Lo que ni Arquitas de Tarento ni el propio ArquÃmedes en el siglo III A.C. imaginaron, es que en el siglo XXI un fotógrafo avileño hiciera arquitecturas fotográficas con tornillos y tuercas.
Mucho menos lo sospecharÃan los que inventaron los destornilladores por allá por el siglo XV alemán o francés.
Humberto Del RÃo, diseñador y fotógrafo, se las ingenió en tiempos de aislamiento social por el nuevo coronavirus, cámara en trÃpode, para realizar una serie de fotografÃas empleando como personajes, tornillos, tuercas, destornilladores, anillos, presillas, fosforeras, y otros menesteres.
No se trata de un Andrew Myers con sus retratos sobre madera empleando tornillos. Ni de un Brian Mock con sus esculturas de animales hechos de chatarra y una buena carga de tornillos y tuercas. Y menos que menos, de un Claes Oldenburg (EE.UU, 1978) con su escultura Screwarch Model  donde sugiere, con dos tirafondos arqueados, que sean utilizados para sostener un puente en medio de un rÃo holandés.
Humbertico no pretende desconocer el historial de artistas visuales que a lo largo de la creatividad humana han echado guante a elementos cotidianos para concebir obras monumentales. El ocio, en este perÃodo, le permite al siempre creativo artista, aprovechar tiempo y espacio para crear sus fotografÃas.
El internet también le brinda esta posibilidad de ampliar sus ya vastos conocimientos de fotografÃa y composición plástica.
Con el tÃtulo “Metrópolis Screwâ€, un conjunto de 11 piezas de diversos tamaños y soportes, fueron expuestas en el café Barquito de la Casa del Joven Creador, sede de la AHS en Ciego de Ãvila, hará apenas unos dÃas.
Lo primero que me llama la atención es el espacio expositivo. Si bien es cierto que la galerÃa oficial de esta sede de la vanguardia juvenil avileña está inhabilitada por las tareas reconstructivas en la casa, se pudo haber aplazado la inauguración de dicho evento.
 Las paredes del café son suficientemente amplias para montar más de una expo. Pero las condiciones de diseño del espacio no permiten la relación tan necesaria entre el público y las obras.
Me explico. Hay mesas de por medio entre lo que se expone y el espectador. Mesas polisémicas porque según como se miren, a veces son útiles, y a veces obstáculos. HabrÃa que estar pidiendo permiso a los comensales para acercarse a las propuestas visuales. Ya se sabe las más de una incomodidad que esto genera.
El tamaño de las obras no son lo suficientemente grandes como para ser contempladas desde la distancia. Además de una buena conversación, un café o un traguito, a uno le vendrÃa bien degustar cada pieza desde el confort de su asiento. Pero es prácticamente imposible hacerlo en esta oportunidad.
Cada obra en sà nos muestra una belleza inusual. Construida con laboriosidad e ingenio, la panorámica de ciudades que nos obsequia Humbertico es ficticia, pero si una las mira un poco equivocadamente, como con malicia, se podrÃan parecer a muchÃsimas metrópolis que existen en este mundo.
Y es que el fotógrafo ordena sus herramientas y objetos de uso diario en una disposición que pareciera calcar la arquitectura de otros paÃses. Con ello, entonces, estarÃa reproduciendo parte de la cultura de otros paÃses.
La belleza emana, creo yo, no solo desde la misma composición, sino, también, desde que el testigo visual descubre que no se trata de una simple aglomeración de útiles de metal. Y empieza el viaje por la polisemia y las diferentes interpretaciones.
Es el momento mágico en cada cual se vuelve artista de la exégesis y casi demiurgo de otras obras análogas a estas que ve.
FotografÃas digitales, sÃ, retocadas en Photoshop. Armadas tras un cielo y un fondo captados, también, de la misma realidad avileña. Se podrÃa hasta ver el bulevar, algunas casas estilo siglo XVIII, y otros detalles que, visto a lupa, denotan nuestra identidad.
También somos testigos de deformaciones en el lente. Cóncavos que dan un aspecto ilusorio, como fantásticos, a estas ciudades o artefactos. Mundo mágico. La belleza va en tuercas y tornillos. La belleza de lo cotidiano.
Aquà pareciera que Humbertico nos da una lección. No siempre el ocio produce barbaries o monstruos. El ocio podrÃa ser el primer gestor de una buena obra artÃstica.
No me queda claro si llamar a “Metrópolis Screw†exposición personal. Si bien tiene la intención o estructura para ser una expo, como que se me queda corta en cuanto a la lectura de los correlatos que entrega, y da hasta la impresión que no todo está dicho sino, por decirse. Asunto que estarÃa bien si no pareciera una colección inacabada.
Tampoco es una muestra en su sentido estricto. No la presentación de las obras realizadas por su autor en un tiempo o tema determinado. Ni es una especie de antologÃa de sus mejores piezas con fines promocionales o comerciales.
Es algo más. Algo más que necesita ser acabado un dÃa. Cualquier dÃa. Y expuesto en una galerÃa de las de verdad, de esas que hacen sentir cómodos, como pez en el agua, a cualquier artista y al público.
Humbertico quizás, de ahora en lo adelante, ya no tenga más ocio para crear, pero creo que buscará ese anhelado tiempo para seguir construyendo obras, con tornillos o no, que sigan siendo el utópico asombro de ArquÃmedes y de Arquitas de Tarento, o del propio Marcel Duchamp.
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