final de su tiempo. Y se podría pensar que su mejor poema fue su propia vida, escrita intensamente, honesta, desinhibida, franca, asida a una fe que a veces no responde, construida como una ciudad que crece para tocar el cielo.
Desconocida por la mayoría de los lectores cubanos, Mercedes es recuperada en un volumen que tiene a bien publicar en 2017 Ediciones Holguín. Jesús Barquet, Carlota Caufield y Joaquín Badajoz, rescatan para los bibliómanos hispanos, la voz de la cubana que con la edición de Lourdes González regresa al país, como en aquel viaje que hizo a sus 14 años para descubrir la patria de su padre; pero este viaje como de Odiseo a Ítaca, implica un nuevo descubrimiento, el de la poesía de Mercedes por los cubanos. Una suerte de reencuentro con una voz transida de su herencia hispana, latina.
Imposeída, Mercedes de Acosta se ofrece, pero no enteramente, sería contradictorio, sino como un atisbo. Dejándonos entrever su relación con la poesía:
En ti, el poder de derrumbarme
Por mi deseo de crear un hijo tuyo
Y tras infinitos esfuerzos y dolores de parto
Hallarlo deformado, débil e indigno
De tu nombre.
Murió la poeta pobre, sola, en 1968. En la pobreza. Para algunos una promesa no cumplida de genio y talento.
Woody Allen debió conocer a Mercedes. Mientras leo sus versos imagino los cuadros de la película que fue su vida y la comedia triste y profunda que de ella podría hacer el cineasta.
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.