Los cielos de un camagüeyano se abren a la Bienal

Nadie puede dudar que la Bienal de la Habana es el acontecimiento de las artes visuales más importante en Cuba. La ciudad se vuelve destino de coleccionistas, curadores, artistas y estudiantes de todo el mundo que buscan empaparse de lo más actual del arte contemporáneo.

Esta cita, nacida en 1984, ha logrado ganar prestigio a nivel mundial por defender lenguajes innovadores y discursos que gravitan, sobre todo, alrededor de una visión alternativa a los cánones estéticos occidentales. Resulta siempre, algunos años más que otros, un aliento de aire fresco que suele renovar el modo de enfrentar la obra de arte, tanto para el público como para los creadores.

Si bien es cierto que no todo lo que se incluye en la Bienal es legítimo, el certamen sigue siendo una credencial valiosa para cualquier creador. Para los artistas cubanos en especial, acceder al circuito expositivo en esta temporada se vuelve complejo. Generalmente los lugares más privilegiados lo disputan las llamadas “vacas sagradas�, solo una pequeña cuota se habilita para aquellos artistas jóvenes con “contactos� o que han ganado su derecho a base de talento.

Por eso siempre es gratificante cuando llega la noticia de que hay camagüeyanos participando en la muestra. Aunque no podemos ocultar que las artes plásticas del territorio necesitan reformarse, tampoco se puede negar que Camagüey sigue siendo cuna de una maestría particular.

Dentro de la propuesta proveniente de la región centro-oriental, que incluye nombres como Joel Jover e Ileana Sánchez, resalta el proyecto del joven Asniel Herrera, conocido por todos como el Chuli, miembro de la AHS de la provincia.

El proyecto Cielo se estará exhibiendo del 22 de mayo al 22 de junio en la galería del cine La Rampa, en el Vedado capitalino, como parte de la exhibición colateral a la Bienal. A través de una veintena de piezas que reflejan el cielo de diferentes lugares del mundo, en diferentes fechas y horas, Chuli nos presenta un especie de rompecabezas, predominantemente azul y blanco, que discursa sobre cómo los seres humanos construimos la realidad que nos circunda.

El cielo como metáfora máxima de la esperanza y los sueños, como escenario para las libertades y recompensas, se humaniza palpablemente. En esta ocasión el artista contó con el apoyo de un gran número de colaboradores, que mandaron sus fotos mediantes las redes sociales, y desde lugares tan lejanos como China o Australia. Ahí radica otra certeza del proyecto: se sabe valer de las nuevas tecnologías para conformar un argumento coherente.

Cielo, exhibida con éxito en China y ganador del premio único del Salón de la Ciudad en el 2013 es, a mi entender, uno de los discursos más certeros dentro de la muestra joven nacional. Se sustenta en las tecnologías, en las nuevas formas de comunicación, pero no se queda ahí; se interesa también en el hombre que está detrás de la computadora y el celular, ese hombre que todavía sueña y anhela. Es esta la intención de Cielo: regalarnos un pedazo de la vida de otro ser.