Si tuviera que distinguir de forma sintética los dos realces más importantes de este libro, AntologÃa de la poesÃa oral-traumática y tanática de Liudmila Quincoses, dirÃa que son los cÃrculos y las obsesiones –entiéndase pulsiones– de la muerte como principio del placer o como una forma de volver a su estado inanimado y pre-orgánico, claro, a través de diferentes maneras.
En la poesÃa de autoras cubanas actuales la muerte puede traducirse no como el fin de la vida, sino como el silencio, la posibilidad de superar una realidad que produce hastÃo, inconformidad, rechazo; y por ello mismo debe ser resistida, contestada. He aquà entonces que esta antologÃa viene a insertarse en lo que ahora mismo se concibe estéticamente en el discurso ideoestético de la poesÃa escrita por mujeres más inmediata.
La AntologÃa de la poesÃa oral-traumática y tanática de Liudmila Quincoses está estructurada en cuatro partes: Punción, Veneno, Decapitación y Tánatos. Todos constituyen cÃrculos que van redondeando –y unificando cual órbitas que parten y llegan al mismo lugar perfecta y perpetuamente– las experiencias de los sujetos lÃrico alrededor de la muerte. Aquà la autodestrucción del sujeto lÃrico está motivada por la mutilación y la violencia sobre el cuerpo para marcarlo desde el principio del placer como signo de vida-dolor-muerte. Esto genera entonces que la muerte y la vida estén asociadas de manera unÃvoca y permanente como existencia sin fronteras que las concreten.
Tanto la autodestrucción como la proyección poética de lo abyecto –representadas en los vÃnculos dinámicos, complejos, paradójicos, entre la vida y la muerte cuando es esta la encargada de proyectar las pulsiones vitales desde el acto erótico de apropiarse un cuerpo– se convierte en una estrategia de resistencia, donde el cuerpo fÃsico se escribe desde su nulidad por la muerte, y la vida pasa a formar parte de las representaciones, imágenes y experiencias que se describen, con una fuerte tendencia a la abyección. Ello me recuerda la opinión del pensador francés George Bataille, quien relacionó lo abyecto con la imposibilidad de asumir con fuerza suficiente el imperativo que necesariamente genera todo orden social. Otra teórica, Julia Kristeva, coincidió con él cuando afirmó: «No es por lo tanto la ausencia de limpieza o salud lo que lo vuelve abyecto, sino aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los lÃmites, los lugares, las reglas» (Kristeva, 1988: 11). Para el cubano Alberto Abreu Arcia en ese caso hay que hablar de una estetización de lo abyecto, de todo objeto contaminante que, desde fuera, amenaza con destruir o erosionar la identidad sexual y social del individuo (Abreu, 2007: 41).
El empleo de lo abyecto en la AntologÃa de la poesÃa oral-traumática y tanática de Liudmila Quincoses responde al imperativo de proyectar resistencia, de dinamitar o anular el orden simbólico tradicional y sus convenciones identitarias, a través de la poetización de cuerpos y la descripción de escenas, ambientes, personajes, experiencias tendientes a provocar repulsión, autodestrucción, o, sencillamente, una quietud, una inmovilidad que se traduce como ausencia del Otro, pero también como dinámica del ser y del existir. Â
Celebro, entonces, la presencia de esta antologÃa, única en la poesÃa espirituana, por su notable capacidad de hacer confluir cÃrculos y obsesiones de muerte donde se unen autodestrucción, abyección, inexistencia, repulsión, en fin, voces, imágenes y comportamientos discursivos diferentes. Con este poemario de Liudmila Quincoses podemos visitar una poesÃa sustentada sobre los cimientos de una nueva lógica en su obra, un nuevo orden simbólico que humaniza lo deshumanizado; donde la muerte es productora de vida y de trascendencia.
Los poemas de la AntologÃa de la poesÃa oral-traumática y tanática de Liudmila Quincoses nos presentan la muerte transformada en vida. Y en este cambio se revierte lo absurdo de esa lógica indicadora de que toda vida debe terminar necesariamente con la muerte. Se trata de anular la angustia existencial inculcada desde el desarrollo humano ante la consideración de la muerte no solo como un hecho sino como un proceso; y de recuperar los fundamentos pitagóricos que luego inspiraron a Platón para entenderla como la liberación del alma de la cárcel corporal, el juego ilusorio, dialéctico, paradójico, donde las entidades se asumen como discursantes. Este juego le ha permitido a la autora y nos permite a nosotros, lectores, contestar aquello que produce hastÃo, nulidad, inconformidad, más allá de la propia vida, la muerte o la tan ansiada resurrección.
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