I
Regreso a la cuna que me vio nacer, como dice la popular canción, al municipio de Fomento donde es tradición, desde hace poco más de tres décadas, la realización del Festival Nacional de Teatro Aficionado «Olga Alonso». En esta fiesta teatral que implica a grupos de todo el país, y en últimas ediciones también a grupos extranjeros, con la habitual complicidad del avezado público local, pues fui primero un simple espectador, luego, con el tiempo desarrollé mis primeras inquietudes como director y presenté en varios encuentros mis puestas en escena. Hoy, mi participación allí cobra otra dimensión, en este caso como metodólogo de teatro del Consejo Nacional de Casas de Cultura, mas, nunca he dejado de asistir a la cita.
Con esta primicia he intentado mirar con ojo indagador la edición XXXI correspondiente a este 2020, celebrado entre durante el mes de marzo, donde, quiero comenzar aplaudiendo que el programa se realzó con la inclusión de las esperadas presentaciones de las puestas en escena, tanto de la muestra nacional como la internacional; así como de talleres y actividades colaterales que complementaron y prestigiaron la cita.
El festival se mostró diverso, dinámico e intenso. Entre las novedades de la programación se puede resaltar la creación de un nuevo espacio para la presentación de performances, y para la ocasión nos visitó, por la parte cubana, el proyecto de David Valera con una intervención titulada Ese tipo humano, engañosamente civilizado; mientras que, por la parte extrajera, tuvimos la oportunidad de presenciar Observaciones, de la compañía alemana Uniater/Fritzaho. Ello evidencia que los artistas aficionados también se mueven en la búsqueda de nuevos horizontes creativos, y la exploración de nuevas tendencias y prácticas escénicas.
II
El festival recibió a 12 grupos de nueve provincias del país, ocho en calidad de competencia y cuatro de invitados. Nueve grupos extranjeros de cinco países llegaron hasta el enclavado municipio ubicado en el centro de Cuba: Portugal, Alemania, Italia, México y Colombia. Y, además, recibimos a Cheikn Okbaoui, el representante de la UNESCO en Argelia. Celebro que el festival recibiera una muestra extranjera amplia y de calidad, grupos que pertenecen a la Asociación Internacional de Teatro Amateur AITA, lo cual evidencia un interés puntual de los miembros por la parte cubana de que nuestros creadores dialoguen con otras experiencias.
La compañía Xutil Teatro Circo de México, que dirige Yalú Déciga, con el espectáculo Las aventuras de Trapeador y Cotonete, fue una de las propuestas que sobresalió, poniendo a dos actores que interpretan a Cotonete y Trapeador, personajes creados para representar las más diversas formas de andar e interactuar en la calle con los espectadores: protagonistas de un arte que incorpora, además, técnicas del clown, circo. Tuve la oportunidad de verlos en Bejucal unos meses antes, en la jornada de teatro Blanca Becerra, y confieso que encontrarme de nuevo con ellos fue una dicha.
Por su parte, en la muestra cubana imperó el teatro de sala, no hubo esta vez grupos de teatro de calle, y solo uno fue de teatro de títeres. Uno de los montajes que más conmovió fue Terapia del sumidero, del grupo Teatro del Retorno, de San Antonio de los Baños, ante el cual, como mencioné antes, el «avezado espectador foméntense» pudo disfrutar de un teatro experimental, y con una concepción diferente a lo que habitualmente se ha presentado en el festival. Desde un espacio alternativo en el patio del museo, reutilizado como escenario, emerge la reflexión de la propia obra, un ritual interpretado por dos actores con máscaras de pico de ave —parecida a las que usaron los médicos especialistas para tratar a aquellos que padecían de la peste—, el río Ariguanabo —que nace y muere en el territorio del municipio—, así como la relación del hombre con la naturaleza. Estos son los pretextos espaciales que escoge Alexander Diego Gil para la representación, un ritual que parecía que nos estuviera advirtiendo sobre lo que días después llegó a la isla: una pandemia que aun el hombre no ha podido detener. No es casual que el grupo recibiera el Premio de Mejor Diseño Escenográfico, por la exquisitez de su concepción.
Solo dos monólogos comparecieron en el festival. De la provincia de Las Tunas llegó el grupo La Corniza con el archiconocido argumento de Emelina Cundeamor, del importante dramaturgo Eugenio Hernández Espinosa, e interpretado por Beatriz Sabrina Ricardo. Con este texto, Hernández Espinosa, dramatiza una problemática identitaria sobre inacabados procesos coloniales racistas, aún vigentes en muchos microsectores de nuestra sociedad. La joven actriz logra mostrar a una mulata que expone entre comentarios sarcásticos, con un humor certero: el desmoronamiento de su matrimonio. Su director, Miguel Ángel Amado, supo guiar a la actriz en una concepción que resultó concentrarse en el trabajo del actor, y para ello utilizó solamente una mesa, una silla, una peluca y otros objetos muy elementales con los cuales logra concentrar la acción, y que permiten vislumbrar la confluencia social del personaje; de ahí que la actriz obtuviera el Premio a la Mejor Actuación Femenina.
BK2 es el título del otro monólogo que estuvo en competencia, a cargo del grupo habanero Té−Atro, escrito y dirigido por Elio Fidel López Vela, quien supo hallar, antes que todo, la verdad de un personaje en su accionar a partir del mismo verbo, y que el actor Iván Collazo Garcés asumió con una madurez impecable. El texto muestra a un joven estudiante que para ganar dinero trabaja de transformista en un bar nocturno, el personaje establece un diálogo con la realidad de muchos jóvenes en el presente. El dormitorio de una beca es el espacio que ha escogido el director para desarrollar la acción. Iván Collazo logra con intensidad ciertas atmósferas para representar el universo del personaje a partir de las emociones que va desencadenando, cada recurso que encontró para su interpretación lo hicieron ganador del Premio a la Mejor Actuación Masculina.
Cenital Teatro, grupo del municipio sede, presentó Pasaporte, una obra de Yunior García, texto que ha sido representado por varios grupos en el movimiento de artistas aficionados, pero, que, esta vez, el director Génder Hernández realizó un montaje sencillo, sin perder la estructura de la obra. El director logra una armonía en la escena que construye, básicamente, desde la concepción del espacio y los elementos que lo conforman, pues la escenografía tiene un impecable acabado constructivo que supo adaptar de manera funcional para cada una de las escenas.
En sentido general se aprecia un montaje en el que cada actor domina un registro de caracterización que atrapa al espectador y lo identifica, y ahí radica su principal arma. Merecido fue, entonces, que el jurado decidiera otorgarle el Premio a la Mejor Puesta en Escena.
III
Fue una idea loable que la crítica especializada estuviera por segunda vez en el evento. El prestigioso crítico e investigador teatral Jaime Gómez Triana, invitado especial a esta edición, opinó a propósito: «Creo que los más relevante definitivamente es el público del evento. La cercanía que todo el pueblo tiene al teatro. El festival tiene una gran relevancia en términos de lo que hace para la comunidad en particular. El pueblo también lo espera, lo desea y contribuye a su éxito». Gómez Triana realizó un taller de crítica, que constituyó un espacio idóneo para la superación técnica de los directores, actores, instructores y metodólogos que asistieron al certamen. Otro taller que se efectuó y que los participantes agradecieron fue «Ejercicios escriturales para mundos mínimos», impartido por la maestra Blanca Felipe Rivero.
El evento continúa la tradición de programar presentaciones a las comunidades, barrios y escuelas del municipio. El Juglar del Cisne presentó la obra de títeres Beatriz y los Papas Malvas en la comunidad de Jíquima, donde los niños y toda la familia pudo disfrutar de esta agrupación de Pinar del Río, por los resultados y el amplio repertorio que han venido desarrollando en la modalidad de teatro de títeres, este grupo es ya un referente importante en el país.
Positivo fue invitar de nuevo a la Compañía Teatral La Andariega, de la provincia de Camagüey, de una marcada participación en la historia de este encuentro anual. En esta ocasión presentó Cuentos de Palacio, con una gran aceptación por parte el público. Resulta válido destacar las actuaciones de niños que hacen teatro con una verdad y calidad artística en la escena.
Para esta edición en especial se creó una comisión curatorial que realizó una audición a los grupos por las provincias del país para seleccionar la muestra nacional. Y es que realizar un evento de esta magnitud requiere del esfuerzo y la dedicación de los organizadores que, en cada proceso, antes y durante el festival, deben mantener el diálogo cómplice, para poder continuar realizando mejores ediciones.
Me gustaría terminar invitando a una reflexión, y es que un festival de tanta significación para el movimiento de artistas aficionados del país, y con tan honda marca identitaria en los pobladores de Fomento, amerita que se pueda construir una sala de teatro en la Casa de Cultura con recursos técnicos mínimos, como equipos de luces y de audio. Ello facilitaría poder invitar grupos de la vanguardia artística que han mostrado su interés por participar del evento, pero se han visto limitados, precisamente, por estas cuestiones técnicas. Grupos y espectáculos que, sin dudas, prestigiarían nuestro Festival Nacional de Teatro «Olga Alonso».
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