Suena el teléfono pasado las 12 de la madrugada y me dan la fatídica noticia. Ha muerto Tití, y una sensación de angustia y dolor se apodera de mi mente que me impide tomar el sueño. Pienso que este año no se diferencia del otro, y ahora recuerdo todo lo bueno que fue para el desarrollo del arte joven. Sus consejos, su pasión por la cultura de Santiago de Cuba. Su vida llena de plenitud que se apagó por culpa de una penosa enfermedad que lo aquejaba desde hace un año.
Cuando la gente muere todos dicen “el pobre, qué bueno fue”. Pero en el caso de Tití, no solo por ser bueno, sino por ser consecuente con el tiempo que le tocó vivir. Ser cuadro es fácil, ser líder es complicado, y él fue un líder desde su posición como presidente de la Asociación Hermanos Saíz en Santiago de Cuba, donde núcleó y ayudó a muchas personas. Fuimos unos cuantos artistas jóvenes que nos salvamos de la ignominia, la burocracia y una muerte segura en el campo artístico. Si Tití no hubiera puesto su mano y su pecho contra las “balas”, fuéramos muchos “cadáveres” de artistas.
En la mañana del 12 de febrero las personas del mundo cultural de Santiago de Cuba nos reunimos en la funeraria santiaguera para homenajear y despedir como se merece el querido Alcides Carlos González (Tití), con unas palabras de Teresa Melo, leídas por el realizador Rubén Aja. Sumadas también a la del director provincial de Cultura Raulicer Hierrezuelo; una guarda de honor encabezada por las máximas autoridades del Partido y el Gobierno en la provincia, y el aplauso final. Un momento de mucho dolor pero muy emotivo donde recibió el último adiós de quienes compartimos muchas veces con él.
En estos momentos que se habla de «diálogo», este hombre del teatro es un divino ejemplo de esa premisa del buen entendimiento. Nunca le guardó rencor a nadie a pesar de que tuvo “peleas” históricas con un gran grupo de personas. Sus consejos fueron importantes para siempre levantarme y seguir porque, aunque hayan pasando diferentes direcciones por la Asociación Hermanos Saíz, todos recuerdan con mucho cariño los tiempos en que Tití asumió valientemente esta difícil responsabilidad.
Se le recordará además con esas ganas de vivir, con esos sueños transformadores y espíritu despierto. Por eso, para muchos de los que estuvimos cerca de él, ha sido difícil verlo partir con mucho que hacer todavía. Pero en cada artista que Tití ayudó y guió, está su legado y su impronta. Esa que marca el paso del futuro de nuestro arte en este archipiélago bañado por las aguas del mar Caribe.
Han sido muchas las palabras de pésame y dolor que he visto por la redes sociales debido a este triste acontecimiento. La mayoría recuerdan a Tití, vivo, lleno de esa alegría que siempre tenía para regalar y que pudo repartir entre muchas personas de la cultura artística de Cuba. Pero la mejor manera de seguir recordándolo es seguir trabajando por defender el arte cubano, en especial el arte realizado por los jóvenes.
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social.