Según Gabriela Mistral, Martí es un clásico sin sombra de vejez. Quien accede a su obra, independientemente de su formación académica, queda seducido por ese verbo proteico, profundamente poético, y portador, a la vez, de los más altos valores humanos. La hondura de su pensamiento, la riqueza de sus reflexiones, motiva al análisis histórico, filosófico o político. Siendo un hombre de su tiempo en toda la extensión de la palabra, Martí es un hombre para todos los tiempos. No hay que forzar su entrada al siglo XXI, entra en él, por derecho propio, porque la mayor parte de los problemas que constató en su época siguen buscando solución todavía. En esta crisis existencial que vivimos hoy, la palabra martiana tiene enormes tareas que cumplir, y hay que leerla como quería Unamuno, “con devoción inteligente”.[1] El diálogo con su obra puede ser de gran utilidad, tanto práctica como espiritual.
[1] Miguel de Unamuno: Carta a Joaquín García Monge, Archivo José Martí, La Habana, no. 11, enero-diciembre, 1947, p. 15.
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