A solo unos días de la desaparición física de Eusebio Leal Spengler, El Historiador de la Ciudad, como todos lo conocían, la nación cubana comparte el duelo por este hombre que era de todos, porque su vida era Cuba.
El Centro de Convenciones de Santa Cecilia será, hasta el 8 de agosto, el lugar de ofrenda pública y de muestras de gratitud para quien definió a la cultura como “la escama metálica, la coraza moral, la defensa de todo país, porque los valores se defienden con una armadura cultural sólida”.
Su pasión para las artes hizo que su apoyo al desarrollo de la cultura fuera visible e imprescindible para la vanguardia artística e intelectual de la isla. Por lo que los miembros y trabajadores de la filial principeña de la Asociación Hermanos Saíz rindieron homenaje al hermoso legado de su memoria viva en cada cubano agradecido.
Cuba pierde con su muerte a uno de sus más ilustres hijos, a ese virtuoso de mente brillante, prolífica, con una oratoria encendida de palabras profundas, capaz de sumergirte con el mismo ímpetu en su visión del arte auténtico.
Nos mostró el camino acertado para defender nuestra historia como parte de nuestro presente y de hacer de Cuba un Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde el entorno urbano se transforma en paisaje cultural en armonía con los valores patrimoniales y la modernidad.
“De pensamiento se ha forjado la nación cubana”, frase que se refleja en la vida de Eusebio quien fue uno de los hombres que en los últimos tiempos aportó más a la reafirmación de nuestra identidad nacional.
Un titán de uniforme gris que no solo ha trascendido en el gremio de la intelectualidad antillana, sino que se convirtió en un hombre de su pueblo y con una obra que va más allá de la mera escritura, materializándose en cada uno de sus proyectos sociales y de restauración.
¿Cuánto amor y dedicación se necesitó para ver resurgir desde las ruinas a las iglesias, las casas, calles, paredes y castillos de su Habana adorada? Tengo la certeza absoluta de que tu “novia” perenne extrañará siempre tu caminar diario por sus trechos adoquinados rescatando un patrimonio que hoy despide a su quijotesco andante con sábanas blancas colgadas en sus balcones.
Gracias a él, a su inspiración y liderazgo existen en el país ejemplos modélicos para la recuperación de las ciudades históricas y una voluntad política y gubernamental en la atención a la salvaguarda de nuestras esencias culturales.
Mi ciudad también llora su muerte, su relación con la tierra agramontina estuvo marcada por la admiración a su historia y por lo que en ella hoy se hace. Aún recuerdo su visita a la comarca de pastores por el XVIII Simposio Internacional “Desafíos en el Manejo y Gestión de Ciudades Patrimoniales” donde nos habló sobre la eminente necesidad de aprender cómo intervenir en un centro histórico de manera sustentable y positiva para lograr así esa comunión espontánea entre el habitante y la historia.
En sus palabras, “la historia del Camagüey es abarcadora, es lo que ya ocurrió y sigue ocurriendo y no se detiene en el tiempo. La historia requiere de la experimentación, la arqueología, el monumento, la prueba, la arquitectura, el valor inmaterial, una forma de vivir, de habitar y de amar que quizás han tenido algunas personalidades.
“Tomaríamos a Ignacio y Amalia como símbolos de ese espíritu del Camagüey, el espíritu que se motiva en sentimientos, en valores muy altos, pero al mismo tiempo está cimentado en el amor profundo, en la comunicación de espíritu, en la vocación. Esto es lo que flota sobre nosotros y queda en la memoria”.
Hoy Leal trasciende en el tiempo y quedará indudablemente en nuestra memoria.
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