Elevar cada vez más el alma hacia el arte y al entendimiento de los otros y —hasta en la medida de lo posible— desprendernos cada vez más de falsos egos. A esta especie de altruismo convida el anfitrión de La Casa de Todos. Ese hogar otro radicado en la calle Martha Abreu de Santa Clara, a pocas cuadras de la Catedral y del Teatro, que desde hace más de 30 años apuesta por la libertad y la inclusión.
Para la mayoría de los jóvenes que llegamos algún día a la ciudad bohemia, El Mejunje de Silverio es más que un centro cultural, una experiencia vital, como dijera el propio Maestro de Juventudes y Premio Nacional de Cultura Comunitaria, Ramón Silverio. Porque además de las propuestas culturales e instructivas, una vez que pones un pie bajo la sombra del árbol del centro, tendrás que volver a este sitio que parece tener todas las respuestas, incluso a las preguntas que no te has hecho todavía.
Para la vanguardia artística de Villa Clara ha constituido un lugar en donde entrar sin falsos maquillajes ni atuendos investidos. La oportunidad es para todos los que quieran ofrecer su arte espontáneamente. Y siempre que sea un acto sincero, encuentran un espacio entre la decena de peñas y actividades que son protagonizados por artistas jóvenes y longevos a sus 50 y tantos años.
Las generaciones de hoy agradecemos a la élite fundadora este refugio, sin techo para los sueños, con la luna como testigo, y como dice el bardo, con la sensación de no ver la luz, porque no verla es mejor. Lo importante es tenernos y aceptar la parte extraña de cada quién como un privilegio.
Porque quien tenga complejo de Dios, nada tiene que venir a buscar aquí, al lugar en donde se desaprenden y reconstruyen normas de vida a la velocidad de la luz. Siempre bajo principios humanistas, compasivos y de humildad; conviven rockeros, exconvictos, trovadores, travestis y gatos abandonados. Cada cual ofrece su arte y lo mejor de su corazón a un público que también es parte y es familia, nunca juez.
Precisamente aquí lo espero, sentada en una de las gradas del patio de la casa en donde hemos crecido mis amigos y yo, en donde esta reportera comenzó a soltar amarras desde los 18, pero otros vienen a jugar desde niños. Y cuando crecen, no les es ajeno el filin, ni les parece viejo el jazz, ni diabólico el rock, ni aburrida la trova, ni flojito su amigo del colegio. Con su paso tranquilo (nunca cansado) se acerca El Mejunjero Mayor para hablar sobre sus juventudes acumuladas. É, que a los 70 años, escaló el Pico Turquino otra vez.
La joven vanguardia artística de hoy, ¿qué diferencias y semejanzas tiene con la que fundó El Mejunje de Silverio?
A mí me cuesta mucho trabajo hablar de juventud en pasado porque yo creo que he tenido una juventud eterna. He podido transitar por muchas generaciones, lamentablemente a muchos los he visto envejecer y también me alarma que algunos con 30 o 40 años me digan “ya yo soy viejo.”
Entonces, a veces me siento fuera de grupo porque cuando me preguntan la edad digo que cumplí 72, pero tengo 20. Creo que únicamente así se puede interactuar con gente joven, con quienes El Mejunje ha hecho su trabajo fundamental. He sabido llevar este principio durante más de 30 años, teniendo en cuenta que los jóvenes que hoy vienen aquí son los nietos de aquellos que fundaron y crecieron en El Mejunje y, tal vez, hoy son los adultos mayores que vienen al danzón, a la matiné o al filin.
No se puede trabajar con jóvenes con un pensamiento viejo, porque no puedo idílicamente pensar que los jóvenes de ahora tienen las mismas inquietudes y necesidades de cuando yo cumplí los 20 años. Cuando aquello no existían la cantidad de medios ni había la educación de tienen ahora, a pesar de las carencias. Por tanto, la comparación no sería buena nunca, cada época tuvo su juventud.
Tuve el privilegio de ser un joven de la etapa de una Revolución naciente, de las grandes utopías, de las tareas que la gente cumplía porque realmente sentía esa necesidad. A los jóvenes actuales no les puedes pedir lo mismo. Hay que entusiasmarlos, hay que buscar que también respondan a muchas de esas cosas; y en muchos aspectos el discurso se nos ha quedado viejo. Creo que la consigna será efectiva si realmente tiene una relación con la realidad que el joven de hoy vive, que esta bombardeado por muchísimas cosas; cada quien tiene un celular, por ejemplo, con el que pueden hasta dormir. Con esa juventud hay que trabajar y eso es lo que estoy haciendo. Tratando de llevar de una manera instructiva, educativa, sin” teque”, todo aquello que identifica al Mejunje.
Por esa razón, muchos jóvenes que entramos aquí, no solo decidimos quedarnos en lo que reconocemos como La Casa, sino que, en algún modo, uno siente que evoluciona interiormente. ¿Qué alquimias contiene El Mejunje de Silverio que nos convierte en otro tipo de ser humano?
Creo que El Mejunje es un lugar que está fuera de tiempo porque está muy adelantado a su época. Los jóvenes que vienen aquí se han formado en un ambiente diferente, mucho más tranquilo y seguro. Muchos que vienen desde niños tienen un disfrute de la libertad espiritual. Porque puedes vivir bajo un régimen, el más opresivo del mundo, pero la libertad está en uno. La mayoría de la gente no es libre porque tiene miedo a la sociedad o a una religión, es muy difícil.
El Mejunje tiene una juventud muy participativa, que viene aquí a disfrutar el arte y a sentirse bien, no hablar de carencias ni de políticas, sino a hacer amigos, a disfrutar las compañías. La gente aprende a ser solidaria y a compartir lo que tiene. También asiste una juventud culta y con alto nivel educacional. Aquí vienen muchos profesionales, de la universidad, o estudiantes; y por supuesto tienen las características del que realmente tiene una carrera. No quiere decir que eso te haga un hombre culto. Conozco mucha gente de mi generación que eran analfabetos y, sin embargo, tenían una cultura que iban adquiriendo en la vida, pero es eso. Hacer que no haya discriminación de ningún tipo. Un espacio en el que gays y políticos de cualquier parte del mundo se comuniquen, se respetan… y esa es la sociedad.
El Mejunje, aunque ha tenido espacios para todos, le ha huido mucho al guetto. Este es para gay, para rockeros, para viejos, para nuevos, para negros o para blancos. Yo creo que la sociedad no puede dividirse más, sino debemos tratar de hacer unión y de incluir a todos. Creo que si alguna labor ha hecho El Mejunje, es de inclusión.
El Mejunje es como una marca que se lleva siempre. Donde quiera que estés vas a recordar: ahora estuviera yo en la Trovuntivitis, ahora estuviera yo en el Viernes de la Buena Suerte. Yo creo que para la gente El Mejunje es una actitud ante la vida que se relaciona con el hecho de pertenecer aquí. En estos tiempos de pandemia se vio que cuando nada más hubo una apertura vinieron para acá a disfrutar, a encontrarse todos los asiduos.
También el espíritu que tiene este lugar, que es un espíritu libre, que no hay nada que romper, es algo que la gente disfruta y que hace a las personas sentirse dueñas. El Mejunje es una gran escuela para quienes lo visitan y para mí, que constantemente estoy aprendiendo de lo que transmiten y proponen.
¿Cuáles son los espacios que están intencionados en función de la joven vanguardia artística?
Aquí todo ha surgido de manera muy espontánea. La Trovuntivitis comenzamos a hacerla en el Bar Tacones Lejanos. Venían pocas personas y las novias de los trovadores, muchachos muy jóvenes entonces. Pero un amigo trajo a otro y ese a otro y hubo un momento en que había 30 personas dentro del bar y el resto afuera sin poder ver nada. Y decidimos hacer la trova en el patio porque la misma vida, las circunstancias, propiciaron el crecimiento del espacio. Así surgió la Fiesta House, la peña Arráncame la Vida, de Vizcaíno. Hoy se realizan todos en el patio con muchísimo público.
Esa variedad de actividades es lo que hace que quien un día vino a la trova, otro día vaya al rock y a la inversa. O alguien ve una película y le gustó tanto que vuelve por más. Es lo que te hace un asiduo. Digamos, el club Extraños en la Noche de Freída Anido, puede parecer una cosa para viejos, pero, sin embargo, el público que viene es joven.
Pero también hay una labor educativa e instructiva subyacente.
Hay que buscar maneras de conquistar y enamorar a las nuevas generaciones. Porque a veces uno se acomoda y de pronto te das cuenta de que un espacio debe cambiar porque está en crisis. Y las crisis para mí son fuentes de desarrollo. Me doy cuenta de que hay algo que darles un vuelco a las cosas. Algo interesante, por ejemplo, es que los domingos estamos haciendo La máquina del Tiempo y el Cabaret Putería. Las cosas tienen que ser atrevidas, no pueden ser encartonadas. El Cabaret de la Trova se me ocurrió un día y es un espacio que a la gente le gusta muchísimo. La Máquina del Tiempo es una gran clase de historia divertida y animada. Tenemos otra actividad con los raperos, Gente sin Zona, que es la dedicada al hip hop. Esos son propuestas bastante educativas vamos a decir, aunque todos los espacios lo son.
Hay que ir moviéndose siempre, tú piensas que ya lo inventaste todo y te quedan cosas por inventar. A mí no se me ha ocurrido todo lo que se hace en El Mejunje, lo que siempre he estado alerta a lo que la gente me ha ido proponiendo y he tratado de que, si un proyecto o idea tienen cabeza y tienen sentido, poderlo expresar, pues a lo mejor queda en el camino, pero bueno, tuvo su buen momento.
Usted que ha visto crecer tantas generaciones en El Mejunje dentro de la élite artística de la ciudad, ¿qué aconseja a la joven vanguardia artística de hoy?
Hay que trabajar porque los éxitos artísticos son efímeros. Hay que entregarse. ¡Y la modestia! Yo creo que el artista más grande es el que más modesto es. Cuando tú conversas con las grandes figuras de la cultura te das cuenta.
También hay que estar en los campos y hay que incluso asumir las crisis. Nosotros no podemos dejar de llevar el arte, y mucho menos a las zonas de silencio. Esa es una de las cosas que he tenido siempre, fidelidad a mi origen campesino. Yo creo que no nos queda público por complacer: obrero, campesino, convictos e intelectuales.
Por ejemplo, en estos momentos estamos haciendo Zona Rosa. Es un espectáculo que a veces la gente no lo pueden concebir porque está lleno de transformistas. Un show llevado a los campos más remotos con una aceptación total. En el verano hicimos casi 20 funciones con mucho público, aunque regulado por la pandemia. Tú no te puedes quedar trabajando la comunidad LGBT en El Mejunje, porque aquí nadie es homofóbico. Hay que explorar en los campos e ir llevando ese mensaje a los barrios.
Nos montamos en un camión, si es preciso nos llevamos una carpa y hacemos un camerino, pero ese espíritu es el que a mí me gusta llevarle a la gente, porque hay que dar le espectáculo como sea. Dando un mensaje de respeto y de amor. Ahí está la cuestión de lo que pueden hacer los jóvenes… entregarse al trabajo humildemente.
¿Es difícil el trabajo con jóvenes, Silverio?
No, para nada. Solo hay que entender. A esos que dicen que la juventud está perdida yo les digo que la juventud está más encontrada que nunca, los que están perdidos son los que no los entienden. Es muy bonito. Y cuando pasa el tiempo ves que lo que hiciste fructificó. Además, la mayoría de las agrupaciones teatrales, artísticas y las literarias, comenzaron aquí casi todos. Los más interesantes movimientos culturales de la ciudad tuvieron como fuente El Mejunje.
En esta espontaneidad y en este mundo los grandes poetas leyeron sus primeros versos cuando eran desconocidos prácticamente: Ricardo Riverón, Jorge Luis Mederos (Veleta), Arístides Vega, Berta Caluff y Lorenzo Lunar. Después se convirtieron en grandes escritores. Los músicos de La Trovuntivitis empezaron siendo niños. Agrupaciones como Aceituna sin Hueso, grupos de teatro de cualquier provincia, estrenaron sus primeras obras. Este es un lugar de lanzamiento del arte joven.
Hemos tenido presente darles espacio a aquellos en quienes no habían creído. Pero también ha redescubierto a grandes personalidades olvidadas como Los Fakires, Saidita Castiñeiras, quienes se habían retirado y pasado de moda. Los Fakires fueron un fenómeno otra vez para los jóvenes, a partir de que empezaron a tocar en El Viernes de la Buena Suerte.
Entonces, realmente tú no puedes hablar de la cultura y de la vida social de esta ciudad sino hablas de El Mejunje, que ha hecho que esta sea una ciudad inclusiva, sin homofobia, gracias a los jóvenes y al apoyo institucional que se le ha dado para poder desarrollar todas estas campañas.
Hemos estado en zonas de desastre como el primero, sin pedir permiso. Cuando hacemos falta no me quedo contemplando por la televisión, sino que vamos a ver qué mensaje podemos llevarle a esa gente que se le cayó la casa y cómo hacerles más llevadero ese momento. A mí siempre me ha gustado ser protagonista, no espectador.
También hay que agradecer a toda la gente que me ha seguido; los actores, el público, los artistas, a quienes yo nada más tengo que convocar y casi todos acuden. No hay un lugar en Cuba que tenga el poder de convocatoria que tiene El Mejunje. Hemos pasado por momentos en que no hay dinero, pero ellos vienen, para no perder el espacio, por un problema de amor a la gente.
Doblemente Maestro, de profesión y también por el reconocimiento que le hizo la AHS en el año 2010. Algún otro comentario sobre el significado de ostentar ese premio que legitima la forma en que lo ven los artistas del terruño.
Fui muy afortunado cuando me entregaron el Premio Maestro de Juventudes, en primera instancia por haber pensado en mí, pero también porque tuve la dicha y la suerte de que me lo entregaran junto a Verónica Lynn, Eusebio Leal, Frank Fernández, Omara Portuondo, Alberto Luberta y a Ambrosio Fornet. Yo fui muy afortunado por recibir un premio junto a tantas glorias de la cultura cubana.
Usted, entre ellas, si me permite.
Creo que ese fue un premio agregado, la posibilidad de compartir con esas personas.
Sonríe bajo las alas de su sombrero de guano. Mientras me despide, recibe al organizador y productor de La Máquina del Tiempo y comienzan a despachar ahí mismo. Pienso que, en verdad, cuando se tienen 20 años, así durante toda la vida, se vive el tiempo con la intensidad que corresponde.
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