*Palabras del Vicepresidente de la Asociación Hermanos SaÃz a propósito del DÃa de la Cultura Cubana
Compañero Alpidio Alonso Grau, Ministro de Cultura
Queridos compañeros:
Es un altÃsimo honor estar aquà en esta celebración dentro de la Jornada de la Cultura Nacional, acompañando este justo reconocimiento a figuras imprescindibles para el imaginario espiritual de la nación. Todos los distinguidos hoy son maestros, son la savia que nutre y sustenta el proyecto soberano de paÃs que desde aquel 1868 venimos defendiendo sin reposo.
La cultura cubana recuerda hoy con alegrÃa aquel hermoso 20 de octubre en que, por primera vez, se entonaron en la recién liberada ciudad de Bayamo las notas del Himno Nacional de Cuba. A la clarinada heroica del 10 de octubre, la siguió el gesto hermoso de un pueblo cantando su libertad.
Las naciones son más que el espacio fÃsico que ocupan. Son imágenes, lealtades, emociones. Ser cubano, nos decÃa el gran Fernando Ortiz, es amar y aceptar todo lo que hace de lo cubano una condición en sÃ. Es asumir las glorias y aspiraciones de un pueblo y amarlo y defenderlo en cualquier lugar en que se esté.
El proyecto imperial que nos adversa, sabe que la forma más efectiva del desarraigo y la derrota es aquella que vacÃa al ser humano de las raÃces que lo fundan: quitarnos lo cubano y llenarnos con la vacuidad que promueven las industrias culturales hegemónicas, cambiar el culto a Martà por el culto edulcorado a héroes cinematográficos vacÃos, aceptar el anexionismo, el pasado, como único destino posible, asumir la heroica resistencia de más de 60 años como un absurdo, arriar todas las banderas que hemos defendido por la promesa del consumismo, que no es más que la expresión máxima de la enajenación y la soledad del individuo contemporáneo.
Hoy el mundo está viviendo tiempos difÃciles. Las derechas asesinas han vuelto al poder en numerosos paÃses de nuestro continente y se prestan al juego sangriento e inhumano de rendir por hambre a la hermana República Bolivariana de Venezuela, como desde hace décadas se prestan al de rendir por hambre a la Revolución cubana. El mayor imperio de la historia vive una etapa de tensión social inédita desde los años de la guerra civil, y en el proceso, canaliza todo su odio contra las fuerzas progresistas del continente y el mundo. Su poderoso aparato militar y de manipulación de la conciencia está enfocado en subvertir y desmontar los procesos que de una forma u otra cuestionan su predominio. Por si fuera poco, una pandemia ha venido a trastocar la normalidad establecida, llevándonos a cuarentenas, aislamientos y nuevas normalidades, planteando retos inéditos para el mundo y para Cuba.
La agresividad contra los intelectuales y artistas que, valientemente, respaldan a la Revolución cubana y su obra va en ascenso, alimentada por los mismos intereses históricos y por la desesperada campaña electoral de un magnate.
Ante el odio, erigimos la certeza de que los artistas e intelectuales verdaderamente valiosos, dentro y fuera de la isla, permanecen al lado de la Revolución. Son a esos a los que ponen en espurias listas y a los que amenazan y sabotean constantemente. Pero nuestros artistas cuentan con un arma inigualable, con el arma que ha sustentado las luchas de un pueblo durante generaciones: la vergüenza. Con la vergüenza respondió el Mayor General Ignacio Agramonte, cuando en una de las desesperadas jornadas de la Guerra de los Diez Años, alguien le preguntara con qué contaba para continuar la guerra. La vergüenza de las mujeres y hombres de bien, de los mejores artistas e intelectuales, es nuestra mayor garantÃa de continuidad.
Ante este panorama, la batalla que debemos librar como nación ya no es solo económica, sino que es también una batalla de sÃmbolos. Es la batalla por un universo de representaciones. Por qué modelos de ciudadano y de nación queremos para el futuro. Es también la batalla por qué arte debemos privilegiar.
Todos los aquà reunidos y muchos más, muchÃsimos más, edifican con su labor cotidiana, con las ideas y la belleza que constituyen sus obras, esa defensa esencial, primera, que debe edificar cualquier pueblo contra la avasalladora ola neoliberal. Y lo hacen sin renunciar al pensamiento crÃtico, ese que, desde el compromiso, no duda en denunciar todo lo mal hecho y cambiar todo lo que debe ser cambiado.
Soy de los que cree, firmemente, que en la cultura se decide hoy el destino de nuestra nación. Que es la cultura, como nos indicara Fidel en múltiples ocasiones, lo primero que hay que salvar. Defender nuestra cultura es defender la Revolución, ese hecho cultural superior, como lo definiera el Presidente Miguel DÃaz-Canel. No importa que tengamos la propiedad sobre los medios de producción fundamentales, que demos la pelea a brazo partido contra el poderoso enemigo que nos persigue y ataca, si descuidamos por un segundo el necesario proceso de formar, permanentemente, a todo un pueblo en lo bueno, en lo bello y en lo justo. El socialismo no es una utopÃa, es el único camino posible ante el absurdo del capital. Como advirtiera hace más de un siglo Rosa Luxemburgo, el dilema hoy sigue siendo entre socialismo o barbarie.
Ayer, 18 de octubre, celebrábamos el aniversario 34 de la Asociación Hermanos SaÃz. Todos los jóvenes de esta organización, la juventud toda del paÃs sabemos el inmenso deber que pesa sobre nuestros hombros y aceptamos gustosos el reto de permanecer y continuar la obra de los que aman y fundan. Es un gran deber también el de continuar por la senda que ustedes han abierto.
¡Feliz Jornada de la Cultura cubana para todos!
¡Muchas felicidades por el merecido reconocimiento!
¡Abrazos grandes!
¡Muchas gracias!
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